«Quizá la historia universal es la historia de unas cuantas metáforas», escribió una vez Borges en una brillante reflexión sobre la representación de Dios y del Ser como «esfera infinita».
La larga trayectoria de esta metáfora, muy discutida durante toda la Edad Media por teólogos, no puede prescindir del segundo aforismo de este anónimo Libro de los veinticuatro filósofos, enigmático texto de la segunda mitad del siglo XII que recoge las definiciones de la divinidad propuestas por veinticuatro sabios reunidos en un simposio: «Dios es una esfera infinita cuyo centro se halla en todas partes y su circunferencia en ninguna». La profundidad y belleza de esta sentencia no dejará de fascinar a la cultura europea a través de los siglos: será recogida y reelaborada por Alain de Lille, Maestro Eckhart y Nicolás de Cusa en el Medioevo; por Giordano Bruno y Copérnico en el Renacimiento; un siglo después por Pascal, hasta llegar al simbolismo geométrico del Romanticismo alemán. Las veinticuatro definiciones que componen el Liber, seguidas de un comentario que alumbra su íntima coherencia teórica, expresan las condiciones generales que llevan a la mente humana a traducir en conceptos la intuición noética de lo divino, bajo la comprensión de un pensamiento que aspira a conjugar la revelación cristiana con la razón neoplatónica.
Esta version española que acompaña el texto latino ofrece por primera vez al lector moderno la posibilidad de acceder a este importante documento de la espiritualidad medieval. El amplio estudio introductorio de Paolo Lucentini permite a la vez comprender en todo su complejo contexto cultural la síntesis perfecta del platonismo cristiano europeo del siglo XII.
Anónimo
El libro de los veinticuatro filósofos
ePub r1.0
Titivillus 27.06.15
Título original: Il libro dei ventiquattro filosofi
Anónimo, 1999
Traducción: Cristina Serna & Jaume Pòrtulas
Edición y prólogo: Paolo Lucentini
Editor digital: Titivillus
ePub base r1.2
Representación de los philosophi. Montecassino (FR). Archivio dell’Abbazia, ms. Cassinese 132: Enciclopedia de Rabano Mauro.
Introducción
Paolo Lucentini
1. «Quizá la historia universal es la historia de unas cuantas metáforas»: así comienza «La esfera de Pascal», una de las más hermosas páginas de Jorge Luis Borges, recogida en Otras inquisiciones. La metáfora que mueve la reflexión de Borges es la representación de Dios y del Ser como «esfera infinita». Ya presente en los antiguos poetas y filósofos —Jenófanes, Parménides, Empédocles— y retomada, en opinión de Borges, en el vasto corpus atribuido a Hermes Trismegisto, la imagen de la esfera fue redescubierta a finales del siglo XII por Alain de Lille, y desde entonces hasta ahora no habría dejado de fascinar las mentes de literatos y pensadores. Borges recuerda su presencia en las literaturas europeas, desde el Roman de la Rose hasta el Pantagruel de Rabelais, y sigue sus metamorfosis en el pensamiento filosófico y teológico. Retomada con entusiasmo por Giordano Bruno en su De la causa, principio, et Uno (1584) para magnificar la revolución cosmológica de Copérnico y la nueva visión del mundo, un siglo después, cuando ya se había extinguido la luz del Renacimiento, la esfera «infinita» se convierte, en la primera versión de los Pensamientos de Pascal, en una esfera «espantosa», imagen de un mundo sin alma, abismo y laberinto para el alma humana. «Quizá», concluye Borges, «la historia universal es la historia de las diversas entonaciones de algunas metáforas».
El texto de Borges es de 1951, pero ya en 1937 un bello libro de Dietrich Mahnke, Unendliche Sphäre und Allmittelpunkt, había intentado recorrer, remontándose en el tiempo, la historia de la «esfera infinita» en la cultura europea. Desde el simbolismo geométrico del Romanticismo alemán hasta la mística geométrica de la Edad Barroca, el estudio de Mahnke, realizado con una vasta perspectiva historiográfica y gran rigor filológico, atraviesa el Renacimiento y la Edad Media, hasta llegar a los orígenes de la sabiduría griega. Decisivo, por la difusión de la metáfora, resulta su encuentro con el pensamiento del Maestro Eckhart y Nicolás de Cusa, pero es en el siglo XII, una época de extraordinario florecimiento literario e intelectual, cuando aparece la fuente original de todas las sucesivas apariciones de la «esfera infinita»: el Liber viginti quattuor philosophorum, atribuido en muchos manuscritos a Hermes Trismegisto y ampliamente discutido a lo largo de la Edad Media por teólogos y filósofos.
El Libro de los veinticuatro filósofos constituye un texto enigmático que recoge, como se explica en su Prólogo, las definiciones de Dios propuestas por veinticuatro sabios reunidos en un simposio. El escrito —que aparece por primera vez en la segunda mitad del siglo XII— se ha conservado en veintiséis códices; en los inventarios de antiguas bibliotecas se hallan atestiguados otros diez, actualmente perdidos. En el devenir del tiempo, este opúsculo experimentó ampliaciones y cortes, que se traducen en la presencia de tres redacciones diversas: la forma original, compuesta por las veinticuatro sentencias y un breve comentario; una segunda forma, que quizá se constituyera en Oxford a principios del siglo XIV, que añade otro comentario más amplio; y por último, también de esta misma época, el texto desprovisto de los dos comentarios y reducido tan sólo a las definiciones teológicas.
Las relaciones de estilo y doctrina entre las definiciones y el primer comentario suscitan problemas que todavía no han sido resueltos, pero la opinión mayoritaria, aun cuando sea formulada con dudas y cautelas, atribuye el comentario a la redacción original. La estructura de la obra, en efecto, presenta fuertes analogías con los escritos que en la segunda mitad del siglo XII introducen en la teología el método axiomático. En el origen de este nuevo modelo de investigación teológica se sitúa el comentario de Gilbert de la Porrée al De hebdomadibus de Boecio, que propone un método fundado en la verdad de frases enunciadas de forma axiomática, aceptadas en base a su evidencia y objeto de una exposición argumentada. La lección de Gilbert, inspirada quizás en la tentativa de imitar en el conocimiento teológico el rigor demostrativo de la geometría euclidea.
De este modo, las veinticuatro definiciones que componen el Liber expresan las condiciones generales que llevan la mente humana a traducir en conceptos la intuición noética de lo divino, y van seguidas por un comentario discursivo que ilustra la génesis interna de cada sentencia, así como su íntima coherencia teórica. El cuadro de conjunto constituye la propuesta de un saber teológico policéntrico y al mismo tiempo unitario que, a través de verdades manifiestas y universales —objeto de conocimiento noético— y su explicación en términos analíticos y discursivos, conduce, a lo largo de un camino de impulsos intuitivos y rigor racional, hacia la luz incognoscible de la única e infinita naturaleza divina.
Editado en la recension breve de Heinrich Denifle en el año 1886, en razón de su importancia para la obra del Maestro Eckhart, el