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Jorge Verstrynge - Memorias de un Maldito

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Jorge Verstrynge Memorias de un Maldito

Memorias de un Maldito: resumen, descripción y anotación

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Jorge Verstrynge protagonizó en los primeros años de la democracia una aventura personal memorable. Siendo un joven casi desconocido, Manuel Fraga lo aupó hasta la Secretaría General del partido de la derecha, Alianza Popular, en la que permaneció durante diez años como un delfín destinado a sucederle. En el mundillo político fue tenido, aunque siempre con algunas dudas que nadie logró despejar, como el heredero y él llegó a considerar a Fraga como su padre político. Las cosas no salieron, sin embargo, como Fraga había planeado. Entre padre e hijo acaeció una ruptura violenta y ruidosa, tras la cual Verstrynge vivió una amarga etapa personal y acabó enrolado en el partido de enfrente, el PSOE, aunque ya sin cargo alguno de relieve. A recordar estos episodios, a relatar su labor en el partido y a justificar sus cambios ideológicos ha dedicado Jorge Verstrynge un libro de memorias en el que, además de repartir elogios y censuras a la gente que se movió en su entorno, carga contra Fraga, a quien le diseña un retrato nada favorable, que llega a ser cruel en algunos trazos.

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MEMORIAS DE UN MALDITO
JORGE VERSTRYNGE
Índice
Presentación
1. Mis circunstancias
2. Comienzos
3. Construir un partido
4. Y luego otro
5. Secretario general
6. Lo que el viento se llevó (La muerte de la UCD)
7. Problemas en la derecha. Facilidades en la izquierda
8. España, ¿socialista?
9. La batalla de Madrid
10. Festung AP (Sobre la agonía de los dictadores y las fortalezas sitiadas)
11. Enrocados
12. Hacia la ruptura
13. Adiós, adiós, adiós
14. Bruto
15. Epílogo. (Breve, porque esto no da para más): El reciclaje de un político
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PRESENTACIÓN
Vicios de la corte: felón Bruto

Antiguamente —escribió Oscar Wilde— existía la tortura para el hombre; hoy existe la prensa, lo que Burke llamó el cuarto estado. Jorge Verstrynge estuvo en la picota y ante el pelotón de ejecución de los medios un verano que cayó en desgracia después de una supuesta o real conjura contra Fraga Iribarne. Se le dijo de todo: lobezno que devora, cuervo que saca los ojos, Judas, Bruto, el ambicioso. Pasó de los focos a la oscuridad en un instante. El número dos de la nomenklatura conservadora había dicho: «Llevaré a Fraga a La Moncloa aunque sea en burro». Después se vio enredado en una medusa que no pudo controlar y, acusado de querer acabar con su patrón, el jefe de la Derecha española, fue arrojado a las tinieblas exteriores, al Aventino. Los padres de la razón ya descubrieron hace mucho tiempo que la política no sólo se mueve por la necesidad, sino por el azar. «Cuanto más se envejece —escribía Federico el Grande a Voltaire— más se convence uno de que su sagrada majestad el azar hace las tres cuartas partes de la tarea en este miserable universo». Además de la razón y el gusto por la aventura, el azar, palabra árabe, configura, en parte, la biografía de este personaje que se ha movido como un dado entre padres, países, ideas y creencias; esa es la primera impresión que yo tuve al leer este libro; la segunda sensación fue el descubrimiento de la sinceridad, flor rara en la política. La sinceridad rejuvenece el mundo, según Ortega, pero es peligrosa en política. Jorge Verstrynge ha escrito sus memorias con sinceridad y han tenido que poner guardias jurados para que no nos las secuestren.
Se ha quedado él mismo en pelota y dejó a la derecha en cueros. Me refiero a la derecha anterior a Aznar, la de los puñales godos. Sólo desde la veracidad se pueden decir cosas como ésta: «Me ha llevado a revisar mis planteamientos la cerrazón que vi entonces en el Ejército, en la Casa Real, y en la Derecha, y la consideración generalizada de que los vascos eran poco más que unos burros primitivos, violentos y, como decía Fraga de Cataluña, “territorios conquistados”». Hoy Jorge tiene muy claro que este país no se merece una derecha capaz de pensar en términos de dominio; cree que la unidad nacional se ha podido mantener gracias a Arzalluz y a Jordi Pujol y que los ministros del Interior fueron catastróficos. Le ha puesto pasión a la memoria y coraje a las negritas, después de haber sido linchado. Fraga le dedicó los mismos adjetivos que Le Pen usó para sus disidentes: «Bruto», «felón», «traidor». Al hallarse curado de la droga del poder, se muestra cada vez más enfadado, más a la izquierda en el libro de un maldito que reivindica la república y recuenta una transición restringida.
La última vez que lo vi estaba en el Congreso del PCE y llevaba de la mano a su hija, pelirroja y con lazo. Este dandy extraño, aniñado, con la inocencia de los sabios, llegó a ser un día el «segundo jefe del capitalismo español». Se confiesa hijo de dos padres, uno de derechas, el biológico, uno de izquierdas, el espiritual; de ambas neurosis ha resultado un hijo del siglo. Confiesa que fue nacionalbolchevique y no nazi, como se decía. Eso de que Fraga le llevó a la democracia, no es sino una piadosa mentira inventada por él mismo. Jorge Verstrynge, verdadero cóctel molotov de todas las ideologías, un día quiso domar a Fraga. Aspiró a ser el «hombre de izquierdas de la derecha» y tuvo un final espantoso, con todo el aparato del Estado contra él. Él mismo se define como medio guiri, hijo a la vez de España, Bélgica, Francia, Marruecos, admirador de Nixon y del general Giap, del comandante Castro y de los Coroneles de la OAS, de los comunistas y de De Gaulle. Los columnistas de Génova le llamaron tránsfuga y perro. No se le nota mala conciencia cuando se inmola: «Veo la acusación de tránsfuga como un elogio, y tengo buenos y serios colegas: Miterrand, Cohén-Bendit, Chirac, Régis Debray,... o el propio actual monarca». Estamos ante una catarsis y podemos decirle: «Ahora que nos has contado tu vida es cuando no te conocemos». El libro es divertidísimo, no recurre a ardides de exculpación. Cuando Alfonso Guerra le ofreció ingresar en el PSOE, la aceptación no se concretaba. «Tardé casi ocho años en aterrizar en Ferraz.» Cuenta muchas indiscreciones, como esa de que Fraga se echó al cuello de José Luis Gutiérrez una vez que el gran periodista le preguntó por Carnicerito de Málaga. No trata mal a Zapatones, también llamado Foca del Cantábrico: «Fraga tiene las manos bonitas». A Verstrynge le llamaron Bruto para insultarlo; ignoraban que la Historia absolvió hace mucho tiempo a aquel demócrata que arrancó las plumas a César para que su vuelo no superara la altura común.

Raúl DEL POZO
Capítulo 1: Mis circunstancias
Yo, señor, hice las colonias: Dakar, Konakry, Bamako...
Yo, señor, tuve una vida cojonuda,
en aquel tiempo bendito de las colonias.
Los guerreros me llamaban Gran Jefe
en los tiempos gloriosos de la AOF.
Tenía charreteras en mi gorra,
en aquel tiempo bendito de las colonias.
Para mí, Señor, nada igualaba
a los fusileros senegaleses
que morían todos por la patria,
en aquel tiempo bendito de las colonias.
Antaño en Colomb-Béchar
tenía un mogollón de sirvientes negros
y cuatro chicas en mi cama,
en el tiempo bendito de las colonias.
Yo, señor, he matado panteras
en Tombuctú, sobre el río Níger
e hipopótamos en el Bangui, en el
tiempo bendito de las colonias.
Entre la ginebra y el tenis
las recepciones y el pastís
nos veíamos en el paraíso,
en el tiempo bendito de las colonias
Estribillo:
«Aún pensamos en ti, oh Bwana...».
Michel Sardou, El tiempo de las colonias (canción)
(Traducción libre)

Bien... en el canal X hay fútbol, también en el W; baloncesto en el Y, búsqueda de desaparecidos en el Z, y problemas de parejas en el V... Mi clase de mañana está lista, y ya me han pagado parte de estas memorias, lo que quiere decir que ya no tengo más remedio que ponerme a escribirlas. En un principio, propuse dividirlas en un primer volumen, «La Derecha», y en un segundo, «La Izquierda», pero me dijeron que no, que deben aparecer en un solo volumen: cuestión de ventas, o de que mi historia no da para más. Seguramente...

Queda claro que no voy a engañar a nadie con lo que sigue. Ya sé que las memorias sirven para disimular, reescribir la historia (aquí la historia con minúscula, que yo no doy para más ), facilitar retornos, justificar, olvidar lo no pertinente y recordar lo que aún puede serle útil a uno. A lo largo de mi trayectoria política he concedido muchas entrevistas con idénticos objetivos, pero he aquí que ahora mi estado de ánimo es otro. Por ello he huido escrupulosamente en este texto de cualquier planteamiento general que tuviera un carácter teleológico, esto es, justificativo desde el final de la andadura entera; y por esta misma razón también agradezco las opiniones que aconsejaban «Modera tus memorias...». No obstante, habrá aquí lo que hubo, ya que es lo mínimo que debo al lector, lo mínimo que debo a mi familia, a mis amigos, a mí mismo... y a los que han confiado en mí, aquí y allí, antaño y en la actualidad.

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