Magia y hermetismo
Ernesto Priani Saisó
Magia y hermetismo
JGH Editores
Autoría
Ernesto Priani Saisó
A Pepita Sa1só Sempere
y Adriana Aceves Martinek.
Qué prueba de la existencia
habrá mayor que la suerte
de estar viviendo sin verte
y muriendo en tu presencia
Xavier Villaurrutia
Filosofar es invertir la dirección
rutinaria del trabajo intelectual.
No pretende establecer leyes —invita sólo a la
responsabilidad de pensar libremente,
e invita a ello pensando.
Antonio Escohotado
I. Los límites del horizonte
Este es un libro sobre la magia. Sin embargo, si una palabra ha quedado prácticamente excluida es ésa. No se trata de un capricho, sino de una tentación vencida. Magia es uno de esos térmmos para el que cada uno tiene una 1dea determinada y que ademas tiene la particularidad de desatar las pasiones. De otra manera, es una palabra útil como coartada y que facilita la retórica, porque suele cubrir con un velo los argumentos. En última instancia, es una palabra que mueve más a los sentimientos que a la reflexión.
Y ocurre que éste, además de ser un libro sobre la magia, es también una reflexión que la toma como punto de partida para tratar de entender algo más sobre nosotros mismos. Su horizonte, así, se traza sobre ambos costados de la historia, en el pasado remoto, cuando los hombres practicaban cotidianamente la magia, y el día de hoy, en el que ya no lo hacemos, pero en el que tampoco hemos suprimido las inquietudes que dominaban también a nuestros antepasados. Preocupaciones tan simples como el ser amado, permanecer sano, saber cómo vivir una vida sujeta al tiempo, con un límite determinado, y para las que las prácticas mágicas jugaban el papel de proporcionar respuestas que muchos creyeron eficaces.
Para no nublar ese horizonte hay que darle la vuelta a la magia, evitar los encantos del misterio y el susurro, y tal vez escarbar en el pasado para encontrar el modo en que los hombres planteaban el problema de su propia vida. Cualquier aproximación que se haga a la magia occidental, tomando como punto de referencia sus momentos de esplendor, llevará siempre hacia el hermetismo y al conjunto de los ricos aunque fragmentarios textos que hoy conocemos como Hermética, que durante siglos fueron leídos y estudiados como una de las fuentes primordiales de la magia por quienes se veían a sí mismo como magos.
Las prácticas mágicas, sin embargo, no aparecen con el hermetismo. Existen, por supuesto, desde mucho antes. Por eso, al trazar la relación entre éstas y hermetismo no puede evitarse hacer referencia a la doctrina que sirve de puente entre unas y otro. Aquella que, en estricto sentido, las vinculará entre sí a partir del hermetismo, para conformar lo que los hombres de la Edad Media y el Renacimiento conocerían como una doctrina y una práctica a la que llamarían magia. Esa doctrina, a la que llamaré neoplatonismo hermético, es la de aquellos pensadores como Apuleyo, lámblico, Juliano el Apóstata, y siglos más tarde, Ramón Llull, Marsilio Ficino, Giovanni Pico, Cornelio Agrippa, y tantos otros que, bebiendo en Platón y el hermetismo, formularon de tal forma el problema de la existencia humana que un grupo de prácticas populares pasaron de ser simples técnicas operativas con fines muy específicos —conseguir el amor, mantener la sombra junto a uno, evitar la llegada de las cucarachas, hacerse invisible— a ser prácticas encaminadas a construir al hombre como sujeto de su propia vida.
En un sentido, neoplatonismo hermético y magia son lo mismo, pero en otro no. Lo son en tanto que se trata de la misma doctrina y la misma práctica que los hombres de la Edad Media y el Renacimiento llamaron magia. No lo son en la medida en que el neoplatonismo hermético no agota la riqueza y los sentidos múltiples que se agolpan bajo el nombre de magia. Utilizar neoplatonismo hermético en lugar de magia, además de evitar el naufragio y la tentación de la retórica, tiene la intención de hacer énfasis en el problema ético que encontrará en las prácticas mágicas una forma de conducta para dar forma a la propia existencia, en el orden de dar respuesta a ese problema.
Y es aquí donde alcanzamos el horizonte de nuestros días. Más que una disquisición erudita sobre los orígenes de la magia medieval, este libro busca cuatro ideas fundamentales que pueden alimentar la reflexión de nuestros días: la primera es el modo en que el hermetismo, retomando algunas de las ideas del gnosticismo dualista, formula el problema de la existencia en la temporalidad. La segunda es el modo en que esta forma de plantear el problema conduce el hermetismo a introducir una noción de temporalidad fuerte dentro del pensamiento cosmológico y ético; es decir, una estructura en la que el momento, el día y el mes del año definen una parte de las relaciones entre las personas, las cosas y las sustancias. En tercer lugar, la idea del hombre como un ser que elige en la medida en que es temporal y, derivada de ésta, la cuarta, la propuesta de la construcción del sujeto sobre la base del cambio y la inquietud, que puede sintetizarse en la fórmula: sé cuanto quieras ser.
La pauta de exposición que he seguido aquí intenta responder a los dos extremos que tiene esta búsqueda. Por una parte he querido seguir la sucesión histórica y por otra, una perspectiva sistemática de los problemas, que al final nos lleve a rescatar aquello que puede ser útil para la reflexión de nuestros días.
De este modo, en la primera parte se aborda el hermetismo desde sus raíces gnósticas para establecer las bases de la originalidad de su pensamiento y de la forma en que plantea el problema de la existencia humana, partiendo de la concepción del cosmos hasta llegar a la del hombre. En la segunda, que es la más extensa, nos concentramos en el neoplatonismo hermético y en cómo, a partir de Platón, las ideas herméticas toman cuerpo y consistencia, pierden su carácter religioso y adquieren uno ético, en el que prácticas como la astrología, la medicina, la música y la adivinación conforman modos de conducta propias de un sujeto.
Ésta es, después de todo, una reflexión ética sobre la magia.
II. Gnosis y hermetismo
Siete astros de curso dilatado giran en círculo en el umbral del Olimpo, con ello el tiempo infinito prosigue eternamente su marcha: la Luna que ¡lumina la noche, el lúgubre Cronos, el sol Nous, Paifé que aparta el lecho nupcial, el fogoso Ares, Hermes de alas rápidas y Zeus, primer autor de todos los nacimientos. Estos mismos astros ha recibido en participación la raza humana, y en nosctros está la Luna, Zeus, Ares, Paifé, Cronos, el Nous, Hermes. He aquí por qué nuestro sino consiste en hacer nuestro, del aliento etéreo, lágrimas, risas, colera, generación, logos, sueño, deseo. Las lágrimas es Cronos, la generación Zeus, Logos es Hermes, Cólera Ares, el sueño la Luna, Citérea el deseo, la risa el sol: pues por él ríen, con razón, toda la inteligencia mortal y el mundo sin límites.
Fragmentos de Stobeo XXIX
La gnosis
Al término de la expansión del Imperio Romano, la sociedad imperial sufre una transformación radical. Se vive una época de paz pero, al mismo tiempo, de una intensa zozobra individual. El ciudadano, antes actor y receptor de las glorias de Roma, se vuelve el único protagonista de su vida; los oráculos, que revelaban el destino del Imperio, ahora reciben las dudas mezquinas de los ciudadanos: ¿Renunciaré? ¿Seré Senador? ¿Me beneficiaré esta temporada?
Disuelta la esperanza colectiva, la vida propia se vuelve el eje de las preocupaciones de los individuos, y el temor supersticioso por la fortuna y la fatalidad se acentúa. La filosofía y la religión dejarán de ser cultivadas como puro pensamiento o pura piedad, para serlo en vista de un objetivo específico: ofrecer un método para disipar los temores humanos; una vía que provea tranquilidad y esperanza en una vida feliz.
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