Contreras - La Filosofía del Derecho en la Historia

Este libro ha sido concebido como manual para la docencia de la asignatura «Filosofía del Derecho», correspondiente al primer curso del grado en Derecho. Intenta ofrecer una aproximación muy didáctica y en absoluto exhaustiva a los autores seleccionados. Las notas al pie añadidas no pretenden agotar la bibliografía especializada, ni siquiera transmitir una panorámica actualizada del status quaestionis en cada uno de los temas. Se las ha seleccionado sólo por su utilidad didáctica, en la medida en que aporten información complementaria que pueda resultar interesante para los alumnos.

El libro reúne dos tipos de capítulos. En algunos casos, he aprovechado los materiales que venía distribuyendo a los alumnos en cursos anteriores: básicamente, antologías de textos de los autores, completados por comentarios míos. He ampliado algo los comentarios, añadido algunos textos nuevos e introducido notas al pie que no figuraban en los materiales fotocopiados (que, por tanto, están desfasados, y no deben ser ya utilizados por los alumnos repetidores). En otros, he utilizado artículos académicos míos sobre temas históricos: escolástica franciscana, Escuela Histórica del Derecho, filosofía del Derecho neokantiana, debate actual sobre el positivismo jurídico... Tras haberlos revisado, creo que resultan asequibles para los estudiantes de licenciatura.

En ambos casos, se concede una relevancia central al estudio de los textos originales de los autores, cuidadosamente escogidos. De hecho, la presentación de los temas gira absolutamente en torno al comentario de textos. Me parece esencial que los alumnos tengan acceso a las palabras mismas de los pensadores, mejor que a reconstrucciones más o menos afortunadas de glosadores y docentes. La duración cuatrimestral de nuestra asignatura no permite el estudio de obras originales en su integridad; creo que las breves antologías incluidas en cada tema remedian de la forma menos imperfecta posible esta fatalidad.

Recomiendo a los alumnos la consideración atenta de los textos originales (numerados en cada lección, para facilitar su identificación en clase) antes de pasar a leer mi comentario. La experiencia me ha mostrado que algunos alumnos pasan directamente a la glosa, sin examinar el texto glosado, presuponiendo quizás que éste es demasiado abstruso. Ésta es una receta segura para el fracaso. Lo esencial es el texto; lo adjetivo, el comentario. Para facilitar el estudio, he destacado en negrita algunas frases de los textos que me parecen especialmente importantes.

Había pensado titular este volumen como Lecciones de historia del pensamiento jurídico. Me he inclinado finalmente por el título La filosofía del Derecho en la historia porque otra de las singularidades de este manual es la forma en que busca entrelazar la presentación de las doctrinas jurídico-políticas con la reconstrucción de acontecimientos históricos a cuya luz éstas resultan inteligibles. Concretamente, las lecciones sobre el pensamiento inglés del siglo XVII y el pensamiento de la revolución americana alternan constantemente la exposición iusfilosófica con el relato histórico, con enfoque interdisciplinar. En los demás temas se ha procurado también primar la parte histórica mediante jugosas introducciones biográficas (que los alumnos no deben desdeñar, presuponiendo infundadamente que «no caerán en el examen»). La razón de estas frecuentes incursiones en la historia es doble: de un lado, mi convicción de que las ideas son «históricas» con todas las consecuencias, y que, por tanto, no pueden ser adecuadamente entendidas si no se conoce su contexto de acontecimientos; de otro, la esperanza de que esos entremeses históricos resulten atractivos para los alumnos, haciendo así más amena la asignatura. Pues «gris es toda teoría / y verde el dorado árbol de la vida».

Mi modelo para este manual han sido las Lecciones de filosofía del Derecho publicadas hace años por Antonio E. Pérez Luño. Sirva este volumen de modesto homenaje a su magisterio, en este curso en que alcanza, con la edad de jubilación, la culminación de una carrera académica ejemplar.

Sevilla, 15 de noviembre de 2013

«Grau, theurer Freund, ist alle Theorie / Und grün des Lebens goldner Baum» (Johann W. G OETHE , Fausto, escena 7).

No se conocen demasiados detalles de la vida de Aristóteles. Nació en 384 a.C. en la pequeña ciudad tracia (nordeste de la Grecia actual) de Estagira. En 367 a.C. se traslada a Atenas, incorporándose al círculo de discípulos de Platón: la Academia. La Academia platónica era una especie de institución de enseñanza: había lecciones y debates, todo informal; las reuniones tenían lugar en la casa del propio Platón o en los jardines del mecenas Academo. Sabemos que la Academia rivalizó con una institución de enseñanza similar dirigida por Isócrates.

Aristóteles permaneció en Atenas hasta la muerte de Platón en 347 a.C. Se trasladó entonces —acompañado de Jenócrates— a la ciudad jónica de Assos, en la costa de Asia Menor, donde otros dos discípulos de Platón (Erasto y Corisco) habían constituido una comunidad filosófico-política, bajo la protección de Hermias, tirano de Assos y Atarneo; Aristóteles se casó con Pythia, hija de Hermias. Hermias tuvo un final trágico: capturado a traición por los persas (que dominaban casi toda Asia Menor: las ciudades jónicas eran enclaves griegos en la costa, siempre bajo la amenaza persa), fue torturado hasta la muerte, sin revelar secretos militares; sólo habló para pronunciar el mensaje: «decid a mis amigos que no he flaqueado ni hecho cosa alguna indigna de la filosofía». Aristóteles escribió un poema en su honor.

Aristóteles pasa en 344 a.C. a Mitilene, en la isla de Lesbos, donde conoce a Teofrasto, que andando los años será su discípulo más destacado y el continuador de su escuela. En Lesbos desarrolla sus investigaciones sobre biología marina.

En 343 a.C., Filipo II, rey de Macedonia, convoca a Aristóteles a su corte de Pella para confiarle la educación del príncipe heredero... que no es otro que el futuro Alejandro Magno. Este encuentro entre la mente más brillante y el hombre más poderoso de la época ha estimulado mucho la imaginación de novelistas, cineastas, historiadores... pero lo cierto es que no sabemos nada sobre lo que Aristóteles enseñó a Alejandro. Algunos comentan que la praxis alejandrina discurrió, en realidad, en una dirección francamente no-aristotélica: la filosofía política de Aristóteles presupone el marco de la polis (la pequeña ciudad-Estado); Alejandro, en cambio, intentó fundar un imperio universal. La ética y la política aristotélicas son etnocéntricas: da por supuesta la superioridad de los griegos, y considera bárbaros a los demás pueblos; Alejandro, en cambio, intentó crear un Estado multinacional y alentó la fusión de las culturas griega y persa: él mismo contrajo matrimonio con una princesa persa, y animó a sus generales a hacer igual.

Aristóteles retornó a Atenas en 335 a.C., cuando se produjo el ascenso de Alejandro al trono macedonio, desde el que emprenderá, primero el sometimiento de toda la península helénica, y después la conquista del inmenso imperio persa. Funda en Atenas su propia institución de enseñanza, a la que se conocerá como el Liceo (por encontrarse su sede dentro del recinto de Apolo Lykeios; sus miembros serán llamados «peripatéticos», por su costumbre de debatir paseando bajo una galería cubierta o