Martin Otin Jose Antonio - El Futbol Tiene Musica
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José Antonio Martín Otín
Copyright © 2011, José Antonio Martín Otín Primera edición: abril de 2011
© de esta edición: Libros del Atril, S.L.
Marquès de l'Argentera, 17. Pral. 1. a
08003 Barcelona
info@rocaebooks.com
www.rocaebooks.com ISBN: 978-84-15242-10-9
Todos los derechos reservados. Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamos públicos.
A Bernardo Salazar, el Historiador del Fútbol. Pelé, Di Stéfano, Cruyff y Maradona son los cuatro grandes. Pero de la era televisiva. Para ver a los grandísimos de antes hay que tener los ojos de Bernardo, y su corazón enamorado del balompié. Por el método de un cartujo infatigable, la memoria de un recaudador hebreo y el orden de un relojero calvinista, Salazar ha levantado un monumento al fútbol. Que no hace falta estar ahí abajo, verde y cal, para ser un elegido del balón.
Era un espacio semiclandestino hecho a la luz de un flexo robado en las primeras noches de Radio Marca. A mis camaradas de El fútbol tiene música , el programa menos escuchado de la radio española. Siempre.
Si Petón fuera velero, yo sería viento. Si en otra vida le toca ser ciego, me pido bastón. Y si es un abrigo, yo perchero. Así que el libro que usted ha comprado, o que ha caído en sus manos, ya me gustaba antes de ser concebido. Lo ha hecho Petón. Punto.
Y además habla de fútbol. De fútbol y de música. Y no hay nada mejor que el fútbol... que el fútbol y la música. Bueno... está el sexo. De acuerdo, no hay nada mejor que el fútbol, la música y el sexo. De modo que el libro toca dos de los tres asuntos que hacen mejor la vida. Bueno dos de los cuatro, porque se me había olvidado el cine… ¡Ah y la familia… y, por supuesto, los amigos… coño! Y la lectura, que se me olvidaba. Ya me he liado. Empiezo otra vez.
Este es un libro (lectura) hecho por Petón (amigo) con historias de película, que hablan de fútbol y de música. Así que faltan la familia y el sexo. Y hay cosas que es mejor no mezclar.
Queda pendiente un libro que englobe todo. Por lo demás, pasen y disfruten de narraciones que parecen imaginadas o exageradas por el autor, pero que han sido tan reales como la vida misma, como el mismo fútbol, tan reales como el sexo, los amigos... o los veleros.
PACO GONZÁLEZ
C onocí a Petón una tarde de radio, en medio del hermoso revoltijo de goles y anuncios que llenan mis fines de semana. Entró en el engranaje de aquella locura radiofónica con un desparpajo arrollador. Contaba el fútbol con la pasión del que lo ha vivido intensamente y con el virtuosismo verbal que le daban sus años de codos inquietos leyendo la vida. Era un placer comprobar cómo transformaba las vivencias de un partido en un ejercicio de personalidad, muy en el tono despierto, exigente y divertido al mismo tiempo, que exige esa radio acelerada de las tardes del fin de semana. Allí descubrí al Petón del comentario, del magisterio y de la chanza. Pero hay otros petones detrás de sus maneras de niño bueno y corazón rebelde. Está el que vivió con Pepín Bello la agonía artística y humana de una generación irrepetible. Y el que va al Manzanares con los miedos colgando, porque se ha acostumbrado a que el Aleti sea el gran dolor rojiblanco de su vida. Y el Petón de despacho y porcentaje, que amamanta futbolistas a prueba de futuro. Y el que esconde en sus ojos los paisajes de Huesca, para poder mirarla cuando la siente lejos.
Al Petón contador de historias lo descubrí más tarde. Fue en uno de esos remansos que a veces se producen en siete horas vertiginosas de fútbol en vena. Paquito González le enceló, como solo él sabe hacerlo, y Petón entró al trapo con la rotundidad de un toro bravo. Y empezó a contar su primera historia. Y nos fue embobando, embobando, palabra a palabra, sentimiento a sentimiento. Porque ahí está el secreto de un buen contador de historias, que lo que cuente lo pueda encajar la cabeza y lo pueda entender el corazón. Creo que era algo sobre el San Lorenzo de Almagro, uno de sus cariñitos escondidos. Nunca nadie me había contado una historia como me la contó Petón aquella tarde de radio. La audiencia, esa vigilante inexorable de los sonidos y las querencias, fue un clamor de mensajes. A todos les había ocurrido lo mismo que a mí, que de pronto, en la hermosa algarabía de un estudio de radio, alguien había sido capaz de parar el tiempo y hacerlo radio con una sencilla historia de fútbol. Desde entonces, soy admirador de todo lo que hace, de todo lo que inventa, de todo lo que sueña, de todo lo que dice y hasta de todo lo que se calla Petón. Con él hoy estamos donde nos gusta estar, después de haber protagonizado la mayor revolución de cariño que recuerda la radio española. Se van a volver locos con el libro. Se van a emocionar con cada historia. Se lo asegura un amigo de la radio, al que las fantasías verídicas de Petón le dejan siempre con la piel muy de gallina, el vello muy de punta y la boca muy abierta. Me ha pedido que le escriba un prólogo. A ver qué se me ocurre. Bueno, el título ya lo tengo. Los petones de Petón. Suena bien.
PEPE DOMINGO CASTAÑO
«El fútbol lo importé yo a España. En una partida histórica, celebrada en Aranjuez, fuimos porteros el conde de Romanones ( * ) y yo, y ofició de árbitro don Segismundo Moret. Empatamos los dos equipos: el Ría de Arosa y el Alcarria. El desempate —que tuvo lugar en el Ateneo, y en el que ganamos, por tres puntos, los del Ría de Arosa— fue algo épico. Don Francisco de Asís Cambó, que asistía a la fiesta en representación del Casal Catalá, estuvo, en un momento de desaforada división de opiniones, a pique de venir a las manos con don Melquíades Álvarez.»
RAMÓN MARÍA DEL VALLE-INCLÁN
Diario Ahora
D on Ramón María del Valle-Inclán inventó un verbo aún no pronunciado: esperpentizar. ¿Esperpentizó, levantó un esperpento, cuando afirmó tan serio que introdujo el fútbol en España? Lo lamento por la costa de Huelva que pierde así el hermoso remoquete pionero sin mengua para su Recreativo, que si no se jugó el primer partido entre el puerto y las minas tiene ganado el decanato como club. Pero doy en creer que el balompié español nació en el Ateneo; don Ramón decía la verdad. Pepín Bello ( * ) contaba que cuando conoció a Valle, el escritor relacionó de inmediato su apellido con la Ría de Muros, acertadamente porque de ahí provenía el Bello. Con la zeta por la ese, le explicó que en aquellos campos cercanos al mar, los labriegos iban tras la yunta con frac y sombrero de copa. A Pepín le dio la risa floja pero por dentro, que el padre de Bradomín arreglaba las cosas a la brava si sospechaba burla aunque perdiera un brazo en el desafío. Y sin embargo, supo luego el joven Bello que los barcos encallados en la Costa de la Muerte servían a sus playas baúles ingleses con trajes de etiqueta. Fracs y sombreros de copa náufragos que encontraban los paisanos y aprovechaban en lo que mejor prestara: arar tras los bueyes.
Me parece verdad lo que don Ramón María del Valle-Inclán contó en aquel suelto de Ahora . Creo que sí, que Valle paró bien aunque achantó barbudamente al veterano Segismundo Moret y Prendergast, árbitro del colegio andaluz; intuyo que Romanones ni tenía a su gañanería alcarreña en el mejor momento de forma para el desempate, ni pudo presentar a todos los que antes igualaron en Aranjuez pues algunos de ellos estaban en pleno voceo de la miel por los empedrados de las ciudades; creo firmemente en la bronca de Cambó, muy de Romanones por la vía aristocrático-futbolística, y Melquíades Álvarez, primo de Valle en lo radical cuando se trataba de cosas tan sagradas como la libertad o el fútbol; sospecho que el salón de actos del Ateneo se llenó y que al desarrollo del juego le acompañó en todo momento una orquestina tocando un minué. Porque el fútbol nació con música. Es música para la vista cuando se juega bien: ballet. Es música alrededor cuando cantan las hinchadas; cuando Gardel canta a Samitier, Serrat a Kubala, Copani a Francescoli, Morrisey a los Busby Babes, Raimundo Fagner y Zeca Baleiro a Canhoteiro, Zitarrosa a Garrincha, Calamaro a Maradona, Less al Gran Toro; es cuando de un gramófono, en disco de piedra, retumba como un eco de Boedo el primer verso: Viejo Club San Lorenzo de Almagro… El fútbol tiene música.
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