Jacques Le Goff - Una historia del cuerpo en la Edad Media
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- Libro:Una historia del cuerpo en la Edad Media
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- Editor:ePubLibre
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- Año:2005
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Una historia del cuerpo en la Edad Media: resumen, descripción y anotación
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Sueño, trabajo, sexualidad… Entre la represión y la libertad, la Cuaresma y el Carnaval, el cuerpo de la Edad Media es el lugar donde se producen algunas de las más importantes tensiones de la época en Occidente. De la abstinencia de los frailes a las delicias profanas de la carne, del auge del cristianismo a la persistencia del paganismo, de la risa a las lágrimas, de la moda en el vestir a las costumbres del comer, del celibato al amor cortés, este esbozo de «historia total» del cuerpo permite comprender los códigos, los gestos y los significados que el Occidente medieval legó a nuestra modernidad. Se trata, en suma, de dar cuerpo a esta Edad Media de la que todos procedemos.
Jacques Le Goff & Nicolas Truong
ePub r1.0
Titivillus 10.07.15
Título original: Une histoire du corps au Moyen Âge
Jacques Le Goff & Nicolas Truong, 2005
Traducción: Josep M. Pinto
Editor digital: Titivillus
ePub base r1.2
JACQUES LE GOFF (Toulon, 1 de enero de 1924, París, 1 de abril de 2014), atraído desde muy temprano por la historia medieval, cursa estudios en la École Normale Supérieure. Después de diversas estancias académicas en el extranjero, pasa en 1962 a ser profesor en la École Pratique des Hautes Etudes junto a Fernand Braudel. Asume la dirección de esta institución (ya como École des Hautes Etudes en Sciences Sociales) entre 1972 y 1977. Considerado uno de los mayores especialistas en la Edad Media, Jacques Le Goff aúna la reflexión sobre el espacio y el tiempo con un profundo humanismo y es, en este sentido, uno de los más claros representantes de la Escuela de los Anales, de cuya revista es coeditor. Defensor de la visión de una Edad Media larga, no coincidente con los cortes históricos al uso, ha señalado la importancia crucial de la cristiandad medieval en la construcción del Occidente europeo. Entre sus obras más recientes traducidas al castellano cabe destacar La civilización del Occidente medieval (2002), San Francisco de Asís (2003), Diccionario razonado del Occidente medieval (junto con J. C. Schmitt) (2003), ¿Nació Europa en la Edad Media? (2003) y Mercaderes y banqueros de la Edad Media (2004) y El Dios de la Edad Media (2005).
Las aventuras del cuerpo
Una historia más digna de este nombre que los tímidos ensayos a los que nos reducen hoy nuestros medios dejaría un espacio a las aventuras del cuerpo.
MARC BLOCH , La sociedad feudal (1939)
¿Por qué el cuerpo en la Edad Media? Porque constituye una de las grandes lagunas de la historia, un gran olvido del historiador. La historia tradicional, en efecto, estaba desencarnada. Se interesaba por los hombres y, accesoriamente, por las mujeres. Pero casi siempre sin cuerpo. Como si la vida de éste se situara fuera del tiempo y del espacio, recluida en la inmovilidad presumida de la especie. Generalmente se trataba de pintar a los poderosos, reyes y santos, guerreros y señores, y otras grandes figuras de mundos perdidos que era preciso reencontrar, magnificar e incluso a veces mitificar, al ritmo de las causas y de las necesidades del momento. Reducidos a su parte emergida, estos seres eran desposeídos de su carne. Sus cuerpos no eran más que símbolos, representaciones y figuras; sus actos, sólo sucesiones, sacramentos, batallas, acontecimientos. Enumerados, escritos y dispuestos como otras tantas estelas que marcaran la cadencia de la historia universal. En cuanto a esta marea humana que rodeaba y concurría a su gloria o a su decadencia, los nombres de plebe y pueblo bastaban para contar su historia, sus arrebatos y sus comportamientos, sus hábitos y sus tormentos.
Michelet es una excepción y causa un escándalo acordando un papel histórico importante a la fístula de Luis XIV. El curioso estudio, basado en la herencia, del doctor Auguste Brachet, médico y positivista, discípulo de Littré, Pathologie mentale des rois de France (1903), no tuvo influencia sobre la historiografía. Sólo el marxismo, en la periferia de la historia, considerado más como ideología y filosofía, había querido subvertir esta concepción tradicional de la historiografía, en particular con la noción de lucha de clases.
Dando entrada a la «larga duración» y a la sensibilidad, a la vida material y espiritual, el movimiento de la historia llamado de los «Anales» quiso promover una historia de los hombres, una historia total, una historia global. En efecto, si la historia se ha escrito a menudo desde el punto de vista de los vencedores, como decía Walter Benjamin, también se ha visto despojada —como denunciaba Marc Bloch— de su cuerpo, de su carne, de sus vísceras, de sus gozos y de sus miserias. Era preciso, pues, dar cuerpo a la historia. Y dar una historia al cuerpo.
Efectivamente, el cuerpo tiene una historia. La concepción del cuerpo, su lugar en la sociedad, su presencia en el imaginario y en la realidad, en la vida cotidiana y en los momentos excepcionales, han cambiado en todas las sociedades históricas. De la gimnasia y el deporte en la Antigüedad grecorromana al ascetismo monástico y al espíritu caballeresco de la Edad Media hay un cambio enorme. Ahora bien, donde hay un cambio en el tiempo, hay historia. De este modo, la historia del cuerpo en la Edad Media es una parte esencial de su historia global.
La dinámica de la sociedad y de la civilización medievales es el resultado de una serie de tensiones: tensión entre Dios y el hombre, tensión entre el hombre y la mujer, tensión entre la ciudad y el campo, tensión entre lo alto y lo bajo, tensión entre la riqueza y la pobreza, tensión entre la razón y la fe, tensión entre la violencia y la paz. Pero una de las principales tensiones es la que se produce entre el cuerpo y el alma. Y más todavía en el interior del cuerpo mismo.
De un lado el cuerpo es despreciado, condenado, humillado. En la cristiandad, la salvación pasa por una penitencia corporal. En el umbral de la Edad Media, el papa Gregorio Magno califica el cuerpo de «abominable vestimenta del alma». El modelo humano de la sociedad de la alta Edad Media, el monje, mortifica su cuerpo. Llevar un cilicio sobre la carne es el signo de una piedad superior. Abstinencia y continencia se hallan entre las virtudes más fuertes. La gula y la lujuria son los mayores pecados capitales. El pecado original, fuente de la desdicha humana, que figura en el Génesis como un pecado de orgullo y un desafío del hombre hacia Dios, se convierte en la Edad Media en un pecado sexual. El cuerpo es el gran perdedor del pecado de Adán y Eva revisado de este modo. El primer hombre y la primera mujer están condenados al trabajo y al dolor, trabajo manual o trabajo del alumbramiento acompañado por sufrimientos físicos, y deben ocultar la desnudez de su cuerpo. Y la Edad Media extrajo conclusiones extremas de estas consecuencias corporales del pecado original.
No obstante, en el siglo XIII, la mayor parte de los teólogos ponen en evidencia el valor positivo del cuerpo ya en la tierra. San Buenaventura subraya la excelencia de la posición erecta, que, en virtud de la primacía del movimiento de abajo arriba, corresponde a la orientación del alma hacia Dios. Insiste asimismo en la importancia de la condición sexuada que concurre a la perfección de la naturaleza humana mantenida después de la resurrección en el Paraíso, no por la generación que ya no tiene razón de ser, sino por la perfección y la belleza de los elegidos. Más aún, para santo Tomás de Aquino, el placer corporal es un bien humano indispensable que debe regirse mediante la razón a favor de los placeres superiores del espíritu, ya que las pasiones sensibles contribuyen al dinamismo del impulso espiritual.
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