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SUSAN STEPHENS - Soledad amarga

Aquí puedes leer online SUSAN STEPHENS - Soledad amarga texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 2013, Editor: Harlequin Ibérica S.A., Género: Detective y thriller. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

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SUSAN STEPHENS Soledad amarga

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Editado por HARLEQUIN IBÉRICA SA Núñez de Balboa 56 28001 Madrid 2012 - photo 1

Editado por HARLEQUIN IBÉRICA, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

© 2012 Susan Stephens. Todos los derechos reservados.

SOLEDAD AMARGA, N.º 78 - marzo 2013

Título original: The Argentinian’s Solace

Publicada originalmente por Mills & Boon®, Ltd., Londres.

Publicada en español en 2013

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con permiso de Harlequin Enterprises II BV.

Todos los personajes de este libro son ficticios. Cualquier parecido con alguna persona, viva o muerta, es pura coincidencia.

® Harlequin, logotipo Harlequin y Bianca son marcas registradas por Harlequin Books S.A.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

I.S.B.N.: 978-84-687-2682-3

Editor responsable: Luis Pugni

Conversión ebook: MT Color & Diseño

www.mtcolor.es

Capítulo 1

Tenía que dejar de mirar al hombre que estaba en la orilla porque atracar aquel viejo barco era más importante, pero aquel extraño era como una fuerza natural. Tenía la mirada penetrante e inquebrantable y un físico que Maxie no había visto jamás. Era alto, fuerte y estaba moreno, tenía el pelo negro y alborotado y unos ojos de lo más peligrosos. Además, llevaba un pendiente de aro dorado y unos vaqueros amplios y caídos, tan caídos que dejaban al descubierto unos abdominales perfectamente marcados, capaces de quitarle el hipo a cualquiera...

«Si pienso en su cara de malas pulgas, recuperaré la concentración».

Había conseguido navegar hasta allí y no pensaba darse por vencida ahora. Había sido un milagro conseguir llevar el pesquero de arrastre sin motor hasta allí con las enormes olas que había. Acababan de salir del puerto cuando el capitán se había declarado fuera de juego al haber consumido una botella entera de whisky escocés. Maxie no tenía mucha idea de cómo navegar en un barco de vela, pero se había hecho con el timón y lo estaba haciendo como mejor podía.

A juzgar por cómo la estaba mirando el hombre que había en el muelle, supuso que esperaba que no fuera capaz de atracar. Tenía los brazos cruzados sobre el pecho y la miraba con desprecio y burla.

–Bienvenida a la Isla de Fuego –murmuró Maxie.

Sin embargo, por muy desagradable que fuera el comité de bienvenida, estaba dispuesta a atracar aquel maldito barco y lo iba a hacer aunque fuera lo último que hiciera, lo que bien podría suceder porque la proa del pesquero acababa de encallar en el muelle. Menos mal que el capitán acababa de salir a la cubierta, justo a tiempo de hacerse cargo del timón. Los enormes nubarrones negros vaticinaban que el tiempo no iba a cambiar, lo que para una organizadora de bodas en viaje de inspección para una novia emocionada era un horror.

Desde luego, si el hombre que los estaba esperando en la orilla trabajaba para los Acosta, propietarios de la isla, necesitaba un curso en el arte de dar la bienvenida a los invitados antes de la boda.

Maxie intentó no mirarlo a la cara. Siempre le podía decir a Holly que la isla no le había gustado. No, no podía hacerlo. Había visto castillos escoceses en lugares peores transformados en palacios de cuentos de hadas en un día primaveral y châteaux franceses que revelaban toda su gloria cuando brillaba el sol. Además, confiaba en Holly, la novia, que era una chica inteligente. Junio era un mes estupendo para casarse y, si ella quería casarse en ese mes y en ese lugar, Maxie lo haría realidad por mucho que el hombre de la orilla le molestara.

¡Dios mío! ¿Qué le traía la tormenta? Una violeta empapada y delgada como un alfiler que tenía...

«Una puntería muy buena», pensó Diego mientras agarraba la cuerda que la chica había lanzado con fuerza y precisión.

Pero ¿qué hacía llevando el barco de Fernando? ¿Cómo se le había ocurrido salir a navegar con aquel tiempo?

–¿Está usted listo? –le preguntó dispuesta a lanzar una segunda amarra.

Diego tenía una pierna lesionada y podía moverse a la mitad de la velocidad que ella. En cuanto se hubo girado, cojeó todo lo rápido que pudo para colocarse en el lugar adecuado y que no lo viera cojear.

–Allá va –le advirtió ella con una voz ligera y musical que consiguió, sin embargo, abrirse paso a través del ulular del viento.

Diego agarró la amarra y la ató mientras pensaba que el destino se estaba riendo de él al mandar a la isla a una mujer muy guapa en el momento de su vida que menos podía ocuparse de ella.

Lo cierto era que no le hacía ninguna gracia su llegada. Cuando la prometida de su hermano lo había llamado para decirle que la organizadora de la boda iba para allá, había aceptado que su retiro había terminado, pero que le hubieran mandado a una chiquilla ataviada con vaqueros y sudadera con capucha en lugar de a una directiva de mediana edad, sofisticada y estilosa, se le antojaba insultante.

¿Acaso la boda de su hermano les parecía de poca importancia y, por eso, habían mandado a una subordinada?

–¡Buenos reflejos! –gritó la chiquilla, que le había lanzado otra amarra.

¿Buenos reflejos? No hacía mucho tiempo, Diego podía con cualquier reto físico. Claro que eso había sido antes de que su caballo lo pisoteara durante un encuentro de polo, partiéndole la pierna por doce sitios diferentes. Había vuelto a montar y a entrenar rigurosamente, pero ya hacía más de un año del accidente y todavía no había recuperado el grado de sutileza necesario para jugar al mejor nivel.

–No ha pasado nada –declaró la recién llegada asomándose por la borda y observando con atención el casco de la embarcación.

–Podría haber sido peor –concedió Diego–. Ha tenido suerte esta vez.

–¿Suerte? –ella se rio.

Aquello hizo que Diego sintiera interés, pero en su estado actual se dijo que no era el momento. Estaba dispuesto a dejar que la chica reconociera la isla y le diera su opinión a Holly, pero, en cuanto hubiera viento de nuevo, la quería fuera de allí.

Nadie había dicho nunca que organizar una boda en una isla remota fuera fácil. Maxie se apartó el agua de los ojos. Para colmo, la novia le había dicho que quería casarse cuanto antes.

«No es para menos», había pensado Maxie al ver una foto del futuro marido.

Siempre había sabido que organizar una boda de la alta sociedad en una isla sería todo un desafío, pero no había contado con tener que vérselas, además, con un hombre que hacía que se le acelerara el corazón.

Siempre le habían gustado los desafíos, pero, teniendo en cuenta que procedía de una familia caótica y que había estudiado en un colegio de élite porque había conseguido una beca, pronto había decidido mantener una prudente distancia con los demás para no arriesgarse, para mantenerse a salvo.

¿A salvo? Maxie tomó aire varias veces antes de desembarcar. No, no se encontraba a salvo con aquel hombre delante de ella.

–Tenga cuidado al bajar –le ladró él cuando Maxie comenzó a deslizarse por la estrechísima tabla.

–Claro –contestó ella en tono igualmente desagradable, preguntándose por qué no la ayudaba si tanto se preocupaba por ella.

Rápidamente se dijo que no necesitaba su ayuda, que podía ella sola, que todo iba bien. El encargo que le habían hecho era el sueño de cualquier organizadora de bodas y no tenía intención de iniciar el trabajo cayéndose al agua. Lectoras de todo el mundo estarían pendientes de la boda entre Rodrigo Acosta, un polista argentino multimillonario, y Holly Valiant, una redactora de una columna del corazón que se había hecho famosa escribiendo, precisamente, sobre su vida con Rodrigo.

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