SECCIÓN DE OBRAS DE FILOSOFÍA
OBRAS DE DILTHEY
I. INTRODUCCIÓN A LAS CIENCIAS DEL ESPÍRITU
Primera edición en alemán, 1883
Tercera edición en alemán, 1933
Primera edición en español, 1944
Segunda edición en español, 1949
Primera edición electrónica, 2015
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ISBN 978-607-16-3014-8 (mobi)
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OBRAS DE WILHELM DILTHEY. I
INTRODUCCIÓN A LAS CIENCIAS DEL
ESPÍRITU
En la que se trata de fundamentar el estudio de
la sociedad y de la historia
Versión, nuevamente revisada, prólogo, epílogo y notas de EUGENIO IMAZ
PRÓLOGO DEL TRADUCTOR
EN ESTE tercer volumen que publico de las “obras” de Guillermo Dilthey puedo yadecir que presento “una obra” del autor y que no he tenido que hacer ningún trabajode selección y acoplamiento, fuera del que supone la travesura de hacer hablar alautor por medio de un sueño. Una obra espléndida, en efecto, que nos advierte delpuño de este hombre para manejar enérgica y elegantemente las más alborotadascuadrigas. En el invierno de 1895-1896 pensaba Dilthey poner en pie los materialesacumulados desde la aparición del primer volumen de la Introducción (1883) y acabarla obra definitiva con la publicación del libro tercero, histórico, y del cuarto,gnoseológico y sistemático. No abandonó, no pudo abandonar la idea hasta poco antesde morir, pues fué en el verano de 1911 cuando redactó el prólogo que había depresidir a todos los materiales acumulados para la parte sistemática y de los que él sedesprendía envolviéndolos con un título común: El mundo espiritual. Introducción a la filosofía de la vida (los volúmenes V y VI de la colección publicada por sus discípulos),por considerar, luego de un segundo intento fallido en 1907, que sus ideas habíanlogrado una etapa superior con “La estructuración del mundo histórico por lasciencias del espíritu” (1910), que sus discípulos han publicado en el volumen VII de lacolección. ¿Se me permitirá repetir a propósito de Dilthey lo que ya dije una vez, unpoco tímidamente, con respecto a Kant: que Dilthey murió, a los 78 años,prematuramente?
Hemos escrito que en el verano de 1911 redactó el prólogo. Pero la historia no estan sencilla. Primero lo redactó, sin concluirlo. Luego lo dictó, sin concluirlo. Todavíaañadió correcciones de su mano al dictado que siguió inconcluso. Pero esto no estodo, pues sabemos por propia declaración que “las mejores ideas se le ocurrían en elmomento de corregir las pruebas”. La muerte le retuvo, impertinentemente, la últimamano. Con esta pequeña anécdota puede el lector “revivir” de alguna manera lo queha podido ser la vida intelectual de este coloso, una prolongada y gozosa tortura delmonstruoso arquitecto que, trazados en firme los planos luminosos de su obra, vapuliendo los materiales, trasladándolos de sitio, cambiándolos por otros mejores quela vida le acarrea, hasta que se marcha al otro mundo con la idea perfecta de sucatedral, abandonando el cuidado de sus complicados arquitrabes, de sus vitralesluminosos, de sus finísimas esculturas, de sus cimentadas y altísimas naves, a lapiedad filial de sus discípulos. ¡Cómo nos conmueve cuando, en alguno de susescritos, levanta ligeramente esta terrible pesadumbre de su destino como un ejemplopreciso para aclarar al lector la idea de la “vivencia”! También en Kant encontramos,en sus últimos años, secos comentarios enternecedores al secular ars longa, vita brevis, con un afán ilustrador del sentido salvador de la historia.
La obra de Dilthey es fragmentaria, claro está. Pero ¿cuántos filósofos hanescapado a este destino? Muchos han tenido la vida larga pero el arte les ha sido máslargo todavía. Sobran los ejemplos. Pero sería ligereza concluir que por esto su obra 8
resulte contradictoria, inconexa, llena de vanos. Comentando Kuno Fischer un escritopóstumo de Kant, Sistema de la filosofía en su totalidad, nos dice: “Es lícito dudar delvalor de esta obra, de sus nuevos pensamientos, del orden y método que en ella existen,aun sin haberla leído, al considerar el estado de debilidad en que su autor seencontraba y al pensar en las conclusiones a que le podía haber llevado su filosofía.
No puede comprenderse qué pensamientos nuevos podrían traerse dentro de unafilosofía como la suya”. También podemos decir —con las naturales reservas en losdos casos— de Dilthey: no puede comprenderse qué pensamientos nuevos podríantraerse dentro de una filosofía como la suya y, sin embargo, afirmamos que murióprematuramente. No tenemos más que comparar su ensayo “Sobre el estudio de lahistoria de las ciencias del hombre, de la sociedad y de la historia” (1875) con el libroprimero de la Introducción a las ciencias del espíritu (1883) para medir exactamente ladistancia que va de un ensayo de taller a la labor definitiva, o poner en parangón elestilo apretado, justo, el despliegue espléndido de su exposición histórica en el librosegundo, con la marcha morosa de muchos de sus ensayos históricos (así, lospublicados por nosotros con los títulos Hombre y Mundo en los siglos XVI y XVII y Hegel y el Idealismo), para imaginarnos el libro magistral que pudo haber sido lacontinuación de la Introducción. Pero no todo es pérdida, pues también resulta ciertoque muchos conceptos del libro primero de esta Introducción se aclaran en las páginasmás esponjosas del ensayo, aparte del interés “histórico-evolutivo”, tan diltheyano,que ofrecen.
Sin duda que la anécdota del prólogo nos avisa de que el caso de GuillermoDilthey es muy particular, pero no en el sentido de que afecte a la unidad y acabado desu pensamiento, ni tan siquiera en el más piadoso que le entresaca su discípulo Misch:la áspera dificultad, constantemente indomable, de plasmar la intuición en ratio.
Leyendo, por ejemplo, sus ensayos de “fundación de las ciencias del espíritu” (vol. VIIde la colección) quedaremos asombrados de la potencia intelectual de este hombrepara recoger con las redes sutiles de la razón fenómenos tan escurridizos como lavivencia y la estructura psíquica. Las líneas fundamentales de su pensamiento están
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