AMAR Y SERVIR A CRISTO
Fernando Montes S.J.
Ediciones Universidad Alberto Hurtado
Alameda 1869 – Santiago de Chile
– 56-228897726
www.uahurtado.cl
Primera edición de 1.000 ejemplares: septiembre 2014
ISBN libro impreso: 978-956-357-000-7
ISBN libro digital: 978-956-357-001-4
Registro de propiedad intelectual Nº 243221
Dirección editorial
Alejandra Stevenson Valdés
Editora ejecutiva
Beatriz García-Huidobro
Diseño de la colección y diagramación interior
Francisca Toral
Imagen de portada: Latinstock
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Con agradecimiento a mis hermanos jesuitas
a quienes tanto les debo.
Deseo presentar en estas páginas una especie de síntesis de la espiritualidad de san Ignacio. Ella es fruto de un sentir y gustar en la meditación los textos fundamentales que contienen dicha espiritualidad: los Ejercicios, las Constituciones de la Compañía de Jesús, la autobiografía de Ignacio y su diario espiritual, sus cartas. Estas páginas expresan también una ya larga experiencia vivida donde las gracias recibidas, las alegrías y las penas, las debilidades personales, el contacto con hombres memorables como el Padre Arrupe y muchos otros, dejaron en mí una huella imborrable. Se resume aquí lo que aprendí durante mi formación y en los años en que fui formador y superior, y muy especialmente lo que he vivido como religioso dedicado a una vida apostólica. Me atrevo por eso a contar en estas páginas muchas experiencias personales y hasta familiares que sitúan mi interpretación.
He experimentado los profundos cambios de la Iglesia y de la Compañía previos y posteriores al Concilio. Ellos nos obligaron a volver a las fuentes, a redescubrir lo esencial para vivir hoy la espiritualidad ignaciana en medio de un mundo convulsionado que nos llenó de preguntas, desconciertos y dudas. Gracias a esa espiritualidad tales cambios se convirtieron en una esperanza que deseo compartir.
Una espiritualidad es un modo de vivir el cristianismo, un modo de situarse ante Dios, ante los demás, ante el mundo y ante uno mismo. La espiritualidad cristiana está íntimamente ligada a la comprensión que tenemos de la Iglesia y su misión. Ella es mucho más que un área específica del pensamiento teológico, como lo son la cristología, la escatología o la eclesiología. Ella se refiere a un conjunto de actitudes y creencias que caracterizan la vida de una persona o un grupo. Ella supone también una manera de leer e interpretar la palabra de Dios. Por su esencia, está ligada a la praxis pues no es teoría sino realidad vivida.
Toda espiritualidad cristiana tiene que ser fiel al Evangelio de Jesús, a su vida y a sus enseñanzas. Sin embargo, por la hondura y riqueza de ese mensaje existen en el cristianismo diversas espiritualidades que, sin dejar de ser fieles al conjunto, pueden acentuar algunas notas de la experiencia de Jesús para leer y vivir desde ellas ese conjunto y llevarlo a la vida práctica. El camino de Ignacio es una de esas espiritualidades que ha dado muchos frutos de santidad en la Iglesia. Creo que esa espiritualidad es especialmente significativa para el momento actual porque fue vivida y expresada en tiempos de profundos cambios como el nuestro.
Presentaré una evocación filial de la figura de Ignacio y el largo camino de su conversión. Propondré una serie de puntos que me parecen medulares y que pueden ser consejos actuales para enfrentar la vida y vivir el cristianismo. Al final dedicaré una atención especial al concepto de Misión y al modo de ser Iglesia. El último capítulo recoge una conferencia dada en Uruguay y otra dada en un encuentro latinoamericano de educación jesuita. Estas conferencias de algún modo resumen mucho de lo escrito en las páginas precedentes y constituyen una especie de epílogo pedagógico.
Algunas de estas páginas fueron escritas hace ya años, o reproducen charlas dadas en las más diversas circunstancias. Por eso es comprensible y hasta normal que haya repeticiones. Luego de pensarlo decidí no omitir tales repeticiones porque cada capítulo es una unidad en sí y puede ser leído independientemente. Suprimir pasajes dejaría los documentos truncos y por otra parte las repeticiones permiten acentuar los puntos fundamentales. Los antiguos decían “bis repetita placebunt”. Las cosas repetidas hacen gustar.
Es normal que esas páginas hagan referencias a nuestras actuales circunstancias porque no pretenden ser una exposición abstracta y atemporal de la espiritualidad ignaciana, sino una lectura actual de ella.
IGNACIO DE LOYOLA.
EVOCACIÓN FILIAL DE SU IMAGEN
IGNACIO DE LOYOLA.
EVOCACIÓN FILIAL DE SU IMAGEN
Queremos evocar a san Ignacio. Su figura ha sido redescubierta en estos tiempos de cambio y de crisis. Hay elementos en su tesitura espiritual que lo hacen muy cercano de todos los que buscan y de los que, por amor al Señor, quieren hacer un mundo más justo y más humano.
Estas líneas tienen algo de testimonio personal y necesariamente al evocar, revelan el ángulo desde el cual he mirado y me he dejado influir por Ignacio.
No se trata ahora de recordar su obra ni menos de rehacer su vida. Quisiéramos iluminar el lado oculto y dejar a la vista la fuente originante de la cual ha emanado tanta santidad en la Iglesia.
La huella de Ignacio ha marcado el camino a muchos que han llegado a ser mártires y santos. Atraídos por el fuego de este hombre, discípulos esparcidos por toda la Tierra dejaron su hogar, sus bienes y su vida para servir a los hombres y a su Dios... el santo les enseñó que para un cristiano hay un estrecho lazo entre estos dos servicios.
En los últimos años mucha gente que busca, muchos que quieren aclarar para qué viven y cómo darle fecundidad a su vida, muchos que quieren encontrarse con Dios en la oración y descubrir modos de discernir lo que el Señor les pide, se vuelven a Ignacio como maestro y guía.
¿Dónde está su secreto? ¿En qué lugar su fuerza?
CAPAZ DE SOÑAR EN TIEMPOS DE CONFLICTO
Ignacio vivió en tiempos difíciles; la Iglesia dividida se mostraba incapaz de iluminar con el Evangelio los cambios que emergían. Europa en convulsión rompía los lazos de su fe y su unidad política. América y Oriente descubiertos, invadían el mundo destruyendo estrecheces y ensanchando horizontes.
Entonces, en el comercio se aprendió a trampear y los cristianos no tuvieron pudor en trocar metal por piedras de abalorio.
Era el fin de una época, o mejor dicho, el nacer de otro mundo.
Perdido y silencioso, un hombre pequeño de estatura andaba por Europa. Era un mendigo solitario y soñador: un caballero andante.
Hoy, cuando la raza de los caballeros andantes que sueñan y que sirven a sus damas se ha extinguido, nos cuesta entender la intimidad de ese hombre que se llamó a sí mismo El Peregrino.
Íñigo López de Loyola había sido cortesano y caballero. Alcanzado por Dios en una noche de oración, colgó su espada a los pies de la Virgen, dejó sus ropas de señor, se hizo pobre e inició una aventura de andariego que a los ojos del mundo fue locura. ¡Qué poco se ha entendido esa noche en vela en la que Ignacio se armó caballero desarmándose! Trastocó la esencia de la caballería andante conservando su alma y poesía... y fue desde entonces ante todo compañero de Jesús.
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