ELOGIOS A El Mañana
“El Mañana … es una joya de la narrativa cubana contemporánea”.
—El Nuevo Herald
“En estas maravillosas memorias, [Ojito] elude las seducciones de la nostalgia y recobra en su lugar la asediada Cuba de su infancia —una Cuba aun más interesante porque no es vista a través del prisma de la añoranza y el deseo”.
—The New York Times
“El libro de Ojito rebosa de la angustia de la separación y la tragedia de vivir bajo un régimen despiadado. Pero también celebra la unión familiar y el amor eterno —además de la libertad, un privilegio que con frecuencia damos por sentado los que nunca hemos tenido que vivir sin él”.
—The Wall Street Journal
“La mirada penetrante de Ojito y la claridad de su prosa … hacen de estas memorias una lectura obligada para quien se interese en la historia de Cuba después de Batista o en las relaciones cubano-estadounidenses”.
—The Washington Post
“Mirta Ojito, reportera del New York Times, funde lo personal con lo político en un recuento conmovedor de la salida de Cuba de su familia. A la vez proporciona un sólido contexto histórico a esos cinco meses de 1980 en que 125.000 cubanos llegaron a la Florida en un éxodo masivo que se conoce como el puente del Mariel”.
—People
“La reconstrucción histórica de Ojito es fascinante … Ha creado unas memorias intensas y poéticas de un momento importante en la historia de Cuba y Estados Unidos”.
—The Washington Times
“Esto es mucho más que el relato agridulce de una exiliada cubana; son las memorias de toda una era”.
—The Times-Picayune
“El libro de Ojito … se diferencia de la mayoría de las contribuciones al género de las memorias modernas. Más que un ejercicio novelado de evocación creativa, es una hábil mezcla de reportaje e historia familiar sobre un crucial acontecimiento internacional”.
—Sun-Sentinel
“Unas memorias escritas con vigor, emotividad y franqueza”.
—Oscar Hijuelos, autor de Los Reyes del Mambo tocan canciones de amor
“Antes de leer este libro, los refugiados del Mariel eran sólo titulares en un periódico, estereotipos promovidos por la retórica política. En El Mañana, Mirta Ojito me ha ofrecido una mirada tras los titulares, y una idea más completa de cómo la historia afecta al individuo”.
—Esmeralda Santiago, autora de Cuando era puertorriqueña
Mirta Ojito
EL MAÑANA
Mirta Ojito nació en La Habana, Cuba, y llegó a los Estados Unidos en 1980 en un barco llamado Mañana como parte del puente marítimo del Mariel. Ha recibido el premio de la Sociedad Norteamericana de Editores de Periódicos por sus reportajes en el extranjero, y compartió el Premio Pulitzer de reportajes nacionales del año 2001 por su contribución a la serie del New York Times “How Race Is Lived in America”. Su trabajo ha aparecido en varias antologías, entre ellas Written into History: Pulitzer Prize Reporting of the Twentieth Century from The New York Times. Ojito es profesora de periodismo en la Universidad de Columbia en Nueva York, donde vive con su esposo y sus tres hijos.
PRIMERA EDICIÓN VINTAGE ESPAÑOL, OCTUBRE 2006
Copyright de la traducción © 2006 por Vintage Books, una división de Random House, Inc.
Todos los derechos reservados. Editado en los Estados Unidos de América por Vintage Español, una división de Random House, Inc., Nueva York y en Canadá por Random House of Canada Limited, Toronto. Originalmente publicado en inglés en EE.UU.
como Finding Mañana: A Memoir of a Cuban Exodus por The Penguin Press, una división de Penguin Group (USA) Inc., New York, en 2005. Copyright © 2005 por Mirta Ojito.
Porciones de este libro aparecieron por primera vez en By Heart / De Memoria: Cuban Women’s Journeys In and Out of Exile, editado por María de los Ángeles Torres (Temple University Press, 2003); The New York Times; y The New York Times Magazine.
Créditos fotográficos: Capítulo 2: Bob Mark; 4: AP Photo/Charles Tasnadi; 5: AP Photo; 7: Napoleón Vilaboa; 8: © Murry Sill/The Miami Herald; 9: Sam Howell; 10: Historian’s Office of the United States Coast Guard; 11: © The Miami Herald.
Vintage es una marca registrada y Vintage Español y su colofón son marcas de Random House, Inc.
Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos
Información de catalogación de publicaciones está archivada.
eISBN: 978-0-307-49507-5
www.grupodelectura.com
v3.1
Para mis padres, Orestes y Mirta,
que me lo dieron todo;
principalmente, un mañana.
Quien no tenga genes revolucionarios, quien no tenga sangre revolucionaria, quien no tenga una mente que se adapte a la idea de una revolución, quien no tenga un corazón que se adapte al esfuerzo y al heroísmo de una revolución, no lo necesitamos en nuestro país.
—Fidel Castro,
en su discurso del 1 de mayo en La Habana, 1980
Seguiremos recibiendo con el corazón abierto y los brazos abiertos a los refugiados que buscan liberarse del dominio comunista y de la penuria económica, producto principalmente de Fidel Castro y su gobierno.
—Presidente Jimmy Carter,
5 de mayo de 1980, Washington, D.C.
Nota de la autora
Durante la investigación para este libro le pedí a mis “personajes” que recordaran en gran detalle sucesos de hace veinticinco años —aun más en algunos casos. Por suerte, la mayoría tiene muy buena memoria. Algunos han conservado valiosos documentos y fotografías de su participación en hechos que resultaron históricos. Todas las descripciones de sucesos en que no tomé parte, incluidos los diálogos, fueron verificadas con más de una fuente cuando fue posible. En algunos casos tuve que depender de una sola fuente, ya sea porque el segundo participante de una reunión privada había muerto o porque los funcionarios cubanos involucrados no quisieron cooperar pese a mis reiteradas solicitudes de entrevistas. Como los periodistas usamos comillas cuando citamos con exactitud, decidí no usar comillas a menos que utilizara una cita de una fuente publicada, o que yo hubiese sido testigo de la conversación.
Prólogo
L A H ABANA , 1980
L a policía llegó el 7 de mayo cuando estaba a punto de sentarme a almorzar un yogur, endulzado con varias cucharadas de azúcar, plátanos maduros fritos y un emparedado de huevo con ketchup en media barra de pan. Llevaba una bata de casa por encima de mi uniforme escolar: una falda azul con dos cintas blancas alrededor del borde inferior, señal de que ya estaba en onceno grado, y una almidonada blusa de poplín blanco, que no quería manchar de grasa.
Me estaba alisando los pliegues de la falda para sentarme cuando sentí pasos en la escalera que conducía a nuestro apartamento en un segundo piso. Al menos tres personas subían. Por la manera en que una de ellas pausaba cada dos escalones sabía que era nuestra vecina de los bajos y presidenta del comité de vigilancia de la cuadra. Otras dos personas, ágiles y fuertes, venían delante y tocaron a la puerta antes de que pudiera avisarle a mi madre, que había estado cosiendo un vestido y ahora estaba de pie, inmóvil, junto a la máquina de coser. Hebras de hilo amarillo salpicaban su falda marrón.