Ahora bien, los padres no son los únicos responsables del trastorno de narcisismo, sino que deviene de una mezcla del carácter, la familia, la sociedad, la cultura y las propias experiencias.
© del texto: Adriana Royo, 2018
© de esta edición: Arpa & Alfil Editores, S. L.
Manila, 65 — 08034 Barcelona
arpaeditores.com
Primera edición: septiembre de 2018
ISBN: 978-84-16601-94-3
Maquetación: Àngel Daniel
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Adriana Royo
Falos y falacias
sumario
A mi familia y a Daniel Bravo,
por enseñarme a quererme sin máscara
Introducción
¿Te engañas a ti mismo? ¿Alguna vez te has engañado pensando que cuando acabes de pagar los plazos del coche todo irá mejor?, ¿que eres especial y has venido a este mundo para sobresalir? ¿Te engañas creyendo que aguantando a tu novia fortalecerás la relación y todo volverá a ser como antes? Incluso… ¿te engañas pensando que tú no te engañas? Puede ser que tengas alguna perversión secreta y hayas de esconderla hasta de ti mismo. Puede ser que seas adicto a sentirte deseado constantemente y eso engorde tu histrionismo. Puede que tu pareja no te ponga, que te sientas fea y celulítica, o puede que te veas con un pene apocado y lo compenses con una actitud endiosada. La realidad es que, como mortales, enmascaramos nuestras deficiencias en forma de falsas virtudes con tal de ser aceptados y amados. Nos engañamos y engañamos al otro, nos relacionamos partiendo de la estafa. ¿Cómo van a ser, entonces, nuestras relaciones con los demás? ¿Cómo va a ser el sexo que tengamos? Pues impactantemente mentira.
Gran parte de nuestras decisiones no son realmente nuestras, sino que nos han sido sugeridas e impuestas desde fuera. La mayor parte de nuestra personalidad se construye en referencia a los demás, y con tal de sentirnos amados y aceptados nos adaptamos y nos mecanizamos hasta tal punto que dejamos de ser nosotros mismos. Así es como la lucha por pertenecer a un grupo y no sentirnos solos acaba matando nuestra individualidad. Forjamos nuestras opiniones y acciones según un código moral externo, según nuestros miedos, y eso es lo que acabamos llamando identidad. En realidad, en ningún momento de nuestro adiestramiento nos enseñan a cuestionar nuestros deseos o a examinar las decisiones que tomamos en nuestra vida. ¿Cumples con los compromisos sociales por gusto o por culpa? ¿Complaces al otro por miedo a la confrontación? ¿Eres monógamo por inercia o lo has escogido libremente? Estás soltera y buscas un marido desesperadamente: ¿es por presión o por gusto?
Vendemos una parte de nosotros y renunciamos a nuestra particularidad real para seguir enroscados en las exigencias del entorno. A partir de ahí, nos comportamos como robots desde una inercia inconsciente, como cuando vamos en coche y de pronto no sabemos cómo hemos llegado a nuestro destino. Piloto automático mode on . Tenemos sexo en modo automático, nos ennoviamos en modo automático, nos casamos en modo automático y tenemos hijos en modo automático. Un momento… ¿Tenemos sexo en modo automático? ¿Nos chupamos de modo automático? ¿Nos acariciamos de modo automático? ¡Nuestro inconsciente rige nuestros polvos! Con tiempo y un poquito de ignorancia, lograremos persuadirnos a nosotros mismos de que somos amos y dueños de nuestras vidas, cuando, en realidad, somos esclavos de
nuestro propio engaño.
Tenemos una moral tan adoctrinada en lo socialmente correcto que cualquier acto que agite nuestras creencias podría causarnos un miedo terrible, pero también podría ser liberador. La sociedad y la cultura presionan, pero ¿y si el problema no estuviera solamente fuera, sino también en nosotros mismos? La sociedad actual fomenta una autoestima basada en un narcisismo que demanda aparentar no solo en un plano físico, sino que exige también un estilo de vida sublime y perfecto, sin lacras ni deficiencias, eliminando cualquier pensamiento considerado malo, inmoral, injusto o perverso. La autoestima ya no depende tanto de uno mismo, sino de ese juicio interno que proviene del exterior y que nos dicta cuál es el ideal. Uno no se quiere por cómo es, sino por cómo le ven. Tampoco tiene vínculos profundos, sino más bien frívolos y superficiales, a expensas del otro, para personificar así una postal idílica y perfecta, carente de dolor, miedo u odio. Ya no hay rostros en las personas, sino máscaras que traban una comunicación real. En esta época narcisista, el engaño es la moneda de cambio de los vínculos afectivos. Cuanto más narcisismo, más autoengaño.
Siempre he sido una apasionada de estudiar el autoengaño, ¡imaginaos cuando me di cuenta de cómo abundaba en el terreno sexual! Eso tenía que ponerlo por escrito.
Como psicoterapeuta trato a mis pacientes a nivel sistémico, es decir, no solo me interesa ver cómo se interrelacionan las distintas partes que lo conforman, como sus pensamientos, sus emociones o sus instintos, sino también su educación, su familia o su entorno. El ser humano es algo más que la interacción entre sus experiencias pasadas, sus circunstancias presentes o sus deseos, por lo que nunca se debe tratar aisladamente, sino contemplarse como una totalidad. Si por ejemplo tenemos un problema sexual como una disfunción eréctil, lo más seguro es que también se extienda a otros aspectos de nuestra vida y nos sintamos impotentes ante nuestro jefe o nuestra madre. Nuestras relaciones sexuales son un reflejo de otros aspectos de nuestra vida —dime cómo son tus relaciones sexuales y te diré cuál es tu patología. La sexualidad solo constituye una parte de la dimensión del ser humano, pero puede revelar mucha más información de la que creemos, y suficientemente interesante como para escribir este libro. Así que hace un tiempo decidí hacer una investigación de campo: realicé entrevistas a cien mujeres y a cien hombres de entre quince y setenta años de distintos estatus sociales y diferentes orientaciones sexuales. De entre las mujeres, el 81 % afirmaron haber fingido la excitación y el orgasmo en varias ocasiones con la mayoría de sus parejas y amantes. En cambio, el 71 % de los hombres entrevistados afirmó que nunca les habían fingido un orgasmo. Estamos hablando de muchas mujeres insatisfechas y de muchos hombres engañados.
Hay mil guías y manuales de sexo: lo que debes y no debes hacer, lo que te recomiendan y lo que te prohíben. Mil ensayos clínicos psicopatológicos en los que será bastante probable que debas estudiarte quinientos tomos, perdiendo tiempo de vida con chapas casposas de psicoanálisis —que a mí me encantan—, y leyendo la misma frase una y otra vez durante media tarde. Hay millones de libros sobre sexualidad, pero escasea la lectura que sacuda al lector para que se plantee si quiere seguir viviendo entre sus ignorancias.
Es muy fácil acatar una ideología, una doctrina, y seguirla a pies juntillas y así descansar de la responsabilidad de pensar por uno mismo. Buscamos afanosamente ese libro milagroso, esa persona salvadora, ese método infalible que solucione nuestros problemas, pero no existe. Lo único que podemos hacer como individuos es practicar la autocrítica y el autoanálisis como filtro para desarrollar nuestras propias convicciones. Como señalaba Foucault, «la serie de prácticas humanas que materializan la sexualidad son los saberes, los poderes y la manera en que uno se relaciona consigo mismo». Al final, el que no se escucha a sí mismo es incapaz de tener una buena sexualidad.
En este libro, haremos un recorrido narcisista a través de las máscaras de la apariencia, desde lo más instintivo del ser humano, como el uso de la pornografía, hasta la sofisticación más compleja de nuestra sexualidad, como los autoengaños en pareja o las relaciones de poder. Puede que estés de acuerdo con lo que se dice, puede que no, no es importante. Lo interesante es que te haga reflexionar acerca de ti mismo, de tus miedos, tus deseos y tus particularidades más íntimas, de tus autoengaños.