Basándose en una amplia documentación, el autor desarrolla una tesis radicalmente contraria a la opinión dominante, es decir, que, a pesar de la mortal enemistad que los separaba, el comunismo y el nazismo tenían el mismo enemigo: la sociedad burguesa, y el mismo objetivo de purificar el mundo a través de un terror catártico. De ahí la institucionalización del universo concentracionario, en el que debían ser descargados todos los elementos corrompidos y corruptores, así como la idea de la revolución como proceso catastrófico-palingenésico que había de desembocar, después de aniquilar la totalidad existente en la creación de una humanidad transfigurada. Tout détruir pour tout refaire à neuf. Tras el pretexto de la «raza» o de la «clase social», de la plena regeneración y de la creación de un «hombre nuevo», un mismo bestial totalitarismo.
Luciano Pellicani
Lenin y Hitler
Los dos rostros del totalitarismo
ePub r1.2
Titivillus 27.09.15
Título original: Lenin e Hitler. I due volti di totalitarismo
Luciano Pellicani, 2009
Traducción: Juan Marcos de la Fuente
Editor digital: Titivillus
ePub base r1.2
LUCIANO PELLICANI (Ruvo di Puglia, 10 aprile 1939) es un politólogo italiano, catedrático de sociología política en la Libera Università Internazionale degli Studi Sociali (LUISS) de Roma, y autor de numerosos trabajos de su especialidad, entre ellos, La società dei giusti. Parabola storica dello gnosticismo rivoluzionario (1995), Modernizzazione e secolarizzazione (1997), Dalla società chiusa alla società aperta (2002), Rivoluzione e totalitarismo (2003), Le sorgenti della vita. Modi di produzione e forme di dominio (2005), La genesi del capitalismo e le origeni della modernità (2006), Le radici pagane dell’Europa (2007) y Anatomia dell’anticapitalismo (2010).
Notas
[1] S. Zweig, Il mondo di ieri, Mondadori, Milán 1994, pp. 10-11.
[2] L. Fenizi, Il secolo crudele, Bardi, Roma 1999.
[3] B. Croce, L’Anticristo che e in noi, en Filosofía e storiografia, Laterza, Barí 1969, p. 315.
[4]Íbid., p. 317. Es interesante notar que también I. Safarevich (Le phénomene socialite, Seuil, París, 1977) y V. Havel (Histoires et totalitarisme en Essais politiques, Calman-Lévy, París, 1989) llegaron a la misma conclusión que Croce, es decir, que el totalitarismo se inspiraba en un ideal de muerte.
[5] La fórmula es de Anatoli Lunacharski (cit. por A. Siniavski, La civilisation soviétique, Albin Michel, París 1988, p. 212).
[6] F. Furet, Lepasséd’une illusion, Laffont/Calmann-Lévy, París 1995, p. 12.
[7] M. Gilas, La nuova classe, il Mulino, Bolonia 1957, p. 99.
[8] Cfr. Z.K. Brzezinski, The Permanent Purge, Harvard University Press, Cambridge 1956; J.A. Armstrong, ThePolitics ofTotalitarianism, Random House, Nueva York 1961; B. Moore jr, Terror and Progress, Harvard University Press, Cambridge 1966; R. Conquest, Il Grande Terrore, Rizzoli, Milán 1999; J. Elleinstein, Storia del fenomeno staliniano, Editori Riuniti, Roma 1975; R-A. Medvedev, Lo stalinismo, Mondadori, Milán 1972; F. Bettanin, Il lungo terrore, Editori Riuniti, Roma 1999; A. Romano, Lo stalinismo, Bruno Mondadori, Milán 2000.
[9] K. Korsch, La fórmula socialista per l’organizzazione dell’economia,in Scritti politici, Laterza, Bari 1975, vol. I, p. 6.
[10] K. Kautsky, Il programma di Erfurt, Samonà e Savelli, Roma 1971, p. 123.
[11] Lenin, Al primo congresso dei consigli dell’economia, en Opere complete, Editori Riuniti, Roma 1954-1970, vol. XXVII, p. 377 y p. 379.
[12] Tampoco la idea del «plan único», formulada varias veces por Marx y Engels, tenía un significado positivo: era una manera distinta para decir que el capitalismo tenía que ser eliminado. No puede extrañar, por tanto, que Branko Horvat haya llegado a la conclusión de que «el marxismo es una teoría (crítica) del capitalismo y de su destrucción, no una teoría del socialismo». (The Political Economy of Socialism, Sharpe, Armonk, N.Y. 1982, p. 124). Ni que Alberto Asor Rosa haya hecho esta confesión: «Nos falta una idea de lo que debería ser una formación económico-social no basada en el beneficio; y una idea de una institución estatal, o en todo caso de una oiganización cualquiera de la sociedad, que no repita los modelos, aunque sean corregidos e integrados, de la democracia representativa. Es decir, nos faltan las dos ideas fundamentales» (Le due società, Einaudi, Turín 1977, p. xvii). Lo cual no ha impedido a Asor Rosa afirmar que «el Gulag no puede anular retrospectivamente el valor y el alcance» del «sueño más grande que la humanidad haya soñado jamás» y que la tarea que tienen delante los intelectuales «progresistas» consiste en «obligar a Occidente a verse, y por tanto ayudarle a disolverse» (La guerra, Einaudi, Turín 2002, p. 151). No estamos muy lejos del llamado «nihilismo creativo» del anarquismo ontológico de Hakim Bey y John Zerzan, animado por el odio a la civilización moderna y por el deseo de ver cómo se colapsa por su intrínseca perversión.
[13] K. Marx, Peuchet o del suicidio, en K. Marx y F. Engels, Opere complete, Editori Riuniti, Roma 1970 e ss., vol. IV, p. 546.
[14] K. Marx y F. Engels, La sacra famiglia, en Opere complete, cit., vol. IV, p. 37.
[15] 15- K. Marx, Il 18 brumaio di Luigi Bonaparte, en Opere complete, cit., vol. XI, P- 115.
[16] F. Engels, Lettera dalla Germania, en Opere complete, cit., vol. X, p. 16.
[17] K. Marx, Miseria della filosofía, en Opere complete, cit., vol. VI, p. III.
[18] F. Engels, Schelling e la Rivelazione, en Opere complete, cit., vol. II, p. 239.
[19] F. Engels, Il panslavismo democrático, en Opere complete, cit., vol. VIII, p. 381.
[20] F. Engels, La lotta dei magiari, en Opere complete, cit., vol. VIII, p. 237.
[21] F. Engels, Ludovico Feuerbach e il punto di approdo della filosofía classica te-desca, en K. Marx y F. Engels, Opere scelte, Editori Riuniti, Roma 1969, p. 1106.
[22] H. Rauschning, La rivoluzione del nichilismo, Armando, Roma 1994, p. 33
[23] L Trotski, Arte rivoluzionaria e arte socialista, en Letteratura, arte, liberta, Schwarz. Milán 1958, p. 105.
[24] Cit. por J. M. Rhodes, The Hitler Movement, Hoover Institution Press, Stanford, 1980, p. 105.
[25] «Tout détruir, pour tout refaíre à neuf»: tal es la fórmula con que el jacobino Saint-Etienne sintetizó el proyecto revolucionario. Había pues dado en la diana Joseph de Maistre cuando, después de definir como «satánica» la revolución de 1793, puso en boca de los jacobinos, en un imaginario diálogo con Dios, estas palabras: «Todo cuanto existe nos disgusta porque tu nombre está escrito en todo cuanto existe. Queremos destruirlo todo y rehacerlo todo sin ti». (Saggio sul principio generatore delle costituzioni politiche,