JUAN HDEZ. VIGUERAS
EL TRASFONDO DE LOS PARAÍSOS FISCALES
“Cuando apuntamos con el dedo hacia la luna,
hay quien no la ve porque se queda mirando el dedo” (anónimo)
Autor:
Juan Hdez. Vigueras. Doctor en Derecho. Autor del libro Los Paraísos Fiscales. Cómo los centros offshore socavan las democracias. Colección Economía Actual. Editorial AKAL, 2005. 268 pp.
Agradecimientos
A todos aquellos que han hecho posible esta publicación con sus aportaciones desinteresadas. Juan Hdez. Vigueras. Doctor en Derecho; a Rafa Partagás, por la diagramación; a Mireia Oller, por el diseño de la portada. Y a vosotros también, lectores.
Los textos de este librito son de libre difusión (copyleft) con el ruego de que sea mencionada la procedencia en su caso. Imprime A. G. Alpres D.L. B-28.319-2006 Edición: Attac-España
Índice
I.- Lo primero es el dinero.
II. A qué llamamos paraísos fiscales.
III.Siete tesis contra los paraísos fiscales:
1ª. Reducen los ingresos fiscales y las prestaciones sociales.
2ª. Ofrecen impunidad para la delincuencia de corbata. 3ª. Hacen vulnerables a las democracias.
4ª. Incentivan la especulación y la inestabilidad finan
cieras.
5ª. Amparan la irresponsabilidad en la gestión marítima. 6ª. Contribuyen al empobrecimiento del Sur.
7ª. Facilitan la financiación de grupos terroristas.
IV.- Los organismos internacionales y los EEUU amparan los paraísos fiscales.
V.- La inexistencia de política europea contra los paraísos fis-cales. VI.- Denuncias y propuestas contra los paraísos fiscales:
- Declaración de la Red por la Justicia Fiscal. - Documentos de Attac-España.
- Un mapa mundial de paraísos fiscales 2003.
- I
LO PRIMERO ES EL DINERO
Iniciemos la explicación del trasfondo de los paraísos fiscales, recordando qué es el dinero: monedas, billetes, cheques, tarjetas de débito o de crédito, préstamos, hipotecas, bonos del Tesoro, acciones... Porque si - a modo de introducción - nos paramos a pensar de qué se trata realmente, comprenderemos mejor qué son los paraísos fiscales y cuál es su papel como parte de los mercados financieros o de la globalización financiera. Y sobre todo, percibiremos más claramente las consecuencias de las mutaciones profundas que se han sucedido en los últimos años, entre las cuales se cuentan la aparición de esos países y territorios, islas o enclaves, por donde fluye en la opacidad el dinero de la droga, de los delitos económicos y de la corrupción, de la especulación, de la financiación de los grupos terroristas y de los negocios poco claros.
Una brevísima historia imaginaria de hechos reales.
El dinero surgió en los albores de la humanidad para simplificar y facilitar el intercambio de las cosas que nos eran útiles, tan pronto unos cuantos humanos comenzaron a relacionarse pacíficamente y a cooperar entre sí para atender sus necesidades vitales de alimentación, vestido y alojamiento: surgió de la necesidad de cambiar la pieza cazada por la fruta recolectada: el trueque que suele reaparecer entre gentes marginadas de la sociedad que en su mundo de miseria vuelve a la vida primitiva.
Pero a alguien se le ocurrió utilizar algo para facilitar esos intercambios, algo físico que solía aceptarse aunque ni se consumía ni tenía una utilidad inmediata y a eso se llamó dinero. Tenía que ser algo que indiscutiblemente todo el mundo lo aceptara porque era valioso y apreciado por su escasez y también físicamente de material no perecedero, que aguantara la manipulación por los humanos, aunque esto último nunca fue una condición imprescindible: durante la Segunda Guerra Mundial, en algunos lugares de Alemania los cigarrillos se utilizaron como dinero para adquirir víveres. Pero lo importante y lo básico en el dinero es la confianza que la gente le otorga por las razones que sea. Eso vale también hoy para el dólar de los EEUU que se acepta internacionalmente, aunque quien gestiona su emisión tenga un endeudamiento enorme con todo el resto del mundo y nadie le controle su producción monetaria.
Y así, en este relato imaginario el cazador seguía intercambiando sus piezas cazadas por un dinero y lo mismo hacía el agricultor; y luego también lo hacía aquel a quien con su habilidad fabricaba artefactos que facilitaban los trabajos del cazador, de manera que las unidades del objeto utilizado como dinero servían para comparar y medir los valores de las piezas cazadas o de las frutas cogidas de los árboles o los artefactos. Y seguramente aparecerían algunos individuos que una vez satisfechas sus necesidades alimenticias inmediatas preferirían guardarse algunos de los objetos utilizados como dinero para futuros intercambios, en días en que no lograran cazar nada pero tendrían que alimentarse, o también para intercambiarlo por pieles ofrecidas por algún otro humano, al que se le había ocurrido desollar al animal cazado y aprovechar su piel para resguardarse del frío de la noche y poder salir de la cueva para contemplar las estrellas. Más tarde el esfuerzo humano también comenzó a cambiarse por dinero.
Desde luego, está claro que el dinero es un producto de la evolución social y que sirve para la vida en sociedad porque solo aparece cuando surge la convivencia pacífica entre los humanos e incentiva el progreso de cualquier sociedad. El dinero es la base de esas actividades que llamamos económicas porque satisfacen las necesidades humanas con los medios y productos escasos disponibles: en la medida que un producto natural escasea se convierte en objeto de compra-venta, es decir, entra en la actividad económica; el agua es un buen ejemplo de nuestro tiempo. ¿Se comercializará también el aire puro cuando la contaminación sature nuestro ambiente?
El caso es que ahí tenemos las tres funciones básicas que cumple el dinero en cualquier sociedad:
a) Facilita los intercambios comerciales de productos y de servicios.
b) Es una medida del valor de los productos y de los servicios disponibles. (aunque esto dé lugar a que haya necios que confunden valor y precio, como decía el poeta)
c) Y también sirve como depósito de valor o de reserva de capacidad de compra de bienes y servicios y de satisfacción futura de necesidades personales.
Los mercados del dinero
Pues bien, una de las grandes transformaciones producidas en las últimas décadas ha sido que el dinero, además de cumplir esas funciones sociales y económicas, se ha convertido en un objeto de compra y de venta por sí mismo. El dinero hoy se compra y se vende a sí mismo: son los llamados “productos financieros”, desde las acciones de empresa o las letras del Tesoro hasta los seguros, las divisas, las hipotecas o los llamados derivados y otras formas muy sofisticadas con las que se reviste el dinero. En las Bolsas de valores y en los mercados financieros se compran y se vende las diversas “formas de dinero” que no sirven para satisfacer directamente ninguna necesidad humana, que por si mismas ni crean riqueza ni crean empleo y que quienes las adquieren y venden buscan únicamente el aumento de su precio (le llaman creación de valor ) para volver a vender. Y sucede diariamente que se compran y venden acciones de empresa u otros títulos de valores solamente porque se espera que esas acciones o el precio de ese valor va a aumentar, sin que a los compradores les interese qué produce esa empresa cuya propiedad representan las acciones o que hay detrás de ese “producto financiero” adquirido. Cuanto más incierta sea esa espera, cuanta mayor sea la incertidumbre reinante, mayor será el riesgo y mayor podrá ser la ganancia posible y previsible. Pero todas esas operaciones de compra y venta de las diversas formas del dinero no sirven al intercambio de bienes y servicios, dejan en gran medida de relacionarse directamente con la economía productiva, la que crea riqueza y empleo satisfaciendo directamente las diversas necesidades humanas. Esas encarnaciones del dinero se justifican por sí mismas como medio para su propia multiplicación e innovación. Es la gran economía financiera, la economía de casino, que funciona hoy junto con la economía productiva.
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