Índice
Otros títulos de la colección
Lecciones de Fukushima, Manuel Lozano Leyva
Karama. Las revueltas árabes, Olga Rodríguez Francisco
El enemigo, Christopher Hitchens
Primaveras, terremotos y crisis, Javier Solana y Lluis Bassets
Recuerdos de la guerra de España, George Orwell
Rascar donde no pica, Pere Estupinyà
La guerra del fútbol, Ryszard Kapuscinski
El traidor del siglo, John le Carré
¡Es la economía, estúpidos!, Félix Martínez
La masacre del mozote, Alma Guillermoprieto
La muerte de Guernica, Paul Preston
Tres maestros: Bellow, Naipaul, Marías, Gonzalo Torné
La Roja, Jimmy Burns
La Antártida. El futuro del continente blanco, Sergio Rossi
Notas sobre nacionalismo, George Orwell
Letras americanas: Roth y DeLillo remnick, David Remnick
Mi primera vez, Santiago Roncagliolo
Crónicas de Barcelona, Manuel Vázquez Montalbán
La voz ignorada, Nuria Varela
Estaré en el paraíso, Mayte Carrasco
Nueva York con Norman Mailer, V.S. Naipaul
Conocer al otro por dentro o el deseo de ser Gisela, David Grossman
El entierro del Che Guevara, Fabrizio Mejía Madrid
La buena muerte, Adela Muñoz Páez
Estamos vivos, David Remnick
La história de la prohibición, Araceli Manjón-Cabeza
Sufrimientos y grandeza de Richard Wagner, Thomas Mann
Edmund Wilson, James Joyce
Construir al enemigo, Umberto Eco
El sexo en la consulta médica, Pere Estupinyà
Galaxia Hollywood. Catorce perfiles clásicos, Angel Fernández-Santos
El periodista voraz. Apuntes para una biografía, Francesc Salgado
Tres ensayos, Juan Benet
Maggie / La búsqueda de Escocia. Dos ensayos, Andrew O'Hagan
Edición en formato digital: julio de 2015
© 2008, Fernando Savater
© 2015, Penguin Random House Grupo Editorial, S. A. U.
Travessera de Gràcia, 47-49. 08021 Barcelona
Diseño de portada: Penguin Random House Grupo Editorial
Ilustración de portada: Thinkstock
Penguin Random House Grupo Editorial apoya la protección del copyright. El copyright estimula la creatividad, defiende la diversidad en el ámbito de las ideas y el conocimiento, promueve la libre expresión y favorece una cultura viva. Gracias por comprar una edición autorizada de este libro y por respetar las leyes del copyright al no reproducir ni distribuir ninguna parte de esta obra por ningún medio sin permiso. Al hacerlo está respaldando a los autores y permitiendo que PRHGE continúe publicando libros para todos los lectores. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, http://www.cedro.org) si necesita reproducir algún fragmento de esta obra.
ISBN: 978-84-1644-801-2
Composición digital: Penguin Random House Grupo Editorial
www.megustaleer.com
Grandes autores, prestigiosos expertos y nuevos puntos de vista en un formato solo digital.
ENDEBATE es una colección digital de textos breves que ofrece la mejor no ficción de los autores más destacados a un precio muy accesible.
Busca “ENDEBATE” en tu tienda favorita para conocer nuestro catálogo. Lee ENDEBATE. Agita tu mente.
PLATÓN Y ARISTÓTELES
Fernando Savater
www.megustaleerebooks.com
2
Aristóteles, más allá de la física
Aristóteles es el otro gran pensador original, la única figura capaz de compararse con Platón. Ambos son los grandes iniciadores de la historia de la filosofía, si dejamos de lado a Sócrates, que es fundamental, pero como sabemos, nunca escribió nada. Aristóteles nació en Estagira en el 384 a.C. y murió en Calcis en el 322 a.C. Era hijo de un médico de la corte de Macedonia. Durante veinte años fue discípulo de Platón, del mismo modo que Platón lo había sido a su vez de Sócrates. Pero se fue alejando de la doctrina de su maestro hasta romper con él. Se cuenta que en una ocasión dijo: «Soy amigo de Platón, pero más amigo de la verdad». Tan grande es la importancia de estos hombres, que alguien ha comentado que todos los hombres somos o platónicos o aristotélicos. En el 343 a.C., Filipo de Macedonia llamó a Aristóteles a su corte para que fuese el preceptor de su hijo Alejandro, quien a la muerte de su padre en el 335 a.C. ascendió al trono. Fue entonces cuando Aristóteles regresó a Atenas y alquiló un terreno junto al santuario dedicado al dios Apolo Liceo, de donde tomó el nombre la escuela aristotélica: el Liceo. En ese lugar Aristóteles y sus discípulos se dedicaron a investigar y a enseñar lógica, física, biología, ética, política y otras disciplinas. Además, con el mecenazgo de Alejandro pudo crear una gran biblioteca y un curioso zoológico.
Educación para todos
Aristóteles siempre mostró una gran preocupación por la educación, como deja claro en el libro VIII de la Política, donde dice: «Desde luego nadie va a discutir que el legislador debe tratar muy en especial la educación de los jóvenes. Y, en efecto, si no se hace así en las ciudades se daña su constitución política, ya que la educación debe adaptarse a ella. El carácter particular de cada régimen suele preservar su constitución política como la ha establecido en su origen; es decir, el carácter democrático, la democracia, y el oligárquico, la oligarquía. Siempre el carácter mejor es responsable de una constitución mejor. Además, en todas las facultades y habilidades hay unos elementos que hay que educar y habituar previamente a sus actividades respectivas, de forma que evidentemente también es preciso para las prácticas de la virtud. Puesto que el fin de toda ciudad es único, es evidente que necesariamente será una y la misma la educación de todos, y que el cuidado por ella ha de ser común y no privado, a la manera como ahora cuida cada uno por su cuenta sus propios hijos y les da la instrucción particular que le parece bien. El entrenamiento en los asuntos de la comunidad debe ser comunitario también. Al mismo tiempo hay que considerar que ninguno de los ciudadanos se pertenece a sí mismo, sino todos a la ciudad, pues cada uno es una parte de ella. Y el cuidado de cada parte ha de referirse naturalmente al cuidado del conjunto. También en ese aspecto podría cualquiera elogiar a los lacedemonios, ya que no sólo dedican el mayor interés a lo que respecta a los niños, sino que lo hacen oficialmente. Que se deben dar leyes sobre la educación y que hay que hacerlo oficialmente y que hay que hacerlo oficialmente para la comunidad está, pues, claro».
El pensamiento de Platón se basa en la doctrina de las ideas. Es la búsqueda de un mundo donde los universales eternos, inmortales, se conservan y proyectan su influjo conceptual sobre el mundo de la materia. Aristóteles, en cambio, es un espíritu práctico y desconfía de las ideas platónicas, que, para él, no pasan de ser abstracciones.
La filosofía aristotélica se opuso a la enseñanza platónica por entender que ésta, con su teoría de las ideas, duplicaba innecesaria mente los entes, ya que explicaba los entes reales por otros ideales. Así, para entender los caballos de carne y hueso postulaba un caballo ideal, una idea de caballo, a la que sólo se podía acceder a través de la razón y a la que los caballos reales debían adecuarse, o, por decirlo de otro modo, de la cual participaban. Puesto que las cosas reales sólo eran tales por su conformidad a sus respectivas ideas, resultaba que éstas eran aún más reales que aquéllas. Consideraba, además, que la noción platónica de una participación de las cosas particulares en las ideas era poco satisfactoria. Para Aristóteles, las ideas son entidades ficticias. Sólo existen los individuos, que son las sustancias que sostienen todos los atributos que predicamos de ellos. Las ideas universales, por su parte, no son más que abstracciones que el entendimiento realiza a partir de los individuos. Platón y Aristóteles, sin embargo, coinciden en que hay algo que es la esencia de las cosas. Platón lo llama
Página siguiente