Prefacio
C UANDO SE HA CUMPLIDO en el año 2011 el 75 aniversario del comienzo de la guerra civil española y el 150 aniversario del comienzo de la guerra civil estadounidense, y con el eco de la renovación historiográfica que ha supuesto el reciente 70 aniversario del conflicto español en el año 2006, este libro pretende acercarse a la visión estadounidense sobre la Segunda República y la guerra civil española desde las preocupaciones de la política interior y exterior de Estados Unidos, utilizando principalmente la documentación confidencial del Departamento de Estado sobre España de 1931 a 1939 y las informaciones de los principales periódicos estadounidenses.
Teniendo en cuenta las valiosas investigaciones realizadas sobre este tema a uno y otro lado del Atlántico en los últimos años, como el libro pionero de Douglas Little, Malevolent Neutrality. The United States, Great Britain and the Origins of the Spanish Civil War (1985), que centra su análisis de 1931 hasta el estallido de la guerra civil; el de Marta Rey García, Stars for Spain. La Guerra Civil Española en los Estados Unidos (1997), sobre la prensa y la opinión pública estadounidense, y más recientemente los libros de Dominic Tierney, FDR and the Spanish Civil War (2007) y Joan Maria Thomàs, Roosevelt y Franco. De la guerra civil a Pearl Harbor (2007), que tiene en el final de la guerra civil su punto de partida, el presente libro pretende aportar una visión política global estadounidense de la Segunda República Española, de 1931 a 1939.
Desde la perspectiva de una república federal, que en 1931 recordaba el 66 aniversario del final de su cruenta guerra civil, y en medio de la mayor depresión económica de la historia del capitalismo, que veía tambalearse el orden internacional liberal que como primera potencia mundial había diseñado en 1918, Estados Unidos pasará del temor inicial a la penetración comunista en España durante la administración republicana de Herbert Hoover, pronto desvanecido por reformas que entroncaban con el republicanismo americano, a las simpatías de la administración Roosevelt desde 1933 con el reformismo de la Segunda República Española, al progresivo temor a la penetración del fascismo en España y, sobre todo, al análisis de las claves de la inestabilidad política española desde la revolución de octubre de 1934, por más que en el convulso escenario internacional de aquellos años España era un país relativamente estable y fue una preocupación menor para el Departamento de Estado hasta la guerra civil.
Cuando en medio de un ambiente internacional cada vez más tenso en Asia y Europa, el golpe de Estado del 17-18 de julio se convirtió en una guerra civil, el gobierno estadounidense conoció muy pronto las dimensiones de la violencia empleada en ambos bandos y las profundas motivaciones políticas y sociales de la contienda. La administración Roosevelt, atrapada en las leyes de neutralidad, el fuerte sentimiento no intervencionista de la opinión pública y la gravedad de la crisis económica, optó finalmente por el embargo legal, que prohibía la venta de armas a España, como la mejor opción para evitar la extensión del conflicto, secundando así la política británica y francesa de No Intervención.
Aunque Estados Unidos era un actor menor, con su decisión privó a la República de un importante abastecedor de material bélico y dejó de ejercer el liderazgo democrático que, como primera potencial mundial, Estados Unidos y su presidente podían haber tenido desde 1933 en Etiopía, China, España, frenando en su raíz el expansionismo italiano, japonés y alemán.
Públicamente Roosevelt reconoció su error en febrero de 1939, cuando ya era inútil para la suerte de la República Española, China y Checoslovaquia, pero fue esencial para convencer a la opinión pública y al Congreso de Estados Unidos de que había que apoyar a Francia y Gran Bretaña en la guerra que se avecinaba en Europa.
Este estudio ha formado parte del proyecto de investigación I+D+I MICINNHAR/2008-03970, por lo que agradezco la ayuda económica de la Dirección General de Investigación y gestión del Plan I+D+I y de los fondos FEDER, imprescindibles para consultar los fondos documentales y bibliográficos necesarios en la realización de esta investigación, tanto en España como en Estados Unidos.
Por distintos motivos quisiera expresar mi agradecimiento en la elaboración de este libro a Perry Anderson, M.ª Fernanda Alcañiz, Rafael Aracil, Teresa Carnero, Jessica Fraser, Mario García Bonafé, Mar Gómez, Richard Herr, José Manuel Macarro, Edward Malefakis, Cristóbal Montoro, José Antonio Piqueras, Joan Maria Thomàs, M.ª Fernanda del Rincón, Sergio Valero, Joan Villarroya, Devra Weber, y muy especialmente a Ronald Fraser por su ayuda y estímulo constante. Igualmente agradecer la confianza de mis editores Carmen Esteban y Josep Fontana que han hecho posible la publicación de este libro.
A todas las personas e instituciones aquí mencionadas mi más sincera gratitud, aunque la responsabilidad en el contenido de este libro es exclusivamente mía.
A URORA B OSCH
Valencia, 10 de julio de 2011
1
¿Una revolución en un país lejano?
Estados Unidos ante la proclamación de la República
(Enero de 1930-diciembre de 1931)
T EMORES DE CONSPIRACIÓN BOLCHEVIQUE EN LA MOVILIZACIÓN REPUBLICANA
A principios de los años veinte, España era un país distante para Estados Unidos. No había participado en la primera guerra mundial y las relaciones diplomáticas entre ambos países estaban muy deterioradas desde la guerra hispano-estadounidense de 1898. Las cosas mejoraron cuando el general Miguel Primo de Rivera fue invitado por el rey Alfonso XIII a formar gobierno el 12 de septiembre de 1923 y estableció un régimen dictatorial que acabó con la inestabilidad política, la conflictividad social, la guerra de Marruecos y el problema catalán. Solamente diez días después de que Primo tomara el poder, el embajador de Estados Unidos en España, Alexander P. Moore, ya señalaba con entusiasmo que «Primo y el actual Gobierno son el Gobierno más popular que España ha tenido en años», porque había acabado con «los asesinatos, huelgas y desórdenes».
La estabilidad, la apertura del nuevo régimen a las inversiones extranjeras y la reducción de las barreras comerciales eran también apreciadas por Wall Street y por el propio embajador Moore, hombre de negocios de éxito, que en 1924 ya predijo que la dictadura proporcionaría «excelentes oportunidades para la expansión de los negocios en España», lo que se adecuaba perfectamente al diseño de la política exterior estadounidense durante los años veinte. En efecto, el 29 de agosto de ese mismo año la International Telephone and Telegraph Company (ITT) consiguió la concesión exclusiva para renovar toda la red telefónica española para 1929. La ITT estableció una compañía telefónica subsidiaria, La Compañía Telefónica Nacional de España (CTNE) y en los siguientes cinco años triplicó el uso del teléfono en el país. Las exportaciones estadounidenses a España crecieron en un tercio y las de España a Estados Unidos se triplicaron. Sin embargo, la creación en 1928 de la empresa CAMPSA, como monopolio nacional para distribución de petróleo, a base de la incautación de propiedades de las compañías petroleras extranjeras y la firma de un contrato de suministro de crudo con la URSS, distanció al Departamento de Estado y a los inversores estadounidenses de un régimen que no parecía proteger la propiedad privada ni favorecer especialmente las inversiones estadounidenses.
Desde 1926 era manifiesto también el descontento de amplios sectores de la población española con Primo de Rivera, de forma que cuando el nuevo embajador, Irwing B. Laughlin, llegó a Madrid en 1929, «ya había rumores de descontento con la Dictadura», le pilló por sorpresa que el 29 de enero de 1930 el rey relevara del poder a Primo de Rivera y lo sustituyera por el general Dámaso Berenguer, jefe de su casa militar.