No podemos esperar un consenso inapelable y universal acerca de ninguna cuestión sobre las personas, pero todos estamos obligados a responder de corazón y a actuar en consonancia con nuestras mejores suposiciones.
Jaron Lanier,
The Journal of Consciousness StudiesA John Rose, con mi agradecimiento por un cuarto de siglo de ánimos, amistad e inspiración.
Poco me atrevo a decir ya de Robert J. Sawyer que pueda resultar nuevo. Como cabía augurar hace unos años, Sawyer se ha establecido ya como uno de los más interesantes y populares escritores de ciencia ficción de la actualidad. En una quincena de años ha obtenido casi una treintena de premios de todo tipo, entre los que no faltan los más importantes de la ciencia ficción mundial: el Hugo y el Nébula. Y ello sin contar diversos premios de no tanta difusión como, era evidente, el Aurora canadiense (en nueve ocasiones), pero también el GrandPrix de l'Imaginaire francés, el Seiun japonés (en tres ocasiones), el Premio UPC en España (también en tres ocasiones), sin olvidar sus nueve premios Homer (del foro de ciencia ficción y fantasía de Compuserve) u otros en el ámbito de la novela policíaca, como el premio Arthur Ellis. En los últimos años ha sido finalista casi fijo del premio Hugo (cinco veces en seis años), que logró finalmente en 2003 con HOMÍNIDOS tras haber obtenido el premio Nébula de 1996 con EL EXPERIMENTO TERMINAL.
Con la novela que hoy presentamos, MINDSCAN (2005), Sawyer ha añadido otro destacado galardón a su larga lista de premios: el John W. Campbell Memorial. Se trata del premio a la mejor novela de ciencia ficción publicada cada año en Estados Unidos. Lo otorga un jurado formado por escritores, editores y académicos, y suele entregarse durante el congreso que organiza cada año la Universidad de Kansas siguiendo una iniciativa de James Gunn, aunque el premio fue creado, en 1973, por los británicos Harry Harrison y Brian Aldiss en homenaje al recientemente fallecido John W. Campbell. Se trata, sin ninguna duda, de uno de los premios mayores de la ciencia ficción que ha galardonado novelas como CITA CON RAMA de Arthur C. Clarke, PÓRTICO de Frederik Pohl, CRONOPAISAJE de Gregory Benford, EL CARTERO (Mensajero del futuro) de David Brin, CIUDAD PERMUTACIÓN de Greg Egan o LAS NAVES DEL TIEMPO de Stephen Baxter. Sawyer está en buena compañía.
Por si ello fuera poco, desde 1973, en los más de treinta años en que ello es posible, sólo seis autores, además de Sawyer, han obtenido los premios Hugo, Nébula y John W. Campbell Memorial: David Brin, Arthur C. Clarke, Joe Haldeman, Frederik Pohl, Kim Stanley Robinson y Connie Willis. Sawyer sigue estando en muy buena compañía.
No se me oculta que para algunos esto de los premios carece de interés. Pero cuando los galardones obtenidos por un autor son tantos, obtenidos en tantas instancias, países y a través de procedimientos diferentes (votación popular abierta, votación de especialistas, jurados selectos, etc.), el relativismo y escepticismo habitual ante los premios literarios ha de convertirse en la honesta apreciación de que las novelas de Sawyer tienen «algo» especial que estimula el interés de muchos y muy variados lectores en todo el mundo. No es poca cosa.
Como ya decía en las presentaciones de anteriores volúmenes de este autor (ésta es su sexta novela en NOVA, sin contar con las narraciones galardonadas o finalistas del Premio UPC), hace años que sigo con interés la actividad creativa de Robert J. Sawyer y, a la vista de lo que está logrando, creo que es posible considerarlo el más digno heredero de la ciencia ficción tradicional, esa que escribieran, por ejemplo, Isaac Asimov o Arthur C. Clarke. Se trata de la narrativa de ciencia ficción que más aprecia el gran público lector, incluso al margen de las modas y de las habituales «deformaciones» en que solemos incurrir los especialistas. Pero, y nadie debería llevarse a engaño con eso, pese a su aparente sencillez, la obra de Sawyer resulta más moderna, más sensible a las preocupaciones y sensibilidades actuales. No en vano ha transcurrido ya más de medio siglo desde que Asimov y Clarke iniciaran su carrera, Sawyer lo sabe y, como hombre de su tiempo, actúa y escribe en consecuencia. Tal como ha dicho Robert Charles Wilson, Sawyer «lleva la bandera de la ciencia ficción asimoviana hasta el siglo XXI».
Ya he señalado en otras presentaciones de sus obras que, en mi opinión, Sawyer dispone de una de las mejores fórmulas narrativas de la moderna ciencia ficción: novelas que deben mucho a unos personajes normales envueltos en una trama de misterio brillantemente resuelta mediante las técnicas habituales de los mejores thrillers. Pero, en el caso de Sawyer, la temática se circunscribe a la ciencia ficción más seria: muy bien documentada, atractiva y rigurosa en lo científico, pero siempre complementada con una interesante reflexión sobre las cuestiones morales y sobre la inevitable subjetividad de los comportamientos éticos y culturales.
En unos tiempos en los que la tecnociencia y sus realizaciones modifican y alteran rápida y globalmente las condiciones de vida en todo el planeta, no es ocioso preguntarse sobre la moralidad y el componente ético de la actividad de científicos e ingenieros, sobre las consecuencias finales de sus obras y creaciones intelectuales. Y ésa parece ser la gran especialidad de Robert J. Sawyer, quien parece gozar, además, de una capacidad especulativa superior y de una facilidad para explicar y divulgar la ciencia que recuerda a la del mejor Asimov.
Estoy convencido de que Sawyer es ya una referencia importante de la ciencia ficción mundial. Sus obras son amenas y entretenidas; parecen lineales y sencillas sin serlo realmente (hay mucho trabajo tras las bambalinas…); y resultan sumamente fáciles y agradables de leer; sus personajes son gente normal, poco atormentada tal vez, pero que sufren problemas y situaciones reconocibles para la mayoría de los lectores. Y las especulaciones científico-tecnológicas de Sawyer son siempre interesantes.
MlNDSCAN trata de las consecuencias legales, personales, humanas en suma de una posible descarga de la mente de un humano en un cuerpo androide. Muy parecido era el tema tecnológico subyacente a la novela corta ROBO DE IDENTIDAD con la que Sawyer ganó (en 2004 y por enésima vez…) el Premio UPC. En aquel caso se trataba de una historia de detectives con un protagonista que emula a personajes clásicos, como Sam Spade o Philip Marlowe, esta vez en un ambiente de ciencia ficción en el Marte del futuro. La nueva tecnología, allí llamada de los «tránsfer» (una mente humana transferida a un nuevo cuerpo artificial fabricado con técnicas biológicas y robóticas), crea graves problemas al detective Alexander Lomax cuando intenta averiguar el paradero de un marido desaparecido.
En MlNDSCAN la idea es la misma, pero esa tecnología ha cambiado de nombre y ahora se etiqueta como mindscan (en realidad, un escaneo cuántico de mentes). Con ella, Jake Sullivan logra engañar a la muerte. Amenazado por una cruel y fatal enfermedad circulatoria, logra copiar su conciencia e implantarla en un cuerpo androide que le ha de proporcionar la inmortalidad. Lo mismo hacen otros multimillonarios sumamente ancianos. Gracias al nuevo proceso mindscan de In-mortex, se retiran con sus obsoletos y caducos cuerpos biológicos a un centro de alto standing en la otra cara de la Luna y ceden su lugar en la Tierra a sus copias mindscan.
Pero no todas las previsiones se cumplen. Aunque el nuevo Jake Mindscan encuentra el amor que la enfermedad le había impedido tener, su nueva pareja, una popular escritora Mindscan, debe enfrentarse a un novedoso juicio, ya que su hijo se niega a renunciar a la herencia y a considerar que la nueva copia Mindscan sea humana. Mientras, en la Luna, el Jake biológico logra curarse de su grave enfermedad gracias a nuevos avances de la nanotecnología médica y decide volver a la Tierra. ¿Quién es quién? ¿Quién conserva los derechos de la persona: el original biológico o el Mindscan a quien los ha cedido? ¿Qué es ser un ser humano?