JUAN CAMILO RESTREPO
CUATRO CRISIS
QUE MARCARON
A COLOMBIA
© Juan Camilo Restrepo, 2022
© Editorial Planeta Colombiana S. A., 2022
Calle 73 n.º 7-60, Bogotá
www.planetadelibros.com.co
Fotografía de cubierta: L. R. Campanna
Primera edición (Colombia): abril de 2022
ISBN 13: 978-628-00-0226-2
ISBN 10: 628-00-0225-X
Desarrollo E-pub
Digitrans Media Services LLP
INDIA
Impreso en Colombia – Printed in Colombia
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Este libro está dedicado a María Teresa Herrán, consejera invaluable, rigurosa, y amiga de siempre.
INTRODUCCIÓN
Quizás habría que comenzar explicando porqué este libro se titula Cuatro crisis que marcaron a Colombia. La respuesta es que por alguna curiosa razón en casi todos los episodios en que me ha correspondido participar en la vida pública colombiana durante los últimos cincuenta años, he enfrentado crisis. Unas más fuertes que otras, pero todas extremadamente delicadas. En este recuento se consignan las memorias que me han dejado cuatro de estas crisis y las lecciones que ellas han sembrado en la vida del país.
No porque deje de tener validez el muy repetido dicho chino según el cual detrás de cada crisis hay oportunidades, de las cuatro que refiero en este libro quedaron enseñanzas de las cuales el país ha extraído lecciones para mejorar su institucionalidad económica y social.
Para preparar esta obra pasé revista mental sobre las crisis que me ha tocado vivir y seleccioné las que a mi juicio valen la pena relatar. No puedo hacerlo con todas.
Quiero comenzar recapitulando brevemente el itinerario de mi larga vida profesional, para mostrar por qué he escogido los cuatro episodios que aparecen desarrollados en los capítulos.
Cuando mi familia se trasladó de Medellín a Bogotá estudié con los jesuitas en el Colegio de San Bartolomé La Merced, donde terminé bachillerato el mismo día en que el presidente John F. Kennedy fue asesinado en Dallas, el 13 de noviembre de 1963. Los primeros recuerdos políticos que conservo fueron las protestas contra el general Gustavo Rojas Pinilla que terminaron con su salida del poder en mayo de 1957, la Junta Militar, y la formación del Frente Nacional. Como hecho curioso, la casa del tío donde viví durante toda la carrera, Roberto Salazar Gómez, quedaba en el barrio de la Magdalena, exactamente entre la residencia de la familia Rojas y la de Laureano Gómez. Solo estaba de por medio la de monseñor José Vicente Castro Silva, rector de la Universidad del Rosario. Aquella era probablemente la cuadra más agitada políticamente que tenía Bogotá.
Mi primer trabajo cuando estaba aún estudiando fue el de “cazador de micos” para la Asociación Nacional de Industriales, Andi. En aquellos tiempos no se había aprobado aún la exclusión que introdujo luego la Constitución del 68, consistente en prohibir estos usuales animales en las leyes. Mi tarea era entonces ir por las tardes al Congreso a husmear qué ‘micos’ que fueran de interés para la Andi se estaban deslizando entre las leyes que se discutían. Fue una buena experiencia que me permitió conocer la manera como trabajaba el Parlamento de entonces. Solo que no logré cazar muchos, pues por aquellos tiempos se discutía una nueva constitución promovida por el presidente Lleras Restrepo. La Comisión Primera del Senado era un opulento espectáculo intelectual donde debatían con gran sabiduría los senadores Alfonso López Michelsen, Darío Echandía y Carlos Restrepo Piedrahíta, entre otros. Yo, el furtivo cazador, me entretenía escuchando aquellos magníficos debates, y al final cacé muy pocos micos.
Al terminar mi carrera universitaria, Germán Botero de los Ríos, subgerente del Banco de la República, me invitó para que me vinculara primero como abogado y luego como secretario de la Junta Monetaria, entidad creada durante el gobierno de Guillermo León Valencia para hacerle contrapeso a la injerencia que los banqueros privados ejercían desde la Junta Directiva del banco. Fue un primer intento –que luego reforzaría la Constitución de 1991 a través de la Junta Directiva del Banco de la República– para consolidarla como máxima directora de la política cambiaria, crediticia y monetaria del país.
Mi experiencia en la Junta Monetaria resultó invaluable. Todos los grandes temas económicos del país pasaban por allí. La presidía Abdón Espinosa Valderrama –ministro de Hacienda en el gobierno de Lleras Restrepo– y con él tuve una gran empatía. Eran los tiempos en que aún había en el país un severo control de cambios. Atender la Junta Administradora del Control de Cambios era otra de mis responsabilidades. Por aquella época en el gobierno se estudió y se expidió el célebre Decreto 444 de 1967 que regulaba todos los cambios internacionales del país. De esta experiencia me nació la idea de escribir la tesis de grado en la Universidad Javeriana, trabajo que me dirigió Samuel Hoyos Arango, sobre el tema de las obligaciones en moneda extranjera. Con la penuria cambiaria que aún reinaba en el país, aquel era un tema de primerísima importancia.
En 1970 tuve la suerte de viajar a Francia para estudiar Derecho Administrativo en la Universidad de París. A esta invaluable experiencia me refiero en otro capítulo de este libro. Llegué a la ciudad luz en noviembre –el mismo mes en que murió el general Charles de Gaulle– en compañía de mi esposa, María Teresa Herrán, que es colombo-francesa por ser hija de madre francesa. Aún recuerdo la impresionante manifestación el día de la muerte del general por los campos Elíseos, que congregó a más de un millón de acongojados franceses.
Entre mis compañeros en la Universidad de París recuerdo a Francisco Eladio Gómez, quien era una verdadera enciclopedia en todo lo concerniente al derecho administrativo. Habría sido, sin duda, un magnífico consejero de Estado de no haber muerto tempranamente. También tengo presente a Rodrigo Lara, quien después fue asesinado siendo ministro de Justicia en el gobierno de Belisario Betancur; y a Vladimiro Naranjo, que habría de ser luego destacado magistrado de la recién creada Corte Constitucional. Todos los sábados, el entonces embajador Silvio Villegas nos reunía en su residencia a contar magníficas anécdotas de sus tiempos de leopardo en las aguerridas batallas no solo contra López Pumarejo sino también en el Parlamento.
De París pasé a Londres, donde tuve la fortuna de incorporarme al equipo de colombianos que representaba al país ante la Organización Internacional del Café, OIC. En diversas épocas mis compañeros de trabajo fueron Jorge Ramírez Ocampo, Roberto Junguito y más tarde Juan Manuel Santos. Mis vínculos con el café –que duraron muchos años– vienen de aquella época. En los tiempos libres seguí también cursos en The London School of Economics donde conocí y seguí muchas conferencias de lo más granado de la inteligencia económica de aquella prestigiosa escuela. Uno de los profesores que conocí fue Amartya Sen, que luego sería premio nobel de economía. Uno de mis compañeros en Londres era Gilberto Gómez, con quien después trabajaría ya de vuelta en Colombia. Él estaba haciendo su tesis de grado con el profesor Sen sobre temas de distribución del ingreso y pobreza. Fue tal su entusiasmo con las enseñanzas de este profesor que seguía hasta dos veces el mismo curso, y a todos me invitaba a que lo acompañara.
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