El Informe Lugano II
Susan George
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Prólogo
E
ntre la ficción y la realidad suele haber la misma diferencia que entre la imaginación y los hechos. El artista dispone de una libertad infinita en su búsqueda creativa, mientras que el ensayista y el político piensan y actúan en un mundo de preguntas y limitaciones, en el que el desconocimiento de la realidad puede pagarse muy caro. La autora de este Informe Lugano II, Susan George, ha desafiado estos escollos haciendo que uno sea el eco del otro: aquí, la imaginación permite comprender la realidad. Hace falta talento para sacar lo mejor de estos dos géneros, y es precisamente eso lo que nos demuestra, tras el éxito del Informe Lugano I, la aparición del segundo, titulado «Esta vez, vamos a liquidar la democracia».
Sin embargo, aquí no nos movemos ni en la imaginación ni en la realidad propiamente dicha. Se trata de algo más complejo, que la lógica denomina inducción. En efecto, Susan George parte de una pregunta fundamental: tal y como se desarrolla hoy en día, si el sistema capitalista tuviese que obedecer a una lógica deductiva (no inductiva) rigurosa, ¿cuáles deberían ser sus protocolos y cómo deberían imponerse para hacer realidad sus fines particulares? Para contestar a esta deducción de una política estratégica aplicable a escala mundial (escala que se ha convertido en la medida de la globalización liberal), es preciso determinar en primer lugar los principales retos a los que se enfrenta dicho sistema y, por inducción, mostrar cómo puede responder ante ellos. Dicho de otra manera: si el sistema quiere ser lógico consigo mismo, debe emprender las vías más rigurosas para hacer realidad sus objetivos.
Así pues, un organismo llamado Grupo de Solicitantes, cuya sede se encuentra en la ciudad suiza de Lugano (no muy lejos de Davos), les encomienda a unos intelectuales la tarea de reflexionar sobre cómo podría ser esta política estratégica mundial. El trabajo de este cenáculo de pensadores está sintetizado en el Informe Lugano I, que nuestra autora publicó doce años atrás. Se enumeraron entonces tres grandes retos: el medio ambiente, la gestión de la sociedad y las finanzas. Hoy, el mismo Grupo de Solicitantes reclama un segundo informe que haga al mismo tiempo un balance de las medidas adoptadas y de los nuevos retos, siempre según la misma preocupación: cumplir los objetivos de la globalización liberal y garantizar la eternidad del capitalismo financiero mundial.
El reto es considerable, pues ya el primer informe describía con bastante claridad los peligros de aquella época: una degradación ilimitada del medio ambiente, una destrucción progresiva de los mecanismos de la soberanía popular y una peligrosa autonomía de la esfera financiera internacional que provocaría una serie de crisis encadenadas. Doce años después, incluso si dichas amenazas no se han materializado con precisión matemática, es evidente, ahora más que nunca, que la humanidad ha acabado en una deriva que cada vez parece más difícil de controlar. Mientras tanto, la crisis financiera internacional ha explotado, y el sistema por lo menos ha podido poner a prueba un mecanismo de defensa que le garantiza su seguridad: aquellos que dominan el orden imperial-financiero han resistido al tsunami y, gracias al apoyo de fuerzas de todos los ámbitos, han logrado que sean las víctimas de la crisis quienes la paguen. ¡Es demasiado!
El argumento que Susan George quiere hacer comprender a los Solicitantes de Lugano (¡los de Davos algo sacarán en limpio!) es que a partir de ahora para el sistema es necesario enfrentarse de verdad al meollo del problema, a saber, la democracia y la formación de la soberanía popular. En una palabra, hay que dejar a la gente fuera de juego si se quiere cumplir con eficacia la finalidad de la globalización liberal (recordemos que Fukuyama decretó, parafraseando a Hegel, el «fin de la historia», aunque seguía alabando las virtudes de la democracia parlamentaria...). Dicho claramente, lo que esto quiere decir es que en Occidente, la filosofía de la Ilustración ha establecido la extraña idea según la cual la igualdad es un derecho común, lo que en el fondo crea una fuente de perturbación permanente y potencialmente destructora de cualquier dinámica económica basada en los beneficios, que es alfa y omega del capitalismo moderno.
Este segundo volumen trata principalmente sobre esta gran cuestión. La autora analiza las vías a través de las cuales el sistema puede conseguir liquidar la democracia, los rodeos que deben darse y las estrategias y tácticas que deben emplearse. Así pues, el lector encontrará, con claridad, en virtud únicamente de un excelente método inductivo, deconstruido y revelado, la realidad del sistema imperante hoy en día. Entramos así de lleno en la lógica interna de este sistema, y calibramos la envergadura de la amenaza permanente que supone para la humanidad.
Evidentemente, no tengo intención de desvelar al lector las mil sorpresas que encontrará en el libro de Susan George. Entre el humor y la concienciación más grave, tendrá tiempo para hacerse él mismo una idea del enfoque de nuestra autora. Sin embargo, me aventuraré a adelantar aquí una hipótesis de investigación. Parto de la idea que estos dos Informes Lugano, I y II, ponen de manifiesto: la existencia de un nuevo tipo de capitalismo, que hoy en día ciertos economistas diferencian del capitalismo de organización de los años 1945-1975 en Europa, Estados Unidos y Japón, ya sea bajo la forma del
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