Con una asombrosa investigación a su espalda, y su peculiar sentido del humor, Foenkinos escribe una biografía única, con un Lennon que cuenta en primera persona su infancia, la compleja relación con sus padres, su primer matrimonio, la tormentosa historia de los Beatles, su amor con Yoko Ono y su filosofía de vida. Las palabras e ideas de quien decidió que el mejor modo de conseguir una reacción política era recibir a la prensa sin moverse de su cama, cobran, en esta época de crisis, una inusitada actualidad.
"Imagina otro mundo posible"
"Es la mayor historia de amor del siglo XX… Puede leerse como un antídoto a la falta de compromiso del ser humano."
David Foenkinos
David Foenkinos
Lennon
ePub r1.0
Recolector 04.12.14
Título original: Lennon
David Foenkinos, 2010
Traducción: César Aira
Editor digital: Recolector
ePub base r1.2
—¿Tienes idea de lo que será para ti el «When I’m Sixty-Four»?
—No, no. Espero que seamos una linda pareja de viejos instalados en la costa irlandesa o algo así, hojeando el álbum íntimo de nuestras locuras.
(De una entrevista concedida a James S. Wenner, 1970)
Durante la escritura de este libro, no dejé de escuchar la música de John Lennon y de los Beatles. Esa música me acompaña desde siempre. El primer recuerdo fuerte de mi vida es el asesinato de John Lennon. Yo tenía entonces un poco más de seis años. La verdad de un hombre es extremadamente compleja. Y más aún en alguien que ha suscitado tantos comentarios. Lennon amaba los medios. No dejó de dar entrevistas, con versiones diferentes. Él también reescribió su propia historia. Sobre todo la parte de su vida con Yoko. Hay mucha belleza, y una voluntad de ser un mito, en su modo de haber dado una versión oficial de su vida. Si bien la mayoría de los hechos de la vida de Lennon están en este libro, todos ellos están sometidos a mi apreciación. Y si bien he tratado de acercarme lo más posible a lo que él podía pensar, sigue siendo una interpretación absolutamente libre. Interpretación siempre en movimiento. Por momentos no sé qué pienso de John Lennon. Sólo sé que me conmueve, que su música me acompaña todo el tiempo, y que lo admiro infinitamente. Sé que está en mi vida.
Introducción
Después de una infancia terrible, un baño precoz de inmensa celebridad, el encuentro decisivo con Yoko Ono, años de vagabundeos y de droga, John Lennon decidió interrumpir su carrera en 1975, a la edad de treinta y cinco años, para ocuparse de su hijo Sean. Durante cinco años, en Nueva York, vivió retirado de los medios y no sacó ningún disco. Fue en el curso de ese período cuando tuvo tiempo de reflexionar sobre la locura de su trayectoria. Así, las sesiones que siguen tuvieron lugar entre el 21 de septiembre de 1975 y el 7 de diciembre de 1980, víspera de su asesinato a manos de un desequilibrado.
Primera sesión
La última vez que me tumbé para hablar con un desconocido fue durante la Bed-In con Yoko. Una semana en cama por la Paz. La gente pensaba que nos verían hacer el amor, pero sólo queríamos hablar. Eso fue en… bueno, no soy muy de fiar para las fechas. Digamos en 1968. Fueron a vernos decenas de periodistas. Era otra época. No sé si todo eso habrá servido de algo. ¿Se logró algo más de paz? No era más estúpido que hacer una huelga de hambre. Simplemente cambiamos la posición de combate. Nuestra lucha era horizontal. Algunos dijeron que era pura megalomanía. Cantábamos «Give Peace a Chance», comprábamos páginas enteras en diarios de todo el mundo para poner fin a la guerra. Se nos reían en la cara, pero, a fin de cuentas, era la primera vez que se ponía la notoriedad al servicio del pacifismo. Y nuestra notoriedad no tenía precedentes en la escala de las notoriedades. No era posible no hacer uso de ella. Yo iba al baño a mear, y eso ya salía en los diarios. La paradoja es que la exposición brutal a la luz me permitió desaparecer más de una vez. Al volverme una imagen para todos, existía menos. Tantas veces me diluí en conceptos. Ahí, era el de John y Yoko. El de John y Yoko por la Paz. Fue la ausencia más visible que pudiera haber. Creo que nunca dejé de escapar de mí mismo, como si yo fuera una peste. Ya lo he dicho: una parte de mí mismo está persuadida de que soy un pobre diablo, y la otra piensa que soy Dios. Así que su trabajo no será fácil. Aun si creo que el que está acostado en este diván es el pobre diablo.
Debo confesarle que no estoy aquí por casualidad. Me condujo su mirada. Cuando me lo cruzo en el ascensor, usted tiene una forma extraña de mirarme. Una mirada absolutamente neutra. Es Suiza, su mirada. Desde los quince años todo el mundo me observa de modo raro. Ser yo significa no tener nunca a alguien normal enfrente. Se ve al Beatle, al militante político, al loco por Yoko, pero con usted no hay nada de eso. Es lo que me atrajo. Y además, el lado práctico: podré venir a verlo en pantuflas. Creerán que bajo la basura, pero vendré a vaciar mi propia basura. Para tener un consultorio aquí, usted debe de ser especialmente bueno. El Dakota no es un edificio más, es un refugio de millonarios. Que es lo que soy yo. Lo que seré siempre. Dije que éramos más populares que Jesucristo. Podría decir que soy más rico que Bangladesh. Es Yoko la que administra mi dinero, pero veo que nuestro apartamento se amplía más y más. Si seguimos así, terminaré yendo a cagar a Brooklyn… Perdón… Tengo un humor… En fin, ya verá… Bueno, comprendo: usted no habla. Es raro, habría jurado lo contrario. Tiene pinta de tener sus teorías. Quizás me las cuente después, ¿es así? Me hará una síntesis. Si tenemos tiempo. Con lo que yo he vivido, necesitaríamos por lo menos un siglo para este análisis. Un siglo incluyendo los días feriados.
Es un momento tan especial. Yoko está embarazada. Es un milagro después de tantos embarazos perdidos. Está embarazada de mi felicidad. Está embarazada de mi apaciguamiento. Cuento las horas, los minutos, los segundos. Es tan hermosa, redonda, y yo soy feliz en ese redondel. En fin, empiezo a ser feliz. Mis demonios me hacen cosquillas en los pies, pero los rechazo. Me da miedo también, esa felicidad que llega. No sé lo que hay que hacer cuando se es feliz. Quizás es eso lo que vengo a buscar aquí: el manual de uso de la felicidad. Es como si me la entregaran ahora, y yo la miro como se mira el sol. Con el temor de quemarse los ojos en el corazón del éxtasis.
No he conocido más que el espanto. Lo intenté todo para salir de él. La droga, mucha droga. Al comienzo, sólo fumábamos marihuana. Nos reíamos todo el tiempo. Tenía la impresión de viajar a la infancia, y hasta de descubrir, por fin, la infancia. Fumábamos desde que nos despertábamos por la mañana. En el estudio, nos escondíamos para que no nos viera George Martin, nuestro productor. Éramos como colegiales. Deberíamos habernos quedado en el humo. No habríamos debido seguir cavándonos la fosa. Pero, bueno, eso modificó completamente mi visión de las cosas, mi relación con la realidad. ¿Habría podido pasar, sin la droga, de «Love Me Do» a «I Am the Walrus»? No sé. Quizás todo estaba ahí, en mí. Quizás emborracharme con agua habría dado el mismo resultado. No puedo saberlo. Nadie puede dar marcha atrás en sus venas.
Hubo un breve período en que tomamos ácido, pero la verdadera revolución fue el LSD. La abertura de todas las puertas de la percepción. El mundo entero era diferente. Mi primera vez fue tan densa como un desvirgamiento. Un desvirgamiento mental. Nos había invitado a cenar nuestro dentista. Qué idea, hacerse amigo del dentista. Hay que desconfiar de los tipos que te meten la nariz en la boca. Fue él quien nos dio el LSD sin avisarnos. Creo que quería meternos en una especie de orgía. Todo el mundo quería acostarse con los Beatles. Al salir de su casa, subí al auto. Toda la noche vi Londres al revés. Era mágico. Entonces me enganché. Pero nunca pensé ni un solo segundo en hacer apología de la sustancia. Todo el mundo creyó que «