Agradecimientos
Este libro, como no podía ser de otra manera, debe un gran tributo a un buen número de personas: compañeros, colegas, personajes de la industria del cine y del sector inmobiliario y docentes de diferentes universidades españolas.
Un primer y fundamental agradecimiento para mi director de tesis doctoral, José María Álvarez Monzoncillo, quien me ayudó a desarrollar esta investigación, origen de este volumen, y me ha animado siempre con su constante apoyo, inquebrantable amistad y socarronería riojana.
En segundo lugar, a todas aquellas personas que, con sus ideas o sugerencias y aportaciones, han contribuido a que este estudio sobre la exhibición se haya completado satisfactoriamente. Aunque el agradecimiento sea extenso, no puedo por menos que citar, en primer lugar, a Santos Zunzunegui y Manuel Palacio, quienes una noche de hace algún tiempo en Valencia, y tras unas jornadas sobre el cine de Víctor Erice, me animaron a realizar este proyecto y a embarcarme en la docencia universitaria después de una larga temporada en la empresa privada.
A mis compañeros del departamento de Periodismo y Comunicación Audiovisual de la Universidad Carlos III de Madrid y, muy especialmente, a M.ª Pilar Diezhandino, Pepe Fernández-Beaumont y Obdulio Martín Bernal. También a mis queridos amigos de la Universidad Jaume I de Castellón, sobre todo a Javier Marzal, Andreu Casero y Javier Gómez Tarín, a quienes agradezco su inestimable ayuda. Al Instituto Francés de Prensa de París (Mme. Démier) y al departamento de Periodismo de la Universidad de Sheffield (Jairo Lugo-Ocando), que me acogieron durante tres veranos y pusieron a mi disposición una inestimable base de datos.
Al Servicio de Estudios de BBVA. A Ginés Palencia, socio director de CB Richard Ellis, por su valiosa información sobre la economía de los centros comerciales. A Enrique González Macho y a la revista Cineinforme. Por supuesto, a Javier López Villanueva y su «cadena de valor». A Enrique Utrera, que sigue enarbolando la bandera del periodismo económico independiente. A Jesús Díaz, que aún continúa en el mundo de la exhibición. A mis amigos Poto y Luis, y Antonio y Macarena. También a mis compañeros de la Junta Directiva de la Asociación Española de Historiadores del Cine (AEHC), encabezada por Julio Pérez Perucha, y a mis antiguos compañeros de la revista Contracampo, germen de tantos proyectos. Y, finalmente, como no podía ser de otro modo, a Elena y Guillermo. Mis agradecimientos igualmente a Jenaro Talens, director de la colección, así como a Raúl García, un editor «avant la lettre».
A todos ellos, mi infinito agradecimiento.
Prólogo
Es cada vez menor el número de investigadores en España que se preocupan por las condiciones materiales en que son realizadas las películas y por sus condicionantes económicos y jurídicos. Del mismo modo, los estudios de recepción, tan necesarios, entre otras cosas, para conocer la demanda real del cine, brillan también por su ausencia. Ni siquiera la economía del audiovisual y del cine, en general, una línea de investigación tan fructífera en países como Francia, Reino Unido o en muchos lugares de Iberoamérica, encuentra demasiado eco en muchas universidades españolas y, como es natural, en un buen puñado de publicaciones académicas del mundo de la comunicación.
A la falta de reflexión y de foros donde debatir estas propuestas se une la carencia de una visión profunda de cómo superar ciertos males endémicos que han acompañado a la política cinematográfica española al menos desde el año 1964, en que el cine español comienza a despegarse de una política autárquica y seriamente intervenida. Esta reflexión es cada día más perentoria, puesto que el cine vive un momento dramático de destrucción de empleo y de pérdida de tejido industrial.
La elevación de la cuota de cine español que viene produciéndose en estos últimos tiempos resultará beneficiosa no solamente para el sector de la producción, sino también, y como de manera fehaciente se demuestra en Francia, para atraer más público a las salas de cine. O en el caso español, para permitir una mayor comunión entre los films españoles y su público natural, de tal forma que sea posible superar esa precaria cifra de 30.000 espectadores de media por película o recaudaciones medias no superiores a los 200.000 euros por film.
Este estudio, por tanto, de mi antiguo doctorando viene a cubrir una parcela difícil de rellenar y que nunca hasta el momento se había examinado a fondo. Tal vez porque las lógicas socioeconómicas que presiden el sector de la exhibición, así como la vasta dimensión de la tarea, parece que desanimaron hasta el momento a potenciales estudiosos del fenómeno.
En muy pocos años —como se apunta en el libro— los cines españoles cambiaron radicalmente su fisonomía. Desde mediados de la década de los noventa del siglo pasado, España se aplicó ferozmente en renovar una industria obsoleta, poblada de desvencijadas salas, que generaban el rechazo del público, y comenzó a edificar el mayor número de grandes recintos cinematográficos de toda Europa Occidental. Las malas ratios del pasado se transformaron radicalmente: ya ocupábamos los primeros puestos en número de pantallas por habitante, recaudación o asistentes al cine. España se consagró así no solamente como el país con mayor número de megaplexes, sino también como el cuarto gran mercado de la exhibición europea después de Francia, Alemania y Reino Unido e incluso por delante de Italia.
La explicación pormenorizada de este éxito y del fenómeno «multiplexing» que penetró con fuerza en Europa es uno de los grandes aciertos de este libro, que en sus orígenes pretendía abarcar una extensión mucho mayor, y que ahora da completa respuesta a un buen número de temas de los que solo unos cuantos estudiosos nos habíamos venido ocupando hasta el momento. Por ejemplo, el relativo fracaso de la digitalización de las salas de cine en España; el estudio de las grandes barreras de la asistencia al cine, fundamentalmente de la importancia que ha cobrado la variable precio; la destrucción de las monosalas y su rápida sustitución por modernos complejos cinematográficos; la llegada a España de un buen número de operadores extranjeros y su posterior retirada al convertirse la exhibición española en un mercado «maduro». Y en su vertiente más histórica, pero absolutamente necesaria, el análisis de la evolución de las salas de cine desde la década de los sesenta hasta hoy, así como la profunda «categorización» de los modelos de circuitos de exhibición que han poblado la exhibición española de los últimos cincuenta años. Y, claro está, un detallado repaso de las consecuencias que para este sector ha tenido una crisis económica que se ha llevado por delante un elevado número de espectadores, alrededor de 50 millones; una disminución en la recaudación de unos 150 millones de euros y, paradójicamente, un escaso número de salas, a pesar de que un nada despreciable porcentaje de ellas no resultan hoy día rentables.
Esta profusión de datos y análisis ofrecidos por el autor se une a las necesarias comparativas que se establecen con otras grandes cinematografías —fundamentalmente, Estados Unidos / Canadá y la UE— y la utilización de una rica y variada documentación proveniente de archivos estadounidenses, franceses, ingleses, italianos o alemanes, con más de un centenar de cuadros y gráficos a disposición del lector. Una visión que encuentra además su perfecto complemento en una bibliografía nacional e internacional con una rigurosa selección de más de trescientas referencias.