A GRADECIMIENTOS
Q uisiera dar las gracias en primer lugar a mi tutor en Cambridge, Peter Burke, por haber fomentado mi interés por la historia, en general, y por la historia de España, en particular. Mi deuda con Paul Preston, del London School of Economics, es aún más grande. No sólo fue quien me sugirió el tema de la presente obra, sino que además dirigió con paciencia la investigación en la que se basa gran parte de este libro. También me apoyó de una forma notable a la hora de solicitar becas y, además, desempeñó un papel fundamental en la publicación del manuscrito en inglés.
En el transcurso de mi investigación contraje deudas con la British Academy, la Fundación Vicente Cañada Blanch, y la Universidad de Londres por el indispensable apoyo que me prestaron. También quiero dejar constancia de la eficacia y colaboración del personal de la British Library, Archivo de la Guerra Civil en Salamanca, Ateneo de Madrid, Archivo Diego Hidalgo, Fundación Pablo Iglesias, Archivo del Tribunal Supremo y del Instituto Juan March. Desgraciadamente, no puedo extender mi agradecimiento a otros centros de documentación y bibliotecas en España.
A lo largo de los años he tenido la oportunidad de hablar acerca de la Segunda República con muchas personas, cuyos conocimientos y percepciones estimularon, en numerosas ocasiones, la reevaluación y el replanteamiento de mis propias ideas. Mi más sincero agradecimiento a todas ellas, sobre todo a Andrés de Blas Guerrero, Mercedes Cabrera, Fernando del Rey Reguillo, Edward Malefakis, Timothy Rees y Manuel Requena Gallego. Estoy en deuda, sobre todo, con Santos Juliá, por haberme asesorado con su proverbial lucidez, y a Enrique Montero Hernández, por haber compartido conmigo de forma magnánima sus vastos conocimientos sobre el movimiento republicano. Asimismo, doy las gracias a los miembros de mi tribunal de tesis, Martin Blinkhorn y Helen Graham, por sus comentarios y sugerencias.
Debo manifestar también mi gratitud hacia aquellos a cuyo juicio sometí los primeros borradores del libro. Enrique González Calleja leyó el capítulo cinco, José Álvarez Junco y Helen Hills comentaron varias secciones del texto, mientras que mi padre, Duncan Townson, revisó el grueso del manuscrito con su meticulosidad habitual. Ni que decir tiene que ninguno de ellos es responsable de los errores y omisiones que pueda contener. También me gustaría dar las gracias a María Cifuentes, directora editorial de Taurus, por su apoyo y consejo, así como a mi editora, Ana Bustelo, y al corrector, Moisés Ramírez Trapero, por su dedicación y esfuerzo. Asimismo, Vicente Serrano me ha ayudado amigablemente a mejorar parte del texto. Mis suegros, Ángel y Susa, me apoyaron de una forma generosa durante las últimas etapas de redacción del manuscrito original.
Por último, tengo tres deudas muy especiales en relación con esta obra. En primer lugar, estoy profundamente agradecido a mis padres, Lesley y Duncan, no sólo por haber despertado mi interés por España durante el transcurso de nuestros largos viajes familiares, sino por su estímulo y apoyo constantes a través de los años. En concreto, mi padre, también historiador, siempre ha prestado una gran atención a mi trabajo. En segundo lugar, tengo una extraordinaria deuda con José Álvarez Junco, en parte por su espléndida hospitalidad, pero también por su inagotable entusiasmo y excepcional capacidad de diálogo, cualidades que hacen de él un eminente maestro y erudito. Además, me sugirió el título de la presente obra y me ha proporcionado un apoyo inestimable a la hora de revisar el texto en español. Finalmente, nadie ha tenido un papel más relevante a lo largo de la dilatada gestación del libro que mi mujer, Susana, no sólo por sus comentarios editoriales y respaldo bibliográfico, sino también por la animación y el inevitable estoicismo de que hizo gala durante el tiempo de redacción del texto. En concreto, ella asumió el mayor peso en el cuidado de nuestra hija Sonia durante sus primeros nueve meses de vida. Sin ellas, y sin mi hijo Óscar, ni este libro, ni su autor, serían los mismos.
A BREVIATURAS UTILIZADAS
AR | Acción Republicana |
BOC | Bloc Obrer i Camperol |
CEDA | Confederación Española de Derechas Autónomas |
CNT | Confederación Nacional del Trabajo |
DLR | Derecha Liberal Republicana |
DRV | Derecha Regional Valenciana |
FAI | Federación Anarquista Ibérica |
FIRPE | Federación de Izquierdas Republicanas Parlamentarias Españolas |
FNTT | Federación Nacional de Trabajadores de la Tierra |
IR | Izquierda Republicana |
JAP | Juventud de Acción Popular |
JONS | Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista |
ORGA | Organización Republicana Gallega Autónoma |
PCE | Partido Comunista de España |
PNV | Partido Nacionalista Vasco |
PRD | Partido Radical Demócrata |
PRRS | Partido Republicano Radical Socialista |
PRRSI | Partido Republicano Radical Socialista Independiente |
PSOE | Partido Socialista Obrero Español |
PURA | Partido de Unión Republicana Autonomista |
UFNR | Unión Federal Nacionalista Republicana |
UGT | Unión General de Trabajadores |
UR | Unión Republicana |
A RCHIVOS Y FUENTES
ADH | Archivo Diego Hidalgo |
AMB | Archivo Martínez Barrio |
AS, P-S | Archivo de Salamanca, Sección Político-Social |
ATS | Archivo del Tribunal Supremo |
DSCC | Diario de sesiones de las Cortes Constituyentes |
DSC | Diario de sesiones de Cortes |
P RÓLOGO
L a historia de la Segunda República española siempre ha estado ensombrecida por su trágico desenlace, la Guerra Civil. Los historiadores han tendido a proyectar retrospectivamente a los seis primeros años del régimen los extremismos ideológicos de los tres últimos. En consecuencia, las fuerzas de izquierda y derecha que protagonizaron el periodo bélico han recibido una atención desproporcionada en el estudio de los años anteriores, y se ha oscurecido en particular el papel de los republicanos, actores secundarios durante la guerra, pero que dominaron el escenario político hasta el momento del levantamiento militar. De hecho, todos los presidentes de la República, todos los presidentes de Gobierno y la gran mayoría de los ministros del periodo 1931-1936 pertenecieron a estos grupos republicanos. Pero durante muchos años, la izquierda, sesgada por las certezas del marxismo, desacreditó a los republicanos como pertenecientes a una «burguesía» que se presuponía traidora, mientras que para la derecha los republicanos no eran sino una mutación radical del liberalismo, el temible virus que se había apoderado del alma de la sociedad española desde comienzos del siglo XIX . Al infectar a la España católica con los partidos políticos, los parlamentos y la soberanía popular, el liberalismo habría sido responsable de los reveses imperiales de la nación, de la decadencia de los siglos XIX y XX y de la pérdida general de la «unidad espiritual» y la «grandeza». Al cabo, la conflagración misma de 1936 terminaba atribuyéndose también a la influencia anticatólica y antiespañola del liberalismo. En resumen, tanto la izquierda como la derecha tenían un interés por desacreditar a los republicanos. Durante la reciente transición a la democracia volvió a descartarse la república como forma de organización del Estado, pues se asociaba a los tumultuosos años treinta, así como a la proverbial inestabilidad de la Primera República de 1873-1874. En su lugar, la Monarquía, símbolo a la vez de continuidad y cambio, pasó a ser el marco del consenso. Los republicanos no pudieron así vencer ni desde el punto de vista ideológico ni en el terreno político.