EL ADULTERIO
Qué hago?
© 2009 por David Hormachea
Publicado en Nashville, Tennessee, Estados Unidos de América.
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A menos que se indique lo contrario, todos los textos
bíblicos han sido tomados de la Santa Biblia, Versión Reina-Valera 1960
© 1960 por Sociedades Bíblicas en América Latina,
© renovado 1988 por Sociedades Bíblicas Unidas.
Usados con permiso.
Diseño de la portada: Chris Ward
Fotografía de la portada: ® iStock / Dreamstime
Diseño al español: Grupo Nivel Uno, Inc.
ISBN : 978-1-60255-365-1
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Contenido
Capítulo uno: Nuestra pecaminosidad:
Una realidad innegable
Capítulo seis: El cónyuge infiel:
Pasos del envolvimiento pecaminoso
Capítulo nueve: Experiencias dolorosas actuales
para promover la fidelidad
Capítulo once: La forma constructiva de enfrentar
una experiencia destructiva
N o sé si alguna vez habrá leído un libro dedicado a los pecadores, pero si no lo ha encontrado, le presento este. Quien escribe es un amante de la Palabra de Dios y de su gracia, las cuales nunca pueden separarse. Si usted exprime la Biblia, saldrán incontables gotas de gracia; pero si la hojea, descubrirá miles de historias de pecado.
Al terminar de escribir me pregunté: ¿A quién le dedico un libro sobre un pecado tan común y tan serio como el adulterio? Por supuesto, no quería poner un nombre conocido, aunque vinieron muchos a mi mente. Podría habérmelo dedicado a mí, pero ningún autor se dedica su obra a sí mismo, o podría haberla dedicado a los cientos de pastores que me han consultado sobre el tema, y que han caído en las garras de tan tierno monstruo. O a las víctimas de un pecado que las ha dejado agonizando, o a quienes están atrapados en los dulces brazos y hermosas palabras de una relación amorosa pecaminosa, o a quienes están en peligro pues están siendo seducidos por la popularidad y simpatía de sus líderes, o por mujeres que buscan un hombre que las ame y las estimule, aunque no sea su marido. Sin embargo, decidí mejor dedicarlo a algunas personas, con nombre y apellido.
Dedico mi libro al adúltero mental, al adúltero posible, al adúltero atrapado, al adúltero escondido, al adúltero arrepentido y al adúltero rebelde. Si usted no cae en ninguna de estas categorías, prometo dedicarle mi próximo libro sobre los mentirosos.
Hablando en serio. Todos enfrentamos la posibilidad de adulterar, por lo que todos nos preguntamos: ¿qué hago? En este libro ofrezco algunas respuestas. No pude encontrarlas todas, solo hay Uno que las tiene.
E scribir esta obra fue una de las tareas más difíciles que jamás haya enfrentado pero, a la vez, una de las expresiones más honestas de mi vida, de nuestras vidas y de nuestra realidad como iglesia. He sido consultado tantas veces por tantas personas, que estoy convencido de que los pecados relacionados con nuestra sexualidad son sorprendentemente comunes. La tentación sexual es una realidad que todos vivimos, que todos quisiéramos evitar; y un tema del que pocos hablan con sinceridad, en forma directa y admitiendo su propia realidad.
Este libro no es un manual que entrega una serie de pasos que le asegurarán el triunfo sobre las tentaciones, sino un examen de nuestra realidad, una evaluación de nuestra humanidad, una mirada a nuestra pecaminosidad e imposibilidad de vivir una vida de santidad total. Además, presenta una serie de sugerencias y consejos bíblicos para luchar con todas nuestras fuerzas de modo que evitemos uno de los pecados que produce las más terribles consecuencias.
Creo que existen pasos que debemos dar, hay formas de protegernos, existen actitudes y acciones que debemos elegir, y que nos ayudan a evitar ser tan vulnerables, pero también debemos comprender que cualquier descuido, cualquier experiencia en la que se junten una serie de elementos peligrosos, puede provocar nuestra caída.
Estoy convencido de que todos somos vulnerables y de que existen situaciones en que todo parece juntarse para que se dé el momento preciso para nuestra caída. De esa trampa muy pocos se salvan. Cuando debido a nuestras ocupaciones decidimos no dar prioridad a nuestra intimidad con Dios, cuando somos jóvenes inexpertos, cuando atravesamos la crisis de la mediana edad, cuando hemos tenido una etapa planificada u obligada de abstención en nuestras relaciones sexuales, cuando nos encontramos con una mujer que es el prototipo de persona que nos agrada y nos atrae, y cuando somos atractivos para esa mujer que se encuentra en la misma situación que nosotros, nos encontramos en el momento más vulnerable, en el que precisamente Satanás influenciará nuestros pensamientos para motivarnos a tomar las decisiones más terribles.
Seguramente muchos quisieran que los pecados sexuales fueran definidos por el presidente Bill Clinton, que declaró bajo juramento que no había tenido relaciones sexuales con Mónica Lewinsky, pero después explicó que él no consideraba que el sexo oral estuviera dentro de la categoría de relaciones sexuales. Por ello él, de acuerdo a su definición, nunca ometió acto de adulterio.
Pero Jesucristo dijo algo muy diferente, y puso una barrera que es imposible de saltar sin su ayuda soberana.
Lamentablemente, para las pretensiones de quienes quieren pecar, o para quienes quieren ver la paja en el ojo ajeno, y excusarse de pecados sexuales, solo porque no han tenido relaciones sexuales físicas, nuestro espejo no es la definición clintoniana de adulterio o relación sexual, sino la estricta definición de Jesucristo.
Jesucristo declara que todo el que mira a una mujer y, por lógica, toda mujer que mira a un hombre para codiciarlo en su corazón, ya ometió adulterio, y cuando realizó tan drástica declaración nos puso una seria imposibilidad.
Piensen en las siguientes preguntas: ¿Existirá alguna persona que nunca, en toda la historia de su vida, haya apetecido, anhelado, ambicionado, repetido pensamientos sobre la posibilidad de acariciar, besar el cuerpo o una parte del cuerpo de una persona que no es su cónyuge? ¿Existirá alguna persona que nunca se ha masturbado, que nunca ha tenido pensamientos impuros, que nunca ha visto páginas pornográficas, que nunca ha codiciado a una mujer seductora y desnuda de una revista pornográfica? Si usted nunca ha pensado dos o tres veces en una parte del cuerpo de una mujer, o no ha pensado algunas veces, y con codicia, en un hombre amoroso que le ayudó, respetó, abrazó, acarició cuando usted se sentía despreciada, cuando más necesitaba; si nunca ha mirado dos o tres veces, imaginándose algo no debido, entonces, nunca ha cometido adulterio. Pero, si nos evaluamos pensando en la detallada descripción del adulterio que realizó Jesús, ¿habremos pecado todos los que en algún momento hemos suspirado, hemos disfrutado la compañía de alguna persona y luego anhelado volver a verla, y pensado en —y deseado a— esa persona, o tocado su mano o abrazado, besado en la mejilla con un deseo y una sensación diferente del saludo normal de los sentimientos naturales que experimentamos cuando nos relacionamos con la mayoría de las personas?