Glenn Parrish - Investigacion a un Oraculo
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- Libro:Investigacion a un Oraculo
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- Editor:Editorial Bruguera, S.A.
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GLENN PARRISH
INVESTIGACION A UN ORACULO
Colección
LA CONQUISTA DEL ESPACIO n.º 55
Publicación semanal
Aparece los viernes
EDITORIAL BRUGUERA, S. A.
BARCELONA – BOGOTÁ – BUENOS AIRES – CARACAS – MÉXICO
Depósito legal: B. 24.599 - 19
Impreso en España - Printed in Spain .
1ª edición: agost o , 19
© GLENN PARRISH - 1971
s obre la parte literaria
© JORGE NUÑEZ - 19
sobre la cubierta
Concedidos derechos exclusivos a favor de EDITORIAL BRUGUERA, S. A.
Mora la Nueva, 2. Barcelona (España)
Impreso en los Talleres Gráficos de Editorial Bruguera, S. A.
Parets del Vallès (N-152, Km 21,650) Barcelona – 197
Todos los personajes y entidades privadas que aparecen en esta novela, así como las situaciones de la misma, son fruto exclusivamente de la Imaginación del autor, por lo que cualquier semejanza con personajes, entidades o hechos pasados o actuales, será simple coincidencia
ULTIMAS OBRAS PUBLICADAS EN ESTA COLECCION
50. — La espada y los brujos , Curtis Garland.
51. — Rescate en Marte, Glenn Parrish.
52. — Año 2000: fin del mundo, Keith Luger
— ¡Devorados! Ralph Barby.
54. — Los supervivientes, Marcus Sidéreo.
CAPITULO PRIMERO
Había bastante animación en el vestíbulo del hotel. Se veían algunos policías y muchos periodistas, sobre todo "cámaras" con sus aparatos al hombro, desde la simple cámara de fotografiar hasta la de televisión. Se esperaba la salida de un hombre importante.
Frank Bárez figuraba entre los reporteros gráficos. El hombre importante se le importaba un pito; a decir verdad, le fastidiaba, pero tenía que tomarle unas cuantas placas. A él le hubiera gustado más otro tipo de reportaje, pero sabía que era imposible.
Bostezó aburridamente. En torno a él, se oían rumores de conversaciones, retazos de frases, comentarios más o menos mordaces... Todos, sin excepción, versaban sobre el personaje importante.
Y sobre su futuro.
—La política se ha acabado para él.
—Yo creo todo lo contrario; ahora es cuando empujará con más fuerza a sus rivales...
—Pero le han hecho un pronóstico funesto.
—¡Bah! ¿Quién hace caso de los augurios del Oráculo?
—Hasta ahora, siempre han sido ciertos.
—¡Tonterías! Si uno fuese a hacer caso de todos los adivinadores y charlatanes que corren por ahí...
—¿Que corren? Vamos, hombre; que esperan a que los tontos vayan a ellos para sacarles el dinero.
—Lo mismo da. A ese fulano, el Oráculo le dijo que prácticamente estaba kaputt , así que figúrate lo que puede pintar ya en política...
Frank Bárez se preocupó al oír aquellas palabras.
¿Sería verdad que todo cuanto profetizaba aquel misterioso personaje a quien llamaban simplemente el Oráculo se hacía realidad en el momento adecuado?
—Esto es absurdo —masculló en alta voz—. Estamos en pleno siglo veinte. ¿Por qué hemos de creer en los augurios de un chiflado?
Pero nadie prestó atención a sus palabras.
—Hace tres años, vaticinó la desintegración de Fong-Song IX —decía uno—. Los que creyeron en el Oráculo y se largaron del planeta, vivieron. Los demás, se convirtieron en polvo, como Fong-Song.
—Pues vaya trabajo el de ese tipo. Si se ha de pasar la vida predicando el futuro de todo y de todos...
—¡Pedazo de idiota! ¿Crees que acepta emitir una predicción sobre el futuro de cualquiera? Hay que tener mucha categoría para conseguir que él prediga tu futuro.
—¿El o ella?
—¿Y qué más da? El sexo del Oráculo no importa...
—¿Cómo que no importa? Es que no sabemos si es hombre o mujer; nadie le ha visto jamás.
—Sí, ya lo sé: y si alguien consiguiera hacerle una fotografía, se haría de oro, pero...
—¡Ahí baja Moore-Linz! —gritó uno de pronto.
El vestíbulo se puso en ebullición inmediatamente. Decenas de objetivos fueron encarados hacia la figura que descendía pomposamente por la escalera, rodeada por una corte de secretarios y guardaespaldas.
Sonaron también algunos aplausos. Bárez estuvo a punto de disparar una placa, pero se contuvo.
"Aún es pronto", pensó.
Los otros periodistas rodeaban a Henry Moore-Linz, aspirante al cargo de gobernador general. Era un hombre alto, con aspecto de aficionado a la buena vida, de rostro ligeramente sanguíneo y con cierta propensión a la calvicie. Dos encantadoras muchachas, sucintamente ataviadas, formaban parte de su séquito y distribuían sonrisas y saludos por todas partes con graciosos ademanes.
Los informadores iniciaron su interrogatorio:
—Honorable, ¿es cierto que se presenta para gobernador general?
—Muy cierto —confirmó Moore-Linz.
—En ese caso, abandonará el Gobierno Regional de Tsaria V I.
—Es lo menos que puedo hacer, ¿no creen?
—La ley permite simultanear ambos gobiernos...
—Pero, políticamente, no es ético. Cualquier decisión que tomase en favor de Tsaria VI como G.G. sería interpretada como favoritismo por seguir también como G.R.
Algunos aplaudieron aquella virtuosa respuesta. Otros opinaron que se trataba, simplemente, de autobombo.
Junto a Bárez alguien masculló:
—Ese caimán favorecerá al Gobierno Regional del que más jugo pueda chupar.
—Señor Moore-Linz —dijo otro periodista—; supongamos que le eligen para el cargo de G.G...
—Amigo mío —atajó el político—; usted tiene muy poca confianza en mí. Debe darme ya por elegido como G.G.
—Bien, señor. En ese caso, ¿cuál será su primera decisión como gobernador general?
—Invitarle a usted a una copa, amigo mío —respondió Moore-Linz entre el jolgorio y la algazara generales.
—Pero ¿de veras cree que llegará a ocupar el sillón de G.G.?
—Y ¿quién me lo va a impedir si, como todos los sondeos indican, salgo elegido?
—Se dice que usted consultó con el Oráculo, señor Moore-Linz. ¿Es cierto?
Hubo un momento de silencio, incluso de embarazoso desconcierto, observó Bárez. Luego, uno de los secretarios del político alzó la mano.
—El señor Moore-Linz juzga esa pregunta muy impertinente.
—Si le eligen, deberá sus votos al pueblo —declaró otro reportero—. Y el pueblo querrá saber si consultó al Oráculo o no.
—La respuesta sigue siendo...
Moore-Linz hizo un ademán y cortó las palabras de su secretario.
—Usted tiene razón, amigo —dijo—. El pueblo me elegirá y yo me deberé al pueblo, como ya me debo desde ahora. Por tanto, la respuesta a la pregunta formulada es afirmativa. Sí, consulté al Oráculo.
—Y ¿cuál fue la respuesta?
Moore-Linz se echó a reír.
—Hace tiempo ya que dejé de jugar apuestas en el Hipódromo. Cada corredor tenía su penco favorito. Jugué a todos los favoritos y jamás gané un céntimo.
Sonaron risas. El sentido de la respuesta era evidente.
—Así, pues, ¿no cree en los vaticinios del Oráculo?
—No; y si consigo el cargo, lo primero que haré será presentar una ley que prohí ba las profecías y extirpe esa detestable casta de adivinos y augures, que no hacen otra cosa que sacar dinero a los incautos. Estamos en pleno siglo XXIII y en uno de los planetas más civilizados de la Galaxia. Creer en los augurios de tal o cual persona es estúpido.
—En tal caso, ¿por qué consultó usted al Oráculo?
—Precisamente para tener un arma en mis manos cuando salga elegido G.G. Nadie podrá decir que ataco un problema sin conocerlo a fondo teórica y prácticamente.
Sonaron más aplausos. El importante hombre público se dispuso a abandonar el hotel.
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