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El autor nos introduce de lleno en la historia y los parajes de la ciudad de Granada. Contiene varias imágenes de la Alhambra, la cual describe con detalle.
BOABDIL
(RESEÑA PARA EL TURISTA) Granada y la Alhambra HASTA EL SIGLO XVI POR El Conde de Benalúa Duque de San Pedro de Galatino
Julio Quesada Cañaveral y Piédrola, Conde de Benalúa, Duque de San Pedro de Galatino
Perfil biográfico
No hay en la historia reciente de nuestra ciudad un personaje tan activo impulsor de empresas innovadoras, tan valiente y generoso a la hora de arriesgar su fortuna, tan visionario para con el futuro de progreso a que debía aspirar nuestra depauperada tierra, tan comprometido con la sociedad de su tiempo. El recuerdo de su intensa vida sirve de ejemplo, aunque su figura sea irrepetible, por muchos motivos.
Promovió la sociedad que construyó el tranvía de la Sierra; un ferrocarril de vía estrecha de Illora a Láchar; dos fábricas de azúcar: dos de electricidad; explotó las canteras de serpentina del barranco de San Juan; construyó el Hotel Alhambra Palace y el Hotel Sierra Nevada. Entre otros honores, fue diputado a Cortes en cuatro ocasiones, dos veces senador y senador vitalicio como Grande de España a partir de 1905; académico de Bellas Artes, vocal del Consejo Superior de Agricultura, presidente de honor del Centro Artístico y del Club Penibético, miembro de la Junta de Excavaciones y Antigüedades... Era Señor de Láchar, Conde de Benalúa y de las Villas y Duque de San Pedro de Galatino, con grandeza de España de primera clase, pero firmaba siempre «Benalúa» que es el nombre que él se daba y por el que se le conocía en los círculos de sus amigos, si bien, en Granada se le recuerda más bien can el último de sus títulos, que el mismo Rey Alfonso XIII le rehabilitó en 1905, y que había pertenecido a un antepasado suyo, Ambrosio Spínola, que participo en la toma de Ostende y de Breda, por lo que aparece retratado por Velázquez en su cuadro “Las Lanzas”. En agradecimiento a todo lo que había hecho por realzar el nombre de su Granada y tanto tiempo y dinero como había entregado desinteresadamente, prácticamente todos los sectores de la ciudad hicieron campaña y solicitaron en 1925 que se le otorgase el título de Duque de Sierra Nevada. Tales peticiones no tuvieron efecto en un Gobierno con el cual el Conde de Benalúa no simpatizaba.
Julio Quesada Cañaveral Piédrola nació en Madrid el 30 de Octubre de 1857, en el seno de una aristocrática familia muy vinculada a Granada desde antiguo. Al morir sus padres —la madre, Elia Piédrola y Blake, natural de Vélez Málaga, en 1865 y el padre, Francisco de Asís Quesada Cañaveral y Osorio, en 1867— Julio queda a cargo de su padrino y tutor, José Osorio y Silva, Duque de Sexto y su hermana Mª Angustias al cuidado de su abuelo materno, Juan Manuel Piédrola Narváez, que vivía en Málaga. Los recuerdos de su infancia y adolescencia quedaron recogidos en un primer tomo de las Memorias del Duque, escritas como una crónica de los acontecimientos políticos de la segunda mitad del turbulento siglo XIX, vividos de forma directa, a la sombra del protagonismo de su tío y tutor, destacada figura monárquica de la Restauración y de la amistad íntima con el rey Alfonso XII, que cultivó con lealtad hasta la prematura muerte de éste y continuó con su hijo Alfonso XIII. No obstante, su talante liberal no vio con buenos ojos la complaciente actitud del rey para con la Dictadura del general Primo de Rivera, lo cual le distancio del monarca.
Tenía los ojos claros, el pelo rubio y rizado, era alto y apuesto. Vemos en las fotografías que era un hombre elegante y atractivo, con una mirada un tanto melancólica y una gran fuerza interior, que se resolvía en un carácter que él mismo definió como vivo, independiente y bravío. Le gustaba la caza, los caballos, los toros, y, como decía alguien que le conoció, amaba a los árboles, corno si fueran personas. Tenía fama de galante con las mujeres y debió vivir en su juventud más de una aventurilla con el también seductor, su amigo Alfonso XII, que cultivó con lealtad hasta la prematura muerte de éste y continuó con su hijo Alfonso XIII. No obstante, su talante liberal no vio con buenos ojos la complaciente actitud del rey para con la Dictadura del General Primo de Rivera, lo cual le distanció del monarca.
Su casa en Granada se encontraba en las Vistillas, en el lugar que ahora ocupa el Colegio de Santo Domingo. Pero donde más le gustaba residir era en su castillo-palacio de Lachar, un edificio historicista, que él construyó con gran lujo, inspirado en las estancias de los palacios nazaríes.
Se casó dos veces, la primera con Concepción Miró. Al quedarse viudo, volvió a casarse con Fernanda Salabert y Arteaga, Marquesa de Valdeolmos, que era también viuda del Conde de Villagonzalo. No tuvo descendencia de ninguno de los dos matrimonios y heredaron sus títulos los descendientes de su hermana Mª Angustias. Poco se sabe de la personalidad de tales damas, aunque por las referencias podemos deducir que Fernanda Salabert era bastante religiosa, y quizá se deba a ella la iniciativa del Duque de donar las instalaciones del Hotel Sierra Nevada al Arzobispado de Granada para seminario de verano. La donación, hecha en 1936, no se culminó hasta 1950.
Boabdil
En su esfuerzo por dotar a Granada de los instrumentos apropiados para el desarrollo de un turismo de calidad, Julio Quesada publica en 1925 su Boabdil, como Reseña para el turista, implícitamente dirigida al turista cuyo nivel artístico esté educarlo. Pretende con ella aportar datos históricos eruditos sobre la grandeza de la ciudad de sus amores, Damasco de Occidente, la Madraza de las Artes y de la Agricultura, con referencias a épocas más remotas en el tiempo, apoyándose en los autores clásicos y ofreciendo una explicación ilustrada y sencilla sobre la Alhambra, envuelta en una visión poética y romántica, que hiciese sentir al visitante todo el esplendor de la época dorada. Cuando recurre a cronistas y autores antiguos, incluye el Duque con habilidad menciones a Lachar, como escenario de hechos históricos, entre los cuales se encuentran las batallas entre César y Pompeyo a orillas del Xenil, en una colonia que se llamaba Lacen y que nosotros llamamos Lachar. Deseoso de subrayar la importancia histórica de Lachar, colocó una inscripción cerámica en el remodelado castillo, en la que afirmaba que lo había fundado el mítico conde Don Julián, relacionando así su pueblo con el Soto de Roma, el cual, según la tradición, había sido construido para que su amada Florinda gozase con la belleza de sus jardines.
Una buena parte del texto de Boabdil se centra en la figura del último rey nazarí de Granada, y la historia de su vida, con una mezcla de admiración y respeto, de asombro por la fuerza del destino aciago del infortunado monarca, y de compasión por quien tuvo que dejar tras de sí la belleza de Granada. Boabdil aparece en su biografía, no como el apocado y débil monarca que entregó la ciudad, plegándose a los Reyes cristianos, sino como valiente capitán, dispuesto a morir antes que entregarse, de férrea voluntad y determinación, tenaz y majestuoso, elegante en su desapego, sacando a relucir episodios en los que se destaca y engrandece su figura, hasta el momento culminante en que abrumado, y ante los ruegos de todos, sella las capitulaciones y abandona la ciudad. A esta visión contribuyeron sin duda las aportaciones de los investigadores granadinos sobre las condiciones en que se realizó la entrega de la ciudad, pues dieron a conocer documentos que evidenciaban el trasfondo de las capitulaciones y las duras condiciones que tuvo que aceptar el desdichado rey.