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Chateaubriand - Memorias de ultratumba Tomo II

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Chateaubriand Memorias de ultratumba Tomo II

Memorias de ultratumba Tomo II: resumen, descripción y anotación

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Es difícil transmitir con palabras la sensación que se tiene ante la lectura de una joya de la literatura como son las ´Memorias de ultratumba´, escritas por Chateaubriand casi al final de su vida, y en las que se refleja un periodo de la historia de Francia que abarca desde los preliminares a la Revolución francesa hasta la llegada de nuevo al trono, pasando por la etapa napoleónica, de Luis XVIII y su sucesor, Carlos X, momento en el que Chateaubriand abandona su carrera política. Chateaubriand, haciendo gala de una memoria fuera de lo común, nos narra toda su vida en treinta y tres libros y varios apéndices, desde su misma venida al mundo hasta su infancia en Dieppe, en Bretaña y en el castillo de Combourg hasta su retirada de la política. Chateaubriand define su obra como ´un templo de la muerte erigido a la luz de mis recuerdos. Grave, melancólico, hábil, de una prosa ligera y sencilla de leer, el aristócrata analiza con reflexión y profundidad los acontecimientos que probablemente hayan marcado, en mayor medida que ningún otro, el destino de la humanidad moderna.

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Datos del libro
Título Original: Mémoires d'outre-tombe
©1848, Chateaubriand, Francois-Rene
©1849, Mellado, Editor
ISBN: 5705547533428
Generado con: QualityEbook v0.65
MEMORIAS DE ULTRATUMBA
POR EL VIZCONDE DE CHATEAUBRIAND
TOMO II
TRADUCIDA AL CASTELLANO.
MADRID, 1849
C ONDICIONES DE SUBSCRIPCIÓN.
Todos los días se publican dos pliegos, uno de cada una de las dos secciones en que está dividida la Biblioteca, y cada pliego cuesta dos cuartos en Madrid y diez maravedíes en provincia, siendo de cuenta de la empresa el porte hasta llegar los tomos a poder de sus corresponsales. Las remesas de provincias se hacen por tomos; en Madrid puede recibir el suscriptor las obras por pliegos o por tomos, a su voluntad. Para ser suscriptor en provincia basta tener depositados 12 rs. en poder del corresponsal.
PRIMERA PARTE
L ONDRES, de abril a setiembre de 1822.
Mis ocupaciones en provincia.— Muerte de mi hermano.— Desgracias de mi familia.— Dos Francias.— Cartas de Hingant.
Con las excursiones que empecé a hacer a caballo, recobré algunas, fuerzas y se restableció un poco mi salud. La Inglaterra, vista con detención, era triste, pero me hechizaba: en todas partes se me ofrecían los mismos objetos y los mismos paisajes. El estudio endulzó principalmente mis pesares: bien hacia Cicerón en recomendar el comercio de las letras en las aflicciones de la vida. Las mujeres estaban contentísimas con haber encontrado un francés a quien hablar en su lengua.
Las desventuras de mi familia, que supe por los periódicos, me obligaron a descubrir mi verdadero nombre (pues me fue imposible ocultar mi dolor), y aumentaron el interés de aquella gente en favor mío. Los papeles públicos anunciaron la muerte de Mr. de Malesherbes, la de su hija la señora presidenta Rosambo, la de su nieta la señora condesa de Chateaubriand, y la del conde de Chateaubriand, esposo de esta y hermano mío, inmolados juntos el mismo día, a la misma hora y en el mismo cadalso; Mr. de Malesherbes era un objeto de veneración para los ingleses, y mi alianza con el defensor de Luis XVI hizo subir de punto la benevolencia con que me trataban mis huéspedes.
Por mi tío Mr. de Bedée supe las persecuciones que sufrían mis demás parientes. Mi anciana e incomparable madre se había visto precisada a subir a una carreta con otras victimas, y a pasar desde el fondo de Bretaña a los calabozos de París, para compartir la suerte de aquel hijo a quien tanto había amado. Mi esposa y mi hermana Lucila aguardaban su sentencia en los calabozos de Rennes, desde los cuales se pensó trasladarlas al castillo de Combourg, convertido en fortaleza del estado, culpándose a su inocencia por el crimen de mi emigración. ¡Qué valían nuestras aflicciones en tierra extraña comparadas con las de los franceses que residían en su patria!
Y sin embargo, ¡qué desgracia no era saber, en medio de los padecimientos del destierro, que aquel destierro mismo servía de pretexto para perseguir a nuestros allegados!
La sortija que recibió en arras mi cuñada cuando se casó la encontraron hace dos años en medio del arroyo de la calle Cassette. Estaba rota cuando me la llevaron, y sus dos arillos pendían abiertos y enlazados uno con otro; pero aun se leían perfectamente los nombres en ellos grabados. ¿Cómo pareció esta sortija? ¿En qué sitio y época se perdió? ¿Pasó la víctima, que estaba presa en Luxemburgo, por la calle Cassette al marchar al suplicio? ¿Dejó caer el anillo desde la carreta, o se lo quitaron del dedo después de la ejecución? El aspecto de aquel símbolo, que por su quebradura y su inscripción evocaba en mi mente tan crueles recuerdos, me enterneció en extremo. Parecía que mi cufiada me lo enviaba misteriosa y fatídicamente desde la morada de los muertos, en memoria suya y de su hermana. ¡Ojalá que no sea fatal para su hijo a quien se lo he enviado!
Chere orphelin, image de ta mére,
au ciel pour toi je demaude ici-bas
les jours heureux retranchés a ton pére
et les enfans que tan oncle n‘a pas .
Esta mala cuarteta forma con otras dos o tres el único regalo de bodas que pude hacer a mi sobrino en la época de su enlace.
Otro monumento me queda también de aquellas desgracias. Véase lo que me ha escrito Mr. de Contencin, quien encontró en los archivos de París la orden expedida por el tribunal revolucionario para que mi hermano y su familia fuesen al cadalso.
«Señor vizconde:
«Es una especie de crueldad el resucitar en un alma que ha padecido mucho, el recuerdo de las desgracias que mas dolorosamente la afectaron. Esta idea me ha hecho vacilar algún tiempo antes de ofreceros un documento harto triste, que durante mis indagaciones históricas he encontrado. Es una fe de difunto, firmada antes de la muerte, por un hombre que se mostró tan implacable como ella, siempre que encontraba reunidos en una sola cabeza el mérito y la virtud
«Desearé, señor vizconde, no causaros un excesivo disgusto, al añadir a los archivos de vuestra familia un título que despierta tan crueles memorias. Suponiendo que tendría interés para vos, puesto que para mí tenia subido precio me he resuelto por fin a enviároslo. Si no he obrado indiscretamente, me daré un doble parabién, puesto que hoy me ofrece este paso la ocasión de expresaros los sentimientos de profundo respeto y de admiración sincera que hace mucho tiempo me habéis inspirado, y con los cuales soy señor vizconde.
«Vuestro humilde y obediente servidor.
«A. DE CONTENCIN.
«Palacio de la Prefectura del Sena.
«París 23 de marzo de 1835.»
He aquí mi contestación á esta carta:
«Muy señor mío: A petición mía se habían ya buscado en la Santa Capilla las piezas del proceso dé mi infeliz hermano y de su esposa; pero no estaba entre ellas la orden que vos ¿sabéis tenido la bondad de «aviarme. Ella y otras muchas habrán sido ya presentadas con sus borrones y sus nombres estropeados ante el tribunal de Dios, donde le habrá sido forzoso a Fouquier reconocer su firma. ¡Esos son los tiempos que hoy se echan.de menos, y sobre los cuales se escriben tomos enteros de admiración! Por lo demás la suerte de mi hermano me causa envidia, que al fin ya salió hace largos años de este triste mundo. Os doy infinitas gracias por la estimación que me manifestáis en Vuestra noble y hermosa carta, y ruegos que creáis en la sinceridad de mi distinguida consideración, con la cual tengo el honor de ser, etc.»
La orden de muerte citada es especialmente notable, porque prueba la ligereza con que entonces se ajusticiaba, hay nombres con la ortografía equivocada, y otros están completamente borrados. Estos vicios de forma, que bastarían para invalidar la sentencia más insignificante, no detuvieron á los verdugos; solo se fijaban sus pensamientos en la puntualidad de la ejecución; a las cinco en punto.
El documento auténtico es este; lo copio letra por letra:
EJECUCIÓN DE SENTENCIAS CRIMINALES,
Tribunal revolucionario,
«El ejecutor de las sentencias criminales acudirá con puntualidad a la casa de justicia de la Conserjería para llevar a efecto la que condena a Mousset, d‘Esprémenil, Chapelier, Thouret, Ilell, Lamoignon, Malesherbes, la mujer de Lepelletier Rosambo, Chateaubriand y su mujer (el nombre propio está borrado y no se puede leer) la viuda Duchatet, la mujer de Grammont, ex duque, la mujer de Rochechuart (Rochechouart) y Parmentier, total 14, a la pena de muerte. La ejecución tendrá efecto hoy a las cinco en punto, en la plaza de la Revolución de esta capital.
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