Annotation
Esta obra sobre la guerra civil española no trata de emular la masiva erudición e investigación que se puso de manifiesto con el libro de Hugh Thomas. La guerra de España 1936 de James Cleugh es una narración vívida en la que el autor se concreta en los rasgos principles de todos los distintos episodios. Muchos libros parciales y santurrones se han escrito sobre la tragedia española, y si éste hubiera sido otro de ellos habría carecido de valor. Se trata, sin embargo, de un libro concienzudo, sintético y con una visión que corresponde a un extranjero que vive inmerso en la vida española.
(de la contraportada de la 2ª Edicion 1977)
LA GUERRA DE ESPAÑA
Esta obra sobre la guerra civil española no trata de emular la masiva erudición e investigación que se puso de manifiesto con el libro de Hugh Thomas. La guerra de España 1936 de James Cleugh es una narración vívida en la que el autor se concreta en los rasgos principles de todos los distintos episodios. Muchos libros parciales y santurrones se han escrito sobre la tragedia española, y si éste hubiera sido otro de ellos habría carecido de valor. Se trata, sin embargo, de un libro concienzudo, sintético y con una visión que corresponde a un extranjero que vive inmerso en la vida española.
(de la contraportada de la 2ª Edicion 1977)
Título Original: Spanish Fury
Traductor: Mariano Orta Manzano
©1962, cleugh, j.
©1967, Juventud
Colección: Z
ISBN: 9788426100948
Generado con: QualityEbook v0.37
PREFACIO
ESTE relato de los acontecimientos más importantes y del fondo general de la guerra civil española de 1936-39 estaba terminado en 1956. En aquella época, y durante algunos años después, el clima. De la opinión política en Inglaterra y en los Estados Unidos era favorable a un intento como éste de centrar el conflicto en su debida perspectiva. Esta atmósfera empezó gradualmente a cambiar en 1959. En 1961, dos obras admirables e importantes sobre el tema, una británica y otra norteamericana, se publicaron casi al mismo tiempo. La guerra civil española, por Hugh Thomas (Eyre y Spottiswoode), describía todo el curso de las hostilidades. Constituye un gran esfuerzo de paciente estudio en el que no se ha omitido ningún detalle histórico relacionado con el tema. El gran engaño, por Burnett Bolloten (Hollis y Carter), se concentraba en las maniobras comunistas para dominar la estrategia republicana hasta mayo de 1937, cuando Largo Caballero, el principal adversario de aquéllas, fue obligado a abandonar el poder.
La presente narración fue aceptada para publicarse unas cuantas semanas antes de que aparecieran dichos volúmenes. Éstos no figuran, por tanto, en mi bibliografía, pero desde entonces los he leído con la mayor atención. Me ha complacido ver que las conclusiones de ambos autores, basadas en investigaciones mucho más extensas que las que requerían mis modestas miras, confirman en todos los detalles los principales rasgos de la lucha, tal como a mí se me representó hace seis años.
Debo dar las gracias a. los señores «Methuen y Compañía Limitada» por el permiso para extraer una cita de Spain in Eclipse, por el difunto profesor Allison Peers.
J. C. (7)
l.- LUCHA SIN CUARTEL
Lo llaman al teléfono, mi coronel.
El coronel José Moscardó, comandante de los sublevados defensores del Alcázar, alzó su aguda mirada, dejando los gemelos de campaña sobre un montón de escombros causados por la primera bomba del Gobierno arrojada dos días antes, el 23 de julio de 1936. A la cálida luz del sol que caía a plomo sobre la fortaleza de Toledo, el cansado rostro del militar de cabellos grises frunció, irritado, el ceño al preguntar:
-¿Qué pasa ahora?
Los ministros de la Guerra y de Educación y el general al mando de las fuerzas sitiadoras gubernamentales habían mantenido previamente una sola línea telefónica abierta para pedir la rendición inmediata. El coronel Moscardó había dado la misma respuesta a todos. No había ninguna rendición, les dijo, del viejo Alcázar de cuatrocientos años, y ningún compromiso con los que él llamaba dos enemigos de. España.
El ayudante dijo:
-Creo que se trata de su hijo Luis, mi coronel.
Sin pronunciar una palabra, el comandante de la fortaleza atravesó el patio y entró en su despacho.
-El coronel Moscardó al habla.
Los oficiales de Estado Mayor que estaban en la habitación oyeron en el aparato una voz profunda y rajada, y luego una o dos palabras mucho más débiles, tenues pero firmes.
El coronel preguntó con calma:
-¿Qué hay, hijo mío?
-Nada replicó el muchacho de catorce años Luis Moscardó -; dicen que me van a fusilar si no te rindes.
Los oficiales que estaban a espaldas del coronel lo vieron (9) ponerse rígido. Después de un momento de pausa, habló con tono mesurado:
Entonces; no te queda más que hacer que encomendar tu alma a Dios, gritar «¡Viva España!» Y morir como un patriota, Luis.
Hubo un breve silencio. Pero la voz del muchacho, cuando contestó, no había cambiado.
-Es muy sencillo, papá. Rezaré y luego moriré por España. Te envío un fuerte abrazo, papá.
Un fuerte abrazo a ti, hijo mío.
El rasposo gruñido del anterior locutor sonó de nuevo en el auricular. Moscardó interrumpió con brusquedad:
-¡Ahórrese las palabras! ¡El Alcázar no se rendirá nunca!
El coronel colgó el aparato tan calmosamente como si acabara de dar una orden rutinaria. Pero su rostro estaba sin color cuando, sin dirigir una mirada a los rígidos circunstantes, salió del despacho.
Pocos minutos después fue llamado de nuevo al teléfono y le informaron de que su hijo había sido ejecutado.
El consiguiente asedio del Alcázar, del que se darán en su momento detalles más amplios, ilustra vívidamente la forma como fue reñida la más reciente guerra civil española y el carácter general de las fuerzas comprometidas en la lucha. El coronel Moscardó era un militar capacitado, pero no particularmente genial. Sin embargo, había algo de santidad en su sencillo concepto del deber. Hombres así no son raros en España. Van a encontrarse, por eso, en ambos bandos, durante la guerra Civil, practicando una entrega de análoga fiereza.
Semejante entrega hacía surgir regularmente ese peculiar fervor español, llevado a menudo hasta el fanatismo, que no vacila en disparar primero y hacer las preguntas después. Así como ciegos partidarios acérrimos estuvieron al lado de sublimes idealistas, así como el heroísmo estuvo codo con codo con la crueldad, luchando por y contra el Alcázar en aquel terrible verano, de la misma manera se luchó en toda España durante cerca de tres años, llenándola, sin remordimiento, de matanzas, de horror y destrucción de toda índole, de martirios, de la imperecedera gloria del valor abnegado y de un aguante casi sobrehumano.
La mayoría de los que en Francia, Inglaterra y los Estados Unidos contemplaban el curso de la guerra creían, no obstante, que todos los ángeles estaban en uno de los bandos. Se suponía que los seguidores de Franco eran todos (10) crueles fanáticos sedientos .de poder, y los españoles que se les oponían, mártires heroicos por la causa de la libertad.
Por supuesto, nada puede estar más lejos de la verdad. SI bien el luchador medio de la República estaba en efecto sinceramente indignado contra los que habían declarado la guerra franca a su Gobierno, el luchador medio de los rebeldes estaba en verdad sinceramente indignado contra aquellos a los que acusaba de practicar la anarquía, el asesinato Y la destrucción en nombre de la libertad que profesaban.
