Feminismos
Consejo asesor:
Paloma Alcalá: Profesora de enseñanza media
Montserrat Cabré: Universidad de Cantabria
Cecilia Castaño: Universidad Complutense de Madrid
Giulia Colaizzi: Universitat de València
M.ª Ángeles Durán: CSIC
Isabel Martínez Benlloch: Universitat de València
Mary Nash: Universidad Central de Barcelona
Verena Stolcke: Universidad Autónoma de Barcelona
Amelia Valcárcel: UNED
Instituto de la Mujer
Dirección y coordinación: Isabel Morant Deusa: Universitat de València
Introducción
Me he animado a escribir este libro sin ser una experta en los temas del Islam por varias razones. Las tesis de Samuel Huntington en su conocido libro El choque de las civilizaciones siempre me parecieron inquietantes, profecías que, como nuestra historia contemporánea ha demostrado, se cumplen a sí mismas. Pero, por otra parte, propuestas como la de José Luis Rodríguez Zapatero sobre «La Alianza de las Civilizaciones» me dejaban insatisfecha, pese a lo bien intencionadas, entre otras cosas, por su falta de concreción. Tratándose de entidades tan mal definidas como complejas, la pregunta que suscita un objetivo semejante es la de qué es lo que se alía con qué. Y un elemento de respuesta a la misma podría apuntar en el sentido de que lo que hay que civilizar ante todo es «el conflicto de las civilizaciones». Civilizar teóricamente, es decir, conceptualizar adecuadamente, los términos en que se plantea. La tarea es ingente y, como es obvio, desborda las posibilidades de un grupo de investigación que he tenido la suerte de dirigir y que se embarcó por tres años en el Proyecto I+D que llevaba por título: «Feminismo y multiculturalismo. Procesos de Ilustración en el Islam y su impacto sobre las mujeres». Este título, en buena medida producto de una intuición, venía respaldado por un trabajo de investigación de muchos años del mismo equipo acerca de las relaciones entre la Ilustración europea y americana y la emergencia del feminismo. Los resultados de la misma, plasmados en numerosos trabajos, revelaron que los vínculos entre Feminismo e Ilustración son significativos y recurrentes, a la vez que complejos y atormentados. ¿No se podría acaso explorar la hipótesis de que esta recurrencia se pusiera también de manifiesto en otros contextos históricos y culturales?
En este punto topamos ante todo con el escollo del multiculturalismo, la tesis según la cual las culturas son totalidades autorreferidas y sus parámetros inconmensurables. Lo identificamos, desde la constatación de sus nefastas consecuencias para las posiciones feministas, como la primera capa del terreno que había que despejar si es que queríamos encontrar lo que di en denominar «vetas de Ilustración». Lo cual me llevó a un obligado repaso a la antropología. Y, como para las cuestiones teóricas vale también aquello de que el criminal siempre vuelve al lugar del crimen, me he detenido en este libro en una discusión con Lévi-Strauss que inicié hace la friolera de unos cuarenta años en mi tesis doctoral, que lleva por título «Ideología y pensamiento mítico. En torno a las Mitológicas de Claude Lévi-Strauss». Me sentía en la necesidad de actualizar mi ajuste de cuentas con el gran maestro en el contexto de unas preocupaciones que, en parte, enlazan y prolongan las que me llevaron a elegir ese tema de tesis en su día: la concepción lévi-straussiana de la inmanencia de las ideologías así como su convalidación acrítica del pensamiento mítico según el cual «la mujer es por doquier naturaleza» y «mediadora simbólica de los pactos entre los varones»; y, en parte, responden a la necesidad de discutir el inmanentismo del concepto lévi-straussiano de cultura del que tanto provecho pueden sacar los multiculturalistas. ¡Solo les falta que el sabio etnólogo sentencie: «No se discuten las reglas de la tribu» para ratificarlos en la justeza de sus posiciones de exaltación de la diferencia por la diferencia sin criterio normativo alguno! «¡Diferencia! ¿Cuántos atropellos no se han cometido en tu nombre? ¿Cuántas vejaciones y desgracias no ha causado la obsesión por la identidad?», exclama el Profesor de Filosofía de la Universidad de Rabat Mohammed Nour Eddine Affaya…
Frente al multiculturalismo se ha impuesto el tema de la interculturalidad. Nos resulta especialmente pertinente en el interland mediterráneo en que nos movemos, ese Mediterráneo cuyas pulsaciones escrutó Braudel en su día con tanto rigor como apasionamiento… Mohammed Affaya ha tratado esta cuestión, en la medida en que concierne a la identidad magrebí, de forma particularmente lúcida y penetrante. Parte de que
una visión crítica de lo intercultural favorece una aproximación transitiva de las expresiones culturales […] toda cultura se expone a cruzamientos, a préstamos y a interferencias; hay elementos de una cultura que intervienen en mi capital cultural sin por ello alienarme ni encerrarme en una dependencia cultural. Se trata entonces de un recurso intercultural que funda la pluralidad del campo en que la persona evoluciona.
No existe una cultura totalmente activa y otra plenamente receptiva… Se producen, aunque no en la misma medida, apropiaciones y rechazos selectivos por ambas partes. Nuestro Profesor de la Universidad de Rabat inviste el concepto antropológico de «apropiación selectiva» —de amplio uso en los estudios postcoloniales— de un sentido fuerte que lo ontologiza: se refiere así a una «selección ontológica». Y estimo que lo hace con justeza, pues nos encontramos ante opciones radicales acerca de lo que se considera realidad, que inciden en las formas de las subjetividades interculturales de un modo decisivo.
Pero esta «selección ontológica» no es por desgracia equilibrada ni simétrica: en los contextos de colonización y dominación «el intercambio funciona mucho más según los términos de lo trágico que siguiendo las voces de lo comunicativo». Aquí interviene ineludiblemente la individualidad. Pues «más allá de los fenómenos de colonización, de emigración, de mezcla y de mestizaje, la comunicación intercultural implica, en primer lugar, individualidades que llegan a transmitir, a través de sus cuerpos y de sus lenguajes, lo simbólico y lo imaginario de sus culturas. Lo vivido individualmente en el acto intercultural es determinante en toda comunicación, incluso en toda moral comunicativa». Y nuestro autor pone aquí serios y pertinentes límites al recurso a una «posición normativa» que podría correr «el peligro de evitarnos afrontar la cuestión compleja de la pluralidad y comprometernos en un lenguaje de certidumbres y de buenas intenciones». Sería, desde luego, indeseable que la ética se convirtiera aquí en un ersatz de la política en tanto que cómplice de la actitud de renegación de la complejidad de lo real. En lugar de ello, pide «una interculturalidad crítica (como posible) horizonte real para pensar la identidad en su pluralidad».
El tema de la subjetividad es tratado de forma recurrente en todo mi trabajo desde una perspectiva existencialista y feminista. En este libro he puesto de manifiesto mi interés por lo que conceptualizo como sujetos emergentes, «los nuevos grupos sociales» que protagonizan y cuya actividad nutre lo que llamamos «las vetas de Ilustración». Los sujetos emergentes vendrían a representar identidades con subjetividad por antonomasia. Pues, en tanto que sujetos ilustrados, sus identidades han sido atravesadas por las mediaciones crítico-reflexivas que representan los nuevos estándares epistemológicos y normativos que determinados cambios históricos les han hecho asumir y que ellas, en la labor de esta asunción misma, han configurado a su vez en buena medida. Por otra parte, aunque centro, como no podía ser de otro modo, mi enfoque de la subjetividad desde el punto de vista de su «subtexto de género», me interesan aspectos de la textura de las subjetividades que, con Rosi Braidotti, podríamos llamar «nomádicas» sin comprometernos con todos los presupuestos teóricos desde los cuales nuestra autora elabora esta noción (básicamente, su dependencia de Luce Irigaray y sus críticas a Deleuze desde posiciones postmodernas). Por mi parte, entiendo que debemos asumir como un deber político e intelectual el hacer de caja de resonancia de estas posiciones equilibradas y lúcidas en orden a diseñar una «modernidad planetaria» (Al-Yabri) diferente a la globalización realmente existente en que nos vemos obligados a funcionar.
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