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L. Jellyka - El Señor del tren

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L. Jellyka El Señor del tren

El Señor del tren: resumen, descripción y anotación

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Una chica va a un viaje en un tren para visitar a una amiga, en el tren se encuentra a un Señor. Para pasar el tiempo juegan el juego de la ¨verdad¨, Es decir solo contestar con la verdad. El Señor astuto y grosero le preguntas cosas muy excitantes e indecentes,la chica se pone sorprendida pero también muy caliente pasando cosas muy intensas y muy emocionantes...

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El Señor del tren — leer online gratis el libro completo

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Una chica va a un viaje en un tren para visitar a una amiga, en el tren se encuentra a un Señor. Para pasar el tiempo juegan el juego de la ¨verdad¨, Es decir solo contestar con la verdad. El Señor astuto y grosero le preguntas cosas muy excitantes e indecentes,la chica se pone sorprendida pero también muy caliente pasando cosas muy intensas y muy emocionantes...

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L. Jellyka

El señor del tren

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El Señor del tren Llevaba unos días de vacaciones y estaba de lo más aburrida - photo 3

El Señor del tren

Llevaba unos días de vacaciones y estaba de lo más aburrida cuando llegó a mi móvil un mensaje de mi amiga preguntándome por mis vacaciones.

-Aquí, aburrida como una ostra

-Ven a verme pues –me dijo resolutiva

-No quiero molestar

-No molestas

Al final llegamos a un acuerdo, yo consentí en ir solo al convencerla de que me alojaría en un hotel, cerca pero no con ellos que estaban en una casa alquilada junto con otros familiares de su marido.

Miré unos billetes en internet y solo quedaba sitio en un tren que salía esa misma noche y llegaba por la mañana; miré un vuelo pero se salía de madre al ser con tan poco tiempo y al final me decidí a coger ese tren nocturno.

Preparé a toda prisa las cosas que iba a llevarme para el fin de semana y tras avisar a mi adorada vecina y dejarle una llave me fui a la estación.

Estaba con la adrenalina a tope tras la rapidez con la que se había desarrollado todo y apenas había comido nada desde esa mañana. Como aún faltaba una hora entre en el bar de la estación y me pedí un bocata, que devoré junto a una cervecita bien fría.

Me sentía pletórica con la perspectiva de tres días de playa, por volver a ver a mi amiga después de dos semanas y como no animada por haber comido y por la cervecita.

Me fijé en la gente que esperaba el tren; me gustaba fantasear inventando sus vidas en mi mente fértil.

Había una parejita joven, que se devoraban mutuamente sin pensar en nada que no fuera devorarse; al lado una pareja de edad avanzada, discutían sobre algo que ella leía de una revista; un poco más lejos una pareja de mediana edad con dos críos charlaba animadamente mientras los niños jugaban a sus pies. Seguí mirando y había un grupito de gente joven charlando a gritos y riendo entre ellos, eran más de quince. No me sentí identificada con ninguno de los presentes, hasta que casi a punto de llegar el tren se nos unió alguien más, un hombre se sentó a mi lado.

-Buenas noches –dijo y al momento su olor varonil invadió mis fosas nasales

-Buenas noches, veo que hoy hay algo de jaleo. Normalmente estoy casi solo –dijo abriendo un periódico y dando por finalizada la mini charla

Miré al desconocido de soslayo antes de decirle.

-Con tanto jaleo, espero que se tranquilicen para el viaje, porque ya me estoy arrepintiendo de haber cogido un billete en butaca en vez de un apartado compartimiento.

-Pues yo lo prefiero, sale algo más caro, pero cuando has hecho el recorrido de cinco horas entre tanta gente terminas dándote cuenta que vale la pena pagar la diferencia.

-Vaya tendría que haber hablado con usted antes –le dije con una de mis mejores sonrisas

El me miró y al momento siguió leyendo el periódico aislándose de nuevo.

Ese hombre había captado plenamente mi atención y empecé a fantasear con que vida llevaría fuera de ese andén de tren.

Miré de reojo la alianza que lucía en su dedo, pensé que tendría unos cincuenta y algo, como a la mitad entre los cincuenta y los sesenta. Por su manera de vestir deduje que tendría un cómodo y bien pagado trabajo ya que le permitía el lujo de llevar un traje y unos zapatos que gritaban que costaban más de lo que yo cobraba en un mes. Entonces me surgió una pregunta.

-¿Porque el tren y no el avión?

-Odio volar y lo evito todo lo que puedo –solo al oír la respuesta supe que había hecho la pregunta en voz alta

-Lo siento no era mi intención…

-No pasa nada, no se preocupe

Debía llevar una vida ordenada ya que estaba muy bien para la edad y eso solo es posible si alguien se cuida. Aunque algo hosco me pareció muy educado en todo momento, ese desconocido acababa de despertar un morbo inusual en mí y de repente mis fantasías fueron por otro cauce, durante unos segundos imaginé como seria sentir sus grandes y cuidadas manos recorrer mi cuerpo.

En ese mismo instante llegó el tren y nos separamos, el subió en el vagón continuo al mío y aunque lo perdí de vista no dejé de pensar en ese desconocido que a pesar de no ser mi tipo me ponía un montón.

La primera hora fue caótica, se entremezclaban conversaciones varias y no logré concentrarme un solo minuto en mi lectura, concienciada que ya no iba a lograrlo me dispuse a estirar las piernas y huir de ese caos. Me metí en el baño y al salir pude ver al desconocido que tanto me había afectado en el pasillo, él me sonrió y decidida fui hacia donde estaba.

-¿De paseo?

-Estoy algo agobiada, pero al menos he aprendido que a veces es mejor rascarse el bolsillo –dije con una sonrisa

No pude evitar mirar hacia su cubículo, en el había dos cómodos sillones reclinables que seguro se convertían en cama y sin poder evitarlo mi mente voló y me imaginé retozando allí con ese hombre maduro y apetecible.

-Yo me he quedado sin lectura, olvidé coger mi libro electrónico y me aburro como una ostra sin un ápice de sueño.

-Vaya –dije como una tonta afectada por su cercanía, su olor y el magnetismo que ejercía sobre mi tonto cuerpo

-Voy a proponerte algo, sin intención de ofender

Todo mi cuerpo se mantuvo en alerta y a la expectativa mientras le oía hablar.

-Te propongo algo: tú te agobias y yo tengo un cómodo sitio de sobra. Te lo cedo si accedes a jugar a un juego

Me quedé mirándole con los ojos como platos sin articular palabra.

-Somos dos desconocidos que no tienen nada en común, en un tren, una noche de verano. Siento curiosidad por ti y me gustaría charlar con alguien como tú, saber cosas que no contarías a un amigo y yo haré lo mismo, simplemente hablar de cosas que solo hablaría con un desconocido al que posiblemente no volveré a ver jamás. Pero con una regla, solo la verdad, si no estás dispuesta a ello no vuelvas con tus cosas en cinco minutos.

-¿Porque yo?-pregunté antes de volver a mi sitio

-Porque me encantó la forma en que devoraste el bocadillo en ese bar, parecías comerte el mundo y porque en mi mundo nadie es tan espontaneo como pareces ser tu a juzgar por tus preguntas y tus miradas de soslayo en el andén antes de subir al tren.

Volví a mi asiento rumiando su propuesta, cada célula de mi cuerpo quería coger la bolsa y regresar junto a él, pero el miedo a lo desconocido me sentó en mi asiento.

Durante unos minutos recordé su olor, el cosquilleo que recorrió mi columna cuando este se acercó para hablarme y una vocecilla me dijo que me quedara en mi sitio, aunque al momento una voz más potente me gritó que recorriera ese pasillo y cogiera el toro por los cuernos, para explorar lo que seguro sería una experiencia nueva digna de ser recordada.

Sin darme apenas cuenta cogí mi bolsa y levité por el pasillo, toqué con los nudillos y él me dejo pasar.

-Ponte cómoda, voy a por unos refrescos.

Me senté en el sillón que parecía no estar ocupado por él y esperé a que regresara.

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