En el primero de los cinco «movimientos» de esta obra, busco dar la faz humana del creador. Naturalmente, esa imagen será parcial. Es Ginastera visto por mí y solo por mí. En esa parte de mi trabajo he dado conscientemente la espalda a ciertas postulaciones actuales de la crítica, que pretende describir casi geométricamente aquello que cae bajo su lente, a fin de liberarlos, en el caso de los objetos, de toda significación humana, para corregirlos de la metáfora y del antropomorfismo. En cambio, en lugar de «expulsar» al hombre, al escritor, al crítico, me he incluido sin disimulos en ese primer «movimiento», al cual, parafraseando la terminología técnico-musical, he denominado «allegro bio-temático».
Algo análogo ocurre en el segundo «movimiento», aunque en ese caso hay una mayor aproximación al pensamiento puro del autor, a sus propias palabras, a sus ideas sobre la creación musical.
En los tres «movimientos» que siguen, el método de trabajo se orienta hacia un desmenuzamiento de la obra, desde un doble ángulo, descriptivo y explicativo. Es decir, un estudio de los elementos formales de cada composición, sin que ello signifique dejar de lado datos situacionales de cada una de ellas, o sea todo lo que de alguna manera condiciona su origen y es parte determinante de su génesis y expansión.
P. S. U.
Pola Suárez Urtubey
Ginastera en cinco movimientos
ePub r1.0
stjx30 17.11.14
Título original: Ginastera en cinco movimientos
Pola Suárez Urtubey, 1972
Fotografía de cubierta: Bruno Guth
Editor digital: stjx30
ePub base r1.2
El artista creador es como una sinfonía de Berlioz.
Los movimientos cambian; el estilo, aunque variado, reaparece siempre.
Es su «idée fixe».
POLA SUÁREZ URTUBEY es profesora en Letras y doctora en Música por la Universidad Católica Argentina. Ha realizado numerosos trabajos de investigación musicológica sobre la creación argentina aparecidos en obras colectivas y es autora de varios libros, entre ellos Alberto Ginastera y Ginastera en cinco movimientos, que han devenido en obras clásicas del tema, La música en el ideario de Sarmiento y Breve Historia de la música. Ha colaborado en diccionarios internacionales entre ellos Diccionario de la música española e hispanoamericana, editado en Madrid. En 1991 obtuvo en Estados Unidos el primer premio del concurso internacional «Robert Stevenson de Historia de la Música y Musicología», por su estudio sobre La creación musical argentina entre los Ochentistas. Ha tenido amplia participación en la Historia General del Arte en la Argentina, editada por la Academia Nacional de Bellas Artes en 9 volúmenes.
Es musicógrafa del Teatro Colón y columnista de música clásica del diario La Nación de Buenos Aires. Desde 1999 organiza cursos públicos en el Teatro Colón sobre el tema «Aproximación al conocimiento de la ópera», como parte de una intensa labor pedagógica. En 1999 fue designada Miembro de número de la Academia Nacional de Bellas Artes de la Argentina y Miembro de número de la Academia Argentina de la Historia.
Introducción
Con el propósito de iniciar la publicación de su serie de monografías sobre compositores, incluida en la colección «La música y los músicos», se me ha encargado este libro sobre Alberto Ginastera.
La solicitud responde a una idea bien definida: si se propone llenar en parte la carencia de bibliografía musical en nuestro idioma, pues nada mejor que empezar por la propia casa. El prestigio local e internacional de Ginastera hizo pensar entonces al editor que un volumen dedicado a su personalidad y producción podía servir de inmejorable pórtico.
En el primero de los cinco «movimientos» de esta obra, busco dar la faz humana del creador. Naturalmente, esa imagen será parcial. Es Ginastera visto por mí y solo por mí. En esa parte de mi trabajo he dado conscientemente la espalda a ciertas postulaciones actuales de la crítica, que pretende describir casi geométricamente aquello que cae bajo su lente, a fin de liberarlos, en el caso de los objetos, de toda significación humana, para corregirlos de la metáfora y del antropomorfismo. En cambio, en lugar de «expulsar» al hombre, al escritor, al crítico, me he incluido sin disimulos en ese primer «movimiento», al cual, parafraseando la terminología técnico-musical, he denominado «allegro bio-temático».
Algo análogo ocurre en el segundo «movimiento», aunque en ese caso hay una mayor aproximación al pensamiento puro del autor, a sus propias palabras, a sus ideas sobre la creación musical.
En los tres «movimientos» que siguen, el método de trabajo se orienta hacia un desmenuzamiento de la obra, desde un doble ángulo, descriptivo y explicativo. Es decir, un estudio de los elementos formales de cada composición, sin que ello signifique dejar de lado datos situacionales de cada una de ellas, o sea todo lo que de alguna manera condiciona su origen y es parte determinante de su génesis y expansión.
P. S. U.
Primer movimiento
Allegro bio-temático
18 de julio de 1967. La Municipalidad de la ciudad de Buenos Aires emite un decreto que excluye la ópera Bomarzo del repertorio del Teatro Colón, donde debía ser estrenada pocos días después. Los considerandos de la medida señalan que corresponde a las autoridades del Municipio resguardar la moralidad pública. Se recuerda que los trámites para llevarla a escena se habían concretado en la primera mitad de 1966, para formalizarse después las contrataciones respectivas. Luego, a causa del estreno de la obra en Washington (19 de mayo de 1967), «esta Intendencia Municipal —dice el decreto— recién pudo tomar conocimiento cabal de los aspectos característicos de dicho espectáculo, en cuyos quince cuadros se advierte permanentemente la referencia obsesiva al sexo, la violencia y la alucinación, acentuada por la puesta en escena, la masa coral, los decorados, la coreografía y todos los demás elementos concurrentes». Y se rubrica con la categórica afirmación de que «el argumento de la pieza y su puesta en escena revelan hallarse reñidos con elementales principios morales en materia de pudor sexual».
19 de julio de 1967. Ginastera opina desde las columnas de un vespertino de Buenos Aires: «Las obras de arte no deben juzgarse con un criterio rígido, sino con una medida estética. No debemos olvidar que las grandes obras giran alrededor de los grandes pecados».
27 de noviembre de 1970. Bomarzo se estrena en Europa, en la ópera de Kiel (Alemania) y pocos días después de Zurich (Suiza), dirigida por el eminente Ferdinand Leitner.
Año 1971. Desaparecida en la Argentina la política de paternalismo cultural y obsecuente fariseísmo, la Intendencia Municipal resuelve incluir nuevamente la ópera Bomarzo en el Colón. Su estreno queda fijado para el 28 de abril de 1972.
En los casi cinco años que median entre la prohibición de Bomarzo y su estreno en Buenos Aires, Ginastera añade a su producción operística un nuevo título, Beatrix Cenci. La noche del estreno mundial en Washington, el 10 de septiembre de 1971, la televisión argentina, vía satélite, difunde una entrevista con el compositor mientras las cámaras muestran diferentes momentos de la obra. Toca esa noche el punto álgido de la consagración del músico a nivel multitudinario. Esto último puede tener hoy poca importancia. Es signo de los tiempos que corren adquirir prestigio de la mañana a la noche, como perderlo al día siguiente. Sin embargo, la consagración de Ginastera aparece como logro de treinta años. Semejante lapso es capaz de desafiar con ventaja a esta sociedad nuestra, variable y veleidosa. Es un puesto ganado día a día, obra a obra, nota a nota. Ganado con el esfuerzo de la creación, con las horas de soledad que ese esfuerzo exige, con la alegría del triunfo. Ese triunfo no se lo ha regalado ninguna promotora comercial. Por eso llena de mayor felicidad al hombre que lo goza en la misma medida en que estremecen de impotencia las legiones de cainitas que todo Abel triunfante se gana en este mundo. Es el salario del éxito.