Carlos Fernández Liria - El Materialismo
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El Materialismo: resumen, descripción y anotación
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esther morcillo • fernando cabrera
© Carlos Fernández Liria
© EDITORIAL SÍNTESIS, S. A.
Vallehermoso 34
28015 Madrid
Tel 91 593 20 98
http://www.sintesis.com
ISBN: 978-84-995818-6-6
Impreso en España - Printed in Spain
Reservados todos los derechos. Está prohibido, bajo las sanciones penales y el resarcimiento civil previsto en las leyes, reproducir, registrar o transmitir esta publicación, íntegra o parcialmente por cualquier sistema de recuperación y por cualquier medio, sea mecánico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia o por cualquier otro, sin la autorización previa por escrito de Editorial Síntesis, S. A.
A mi hijo Eduardo
Índice
Agradecimientos
Es imprescindible advertir que, en la resolución de la pregunta a la que he intentado responder, la obra de Felipe Martínez Marzoa ha intervenido como una pieza fundamental cuya trascendencia sólo puede sopesarse en el curso de la lectura de este libro. Lo mismo tengo que decir de la forma en que, en todas las referencias a Kant, he tomado prestados muchos argumentos decisivos expuestos por M.a José Callejo en el seminario que desde hace años imparte en la Universidad Complutense de Madrid. Agradezco también a Juan Manuel Navarro Cordón que me propusiera y me inspirara la idea de este libro. A Santiago Alba, todos sus consejos y su apoyo. No puedo dejar de expresar mi agradecimiento a los alumnos de quinto del curso 1996‐1997 que tuvieron la paciencia de atender a la constitución de su desarrollo teórico, permitiéndome contrastar la pertinencia de mi hilo conductor. En especial, tengo que reseñar la colaboración de Cora Rodríguez Sáenz de la Calzada, en lo referente a la obra de Schelling, y de Ana Isabel Hernández Naranjo, respecto a Hegel y a Aristóteles.
La ilusión hegeliana
y el materialismo
No se convence con facilidad al pueblo alemán; pero una vez que se ha lanzado por un camino, lo seguirá hasta el fin con la más terca constancia: lo que fuimos en los asuntos religiosos, lo fuimos en filosofía. ¿Avanzaremos en política con tanta perseverancia?
E. Heine
1.1. Marx y el materialismo
El 14 de enero de 1858, Marx escribe a Engels que, ʺwith an immense deal of tabaccoʺ [con una enorme cantidad de tabaco], ha hecho en esos días ʺmagníficos hallazgosʺ.
Por ejemplo, he captado en el aire toda la teoría de la ganancia tal como existía hasta ahora. En el método de la elaboración del tema, hay algo que me ha prestado un gran servicio: by mere accident había vuelto a hojear la Lógica de Hegel. (Freiligrath ha encontrado algunos libros de Hegel que habían pertenecido antes a Bakunin y me los ha enviado como regalo.) Si alguna vez vuelvo a tener tiempo para este tipo de trabajo, me proporcionaré el gran placer de hacer accesible, en dos o tres pliegos impresos, a los hombres con sentido común, el fondo racional del método que Hegel ha descubierto y al mismo tiempo mistificado.
Es sabido que, por lo visto, Marx nunca tuvo tiempo de escribir esos ʺdos o tres pliegosʺ que presumiblemente se habrían convertido en el Manifiesto del materialismo , ahorrando así tantos quebraderos de cabeza a la historia de la filosofía. Por el contrario, algunas cosas llaman la atención en esta carta. Cuan‐ do Marx habla de ʺmagníficos hallazgosʺ se refiere a cosas tales como la teoría de la ganancia. ʺPor pura casualidadʺ ha leído esos días a Hegel, lo que parece haberle prestado un gran servicio, que él está dispuesto a agradecer nada menos que con unas pocas páginas impresas.
La tradición marxista consideró a Marx el fundador del materialismo dialéctico y del materialismo histórico. Las historias de la filosofía al uso lo consideran en todo caso el filósofo materialista por antonomasia. Como meros estudiosos de su obra, sin embargo, tiene que resultarnos chocante que Marx haya fundado algo sobre lo que nunca tuvo tiempo de escribir. Y lo que es más grave aún: algo que él pretendía dar por resuelto en dos o tres pliegos. Nada, en la historia de la filosofía, se funda en dos o tres pliegos. Mientras tanto, allá donde observamos a Marx estudiando, leyendo y escribiendo, interesado en lo que le interesaba, lo encontramos siempre –y cada vez más según va madurando su pensamiento, a partir de 1850– trabajando en, tal y como dice en el Prefacio (1859), ʺsus estudios económicosʺ –estudios que habían sido iniciados ya en Miseria de la filosofía (1847) contra Proudhon y en una serie de conferencias publicadas bajo el título de Trabajo asalariado y que se habían visto interrumpidos en la fecha crucial de 1848.
Aparte de estas páginas que nunca existieron, la batería de textos de Marx a los que suele recurrirse para fundamentar su revolucionario e insólito, hasta el momento, ʺmaterialismoʺ sorprende por lo repetitiva y escuálida. Fundamentalmente, se trata de apenas dos páginas (no publicadas) de la Introducción a los Grundisse (1857) y un pequeño texto de una página, comentado hasta el agotamiento por la tradición, contenido en el Prefacio a la Contribución a la crítica de la Economía política (1859), que pasa por ser el acta fundacional del materialismo histórico. La cosa empeora si se pretende encontrar en las mil veces repetidas Tesis sobre Feuerbach– un puñado de frases escritas en 1845 y jamás publicadas por el autor – algún principio teórico capaz de hacer tambalear el bien asentado monumento del idealismo hegeliano. Con semejantes textos uno puede muy bien imaginarse a Hegel, pero no comprender nada de él. Y puede imaginarse que el materialismo consiste en escapar a la trampa idealista así imaginada, pero, al fin y al cabo, no se ha hecho, de un lado a otro, sino imaginar. Por este camino, cualquier principiante en la historia de la filosofía podría mostrar su sorpresa ante la inmensa dificultad que supone ser idealista –Fichte, Schelling, Hegel, no son autores que se lean en pocos meses ni en pocos años–, comparada con la facilidad asombrosa con la que uno se vuelve materialista en dos o tres pliegos. Es más, algo debía de andar muy mal en esta forma de plantear las cosas cuando Bakunin puede, finalmente, resumir todo el problema en una línea:
¿Quiénes tienen razón, los idealistas o los materialistas? Una vez planteada así la cuestión, vacilar se hace imposible. Sin duda alguna los idealistas se engañan y sólo los materialistas tienen razón. Sí, los hechos están antes que las ideas (1871: /33).
Aún sorprende más el hecho de que, siendo el idealismo tan difícil y el materialismo tan de sentido común, en la historia del materialismo no se haya cesado nunca de acusar de idealismo no sólo a los enemigos, sino a los colaboradores más cercanos, y eso sin mencionar ciertas autocríticas demoledoras, generando un campo de batalla de ʺenemigos internosʺ sólo superado por la purga política permanente que caracterizó a las internacionales comunistas. Sucede así, más bien, como si desde la inmensa dificultad de los textos del idealismo histórico hubiera un vicio irresistible que tomara la palabra espontáneamente en cuanto el materialismo ha bajado la guardia en el más mínimo parpadeo.
Estas cuestiones y perplejidades no se plantean hoy por primera vez. Al contrario, fueron el objeto de un laborioso debate interminable en las décadas de los sesenta y setenta, fundamentalmente a partir de la publicación del seminario Lire le Capital (1965b) (traducido al español bajo el título Para leer El capital) , en el que participaron Louis Althusser, Etienne Balibar, Jacques Rancière, Pierre Macherey y Roger Establet. Los artículos de Althusser recogidos en Pour Marx (1965a) (en español: La revolución teórica de Marx) contribuyeron también a dar un vuelco a la cuestión. En adelante el lema de ʺleer El capitalʺ se convirtió en el imperativo imprescindible de la tradición mar‐ xista y, para sorpresa de muchos, se hizo patente lo poco que, en efecto, se había leído la obra fundamental de Marx –y en todo caso, lo muy mal que se había hecho.
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