Las relaciones entre Estados Unidos y el resto de los países se remontan, lógicamente, al origen de la historia norteamericana, pero la Segunda Guerra Mundial marcó una línea divisoria decisiva, de manera que empezaremos en ese punto. Mientras que la mayoría de nuestros rivales industriales fueron gravemente debilitados o totalmente destruidos por la guerra, Estados Unidos se benefició enormemente de ella. Nuestro territorio nunca sufrió un ataque directo, y al mismo tiempo la producción se multiplicó por tres. Incluso antes de la guerra, Estados Unidos ya era de lejos la primera potencia industrial del planeta, y lo era desde principios de siglo. Poseía el 50% de la riqueza mundial y controlaba ambas orillas de ambos océanos. Nunca había habido una potencia tan poderosa y con tal control del mundo. La elite que dictaba la política norteamericana era consciente de que el nuevo EEUU que surgiría de la Guerra se iba a convertir en la primera potencia global del planeta, y ya durante la guerra e inmediatamente después de ella planificaron cuidadosamente el diseño del paisaje de la posguerra. Ya que estamos en una sociedad abierta, podemos estudiar sus planes, que, por otra parte, eran claros y diáfanos. Los políticos norteamericanos, desde los del Departamento de Estado a los del Consejo de Política Exterior —uno de los canales de mayor influencia de los intereses económicos en la determinación de la política exterior—, estaban de acuerdo en que el dominio de Estados Unidos debía mantenerse. Pero había un amplio espectro de opiniones diversas sobre cómo conseguirlo.
Noam Chomsky
Las intenciones del Tío Sam
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Titivillus 24.05.15
Noam Chomsky, 1995
Editor digital: Titivillus
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LOS PRINCIPALES LOGROS DE LA POLITICA EXTERIOR NORTEAMERICANA
Protegiendo nuestro patio
Las relaciones entre Estados Unidos y el resto de los países se remontan, lógicamente, al origen de la historia norteamericana, pero la Segunda Guerra Mundial marcó una línea divisoria decisiva, de manera que empezaremos en ese punto.
Mientras que la mayoría de nuestros rivales industriales fueron gravemente debilitados o totalmente destruidos por la guerra, Estados Unidos se benefició enormemente de ella. Nuestro territorio nunca sufrió un ataque directo, y al mismo tiempo la producción se multiplicó por tres.
Incluso antes de la guerra, Estados Unidos ya era de lejos la primera potencia industrial del planeta, y lo era desde principios de siglo. Poseía el 50% de la riqueza mundial y controlaba ambas orillas de ambos océanos. Nunca había habido una potencia tan poderosa y con tal control del mundo.
La elite que dictaba la política norteamericana era consciente de que el nuevo EEUU que surgiría de la Guerra se iba a convertir en la primera potencia global del planeta, y ya durante la guerra e inmediatamente después de ella planificaron cuidadosamente el diseño del paisaje de la posguerra. Ya que estamos en una sociedad abierta, podemos estudiar sus planes, que, por otra parte, eran claros y diáfanos.
Los políticos norteamericanos, desde los del Departamento de Estado a los del Consejo de Política Exterior —uno de los canales de mayor influencia de los intereses económicos en la determinación de la política exterior—, estaban de acuerdo en que el dominio de Estados Unidos debía mantenerse. Pero había un amplio espectro de opiniones diversas sobre cómo conseguirlo.
En un extremo tenemos documentos como el Memorándum n° 68 del Consejo de Seguridad Nacional de 1950. En él se desarrollan las ideas del secretario de Estado Dean Acheson y fue redactado por Paul Nitze, un personaje aún presente en la política. Fue uno de los negociadores del Tratado sobre el Control Armamentístico auspiciado por Reagan. El documento n° 68 clamaba por una «estrategia de reducción de precios» que «sembrara las semillas de la destrucción dentro del sistema soviético», de manera que pudiera negociarse un acuerdo en nuestros propios términos «con la Unión Soviética o con el Estado o Estados que la sucedieran».
La política recomendada por el documento 68 podría requerir «sacrificios y disciplina» en el mismo Estados Unidos, es decir, grandes gastos militares y severas restricciones, a su vez, en gastos sociales. También sería necesario acabar con el «exceso de tolerancia» que permite cierto grado de disensión interna.
Este tipo de política consiguió buenos resultados. En 1949 el espionaje norteamericano en la Europa Oriental era dirigido por Reinhard Gehien, que anteriormente había encabezado el servicio de inteligencia nazi en el frente oriental. Esta red formaba parte de la alianza nazi-norteamericana que rápidamente absorbió a muchos de los peores criminales de guerra, y que extendió el campo de sus operaciones a Latinoamérica y al resto del mundo.
Sus operaciones incluían un «ejército secreto» potenciado por la alianza anteriormente aludida, que facilitó armas y agentes a pequeños ejércitos creados por Hitler, que seguían operando dentro de la Unión Soviética y de los países de Europa Oriental, durante los primeros años de la década de los cincuenta. (Este asunto es bien conocido en EEUU, pero considerado insignificante, aunque habría que ver las ampollas que hubiera levantado el hecho, por poner un ejemplo, de que la Unión Soviética hubiera proporcionado armas y agentes a un ejército creado por Hitler en las montañas Rocosas).
El polo opuesto liberal
El documento n° 68 constituía un extremo de la política de posguerra y se debe recordar que no fue sólo algo teórico, gran parte de sus postulados fueron llevados a cabo. Echemos ahora una mirada al otro polo, a las palomas. El personaje más sobresaliente de este grupo era, sin duda, George Kennan, quien encabezaba el equipo de analistas del Departamento de Estado hasta 1950, fecha en que fue reemplazado por Nitze. El departamento de Kennan fue el responsable de la red de espionaje de Gehlen.
Kennan era uno de los consejeros más lúcidos e inteligentes de todo el país, y una figura puntera entre los diseñadores de la política de posguerra. Sus escritos son extremadamente interesantes e ilustran perfectamente las posiciones del grupo de palomas. Uno de los documentos más interesantes para comprender en su totalidad la política de EEUU es el Estudio sobre Planificación Política n° 23, escrito por Kennan para el Departamento de Estado en 1948. He aquí algo de lo que en él se decía:
»… tenemos alrededor del 50% de la riqueza mundial pero sólo un 0,3% de su población… Con esta situación no podemos evitar ser objeto de envidias y resentimientos. La tarea realmente importante para el próximo período es elaborar un modelo de relaciones que nos permita mantener esta posición de desigualdad… Para conseguirlo tenemos que prescindir de todo tipo de sentimentalismos y utopías; nuestra atención tiene que concentrarse en nuestros intereses nacionales más inmediatos.
Debemos dejar de hablar de objetivos vagos e irreales como los derechos humanos, el aumento de la calidad de vida, y la democratización. No está lejos el día en que tengamos que batimos por conceptos realmente Importantes. Cuanto menos estemos atados por consignas idealistas, mejor».
El documento n° 23 era, por supuesto, secreto. Para contentar a la opinión pública era necesario airear «