Ramón de España - El derecho a delirar
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- Libro:El derecho a delirar
- Autor:
- Editor:ePubLibre
- Genre:
- Año:2014
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El derecho a delirar: resumen, descripción y anotación
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¿A qué viene la obsesión de los independentistas catalanes con Martin Luther King? ¿Qué debieron pensar Barack Obama, Russell Crowe o el homófobo presidente de Uganda al recibir el librito Catalonia Calling, subvencionado por la Generalitat? ¿Erasmo de Rotterdam era un catalán que se cambió el nombre para no pasar a la historia como Erasmo de Manlleu? ¿Hacía falta suprimir las banderolas del World Press Photo porque llevaban la cara de un torero y una Barcelona antitaurina no puede tolerarlo? ¿Acabará Cataluña convertida en una tierra entre Kosovo y el poblado de Astérix y Obélix? ¿Hasta dónde llegaremos con el dislate independentista de un gobierno teledirigido por la ANC?
Estas y otras cuestiones más que tragicómicas, a juego con la senyera y la estelada, son las que Ramón de España propone en este delirante e irónico dietario que repasa los últimos años vividos peligrosamente donde se siguen exprimiendo las generosas ubres de la patria.
Después del éxito cosechado con su inenarrable El manicomio catalán (libro que a pesar de alcanzar cinco ediciones fue prácticamente silenciado por la prensa catalana y oculto bajo el mostrador en muchas librerías), Ramón de España, barcelonés hastiado del nacionalismo y del circo montado a su alrededor, vuelve a la carga con un repaso a peripecias y personajes del delirio nacionalista.
Ramón de España
Un año en el manicomio catalán
ePub r1.0
Titivillus 07.08.18
Título original: El derecho a delirar
Ramón de España, 2014
Editor digital: Titivillus
ePub base r1.2
«El hombre que pronto vendrá a Barcelona ha escogido como instrumento de gobierno la corrupción. Sabe que un país podrido es fácil de dominar, que un hombre comprometido por actos de corrupción económica o administrativa es un hombre prisionero. Por eso el régimen ha fomentado la criminalidad de la vida pública y económica».
JORDI PUJOL, Us presentem el general Franco, 1960
«Al atardecer, en uno de esos locales impresionantes en los que suele reunirse la burguesía barcelonesa para consumir pastelillos de nata, he oído comentar el gran espectáculo de la jornada a quienes seguramente no han sido actores en él.
—El desfile —decía alguien— ha sido impresionante y revela la gran fuerza espiritual del pueblo catalán. A nuestro pueblo le entusiasman esas grandes paradas de la ciudadanía. No sabe pasar muchos meses sin provocar alguna. Pero acaso entre una y otra, aunque solo mediasen tres o cuatro meses, tendría alguien que preocuparse de rellenar el tiempo con una tarea que tal vez no sea del todo superflua: la de gobernar, la de administrar, la de hacer por el pueblo algo más que ofrecerle ocasión y pretexto para esos deslumbrantes espectáculos».
MANUEL CHAVES NOGALES (1897-1944)
RAMÓN DE ESPAÑA nació en Barcelona el mismo año que Artur Mas, pero quiere creer que ahí se acaban las coincidencias.
Inició su extraña carrera periodística en la prensa alternativa de la Transición (Star, Disco Exprés), llegando en los años noventa a columnista de El País, función que ahora ejerce en El Periódico de Catalunya. A principios de los ochenta fundó, junto a otros insensatos, la revista de cómics Cairo, abanderada de la llamada Línea Clara, fabricando desde entonces seis novelas gráficas con diferentes dibujantes (la más reciente, La ola perfecta, con Sagar Forniés, en 2012).
Ha publicado algunos ensayos de corte humorístico (a destacar, Europa, mon amour; El odio, fuente de vida y motor del mundo y La caja de las sorpresas, una historia personal de la televisión) y nueve novelas (la última hasta ahora, El millonario comunista, en 2010). En 2005 fue nominado al Goya como mejor director novel por su largometraje Haz conmigo lo que quieras, protagonizado por Alberto San Juan e Ingrid Rubio.
Día 11
Siempre propenso a esquivar las efusiones del populacho, he pasado los dos últimos días en el campo, en casa de una buena amiga. Holganza total. Puro relajo. Cuando te cansabas de estar tumbado a la bartola, te echabas a la piscina. No he leído la prensa ni he visto la televisión. Vuelvo a Barcelona a eso de las ocho de la tarde en un estado físico y mental inmejorable. Pero a medida que me voy cruzando con los patriotas que vuelven de la cadena humana de la señora Forcadell siento un desasosiego que, me ponga como me ponga, me va a obligar, en cuanto llegue a casa, a tragarme toda la prensa en la red —incluyendo los más abyectos panfletos separatistas—, y a engancharme hasta las tantas a TV3, pieza fundamental del aparato de agitación y propaganda de la Generalitat. ¿Por qué? ¿Porque estoy loco? ¿Porque soy masoquista? ¡No! ¡Porque estoy enganchado a Cataluña y es más difícil dejar ese vicio que abandonar el alcohol y las drogas!
Plantado ante el televisor, compruebo que el patriótico Corro de la Patata ha sido un éxito. No me extraña: los catalanes son extremadamente obedientes. Recuerdo una cosa que contaba Kurt Vonnegut sobre una conversación suya con Heinrich Böll: le preguntó cuál era, a su juicio, el peor defecto de los alemanes, y Böll le respondió que la obediencia. No son los únicos, añado. Aquí, la gente normal y pequeñoburguesa vive convencida de estar siendo oprimida y expoliada a diario, y cuando se la convoca a manifestarse ante todo tipo de vejaciones imaginarias acude como un solo hombre.
Observo que todo ha transcurrido en santa paz, con la excepción de un par de incidentes ajenos a la organización. En la frontera valenciana, el inefable López Tena, que no sale en la prensa desde que los votantes lo desalojaron del Parlamento, se ha puesto farruco con un sargento de la guardia civil y ha acabado en el cuartelillo, convenientemente esposado (yo le hubiera puesto también un bozal); en la delegación de la Generalitat en Madrid, ha habido ball de bastons gracias a una pandilla de fachas que se ha dedicado a pegar berridos y a rociar con gas pimienta y amedrentar a los patriotas allí reunidos, que han visto cómo les tiraban al suelo la senyera y se ciscaban en sus muertos. La respuesta a la provocación ha sido de tono borreguil, a excepción del gallardo Sánchez-Llibre, de Unió —lo conocí hace años y me pareció un tipo muy simpático—, que es el único que ha plantado cara a los energúmenos. Parece que Iñaki Anasagasti, que rondaba por allí, se ha escondido nada más ver llegar a los trogloditas. ¿Cobardía? No, tan solo un temor muy lógico a que le despeinen en el transcurso de la refriega, ya que ese conato de ensaimada que lleva siempre en la cabeza tiene que ser más complicado de fabricar que el mítico tupé de Donald Trump.
TV3 lo ha cubierto todo con un lujo asiático. Cámaras a porrillo, helicópteros, profusión de sicofantes repartidos por todo el territorio (nacional, por supuesto)… ¿Crisis? ¿Qué crisis? Para el jolgorio secesionista siempre hay presupuesto. Cuentan que Artur Mas —que hace unos días comparó las pataletas de niño malcriado de nuestros independentistas con las penalidades de la población afroamericana denunciadas en su momento por Martin Luther King— se siente más fuerte ahora para dialogar con Mariano Rajoy. El Corro de la Patata ha sido una muestra de fuerza. Y ahora, a dialogar. Personalmente, tengo la impresión de que lo suyo es como intentar mantener una conversación civilizada con alguien después de asestarle un puñetazo en la nariz y partirle las gafas, pero él sabrá. O no.
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