Memorias en el Viento
Alfonso Gómez-Gil Caviró
A Maite, mi esposa, el amor de mi vida y compañera entrañable, a quien relaté algunas de mis experiencias en los años de aquel duro conflicto, antes de que yo las olvidara con el paso del tiempo.
Al hacerlo así, ella ha colaborado conmigo, ayudándome a rememorar todas mis vivencias en
“la quinta columna” de Madrid.
Después, y a lo largo de nuestra vida en común, ha cuidado de mí y de mi salud; en forma que yo haya podido llevar a buen puerto todos mis recuerdos.
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Indice
Prefacio
M e han convencido, después de una larga batalla dialéctica, para que escriba esta historia. A estas alturas de mi vida, ¡llegando a los noventa!, creía tener muchas razones para no hacerlo: en primer lugar, porque desde hace mucho tiempo había hecho el propósito de olvidar en lo posible aquella época terrible de la Historia de España que tanto me obsesionó en su momento; en segundo lugar, por no poseer la habilidad suficiente con el ordenador con quien a veces sostengo mis duros litigios, a pesar de que me impuse aprender a usarlo y lo he conseguido... a medias; en tercero, debido a que no creo tener dotes literarias y por último, porque desde que cumplí mis ochenta primaveras voy sintiéndome fatigado y temo no tener fuerzas para llegar a terminar el relato. Además, creo que son tantas y tan abundantes las narraciones sobre esa época, que ya no interesan a casi nadie.
El caso es que una de mis nietas, María, ó Marieta, como la llamamos todos, que para mi asombro siempre me escuchaba fascinada cuando yo contaba ‘Los rollos de la guerra’, como los llaman mis hijos, se ha empeñado, con insistente perseverancia, entre halagos y exageradas lisonjas, en que cuente de un modo ordenado todo lo que he ido relatando a mi familia, recuerdos y vivencias juveniles en fragmentos inconexos y ya medio olvidados. Se ofrece para ser mi amanuense, y es cierto que maneja el teclado muy bien y deprisa. Sospecho que piensa que si no lo hacemos en los cinco ó seis meses próximos, quizás no lo podamos hacer nunca. Y es muy posible que pueda acertar...
Según ella, va a interesar a mucha gente que ignora como transcurrió la vida de tantos jóvenes españoles en aquellos amargos años bélicos. Yo lo dudo, pero al final me ha persuadido y voy a tener que hacerlo; eso sí, con la condición de contar con su constante ayuda, a lo que ha accedido entusiasmada. A mí me parece un esfuerzo inútil: estas viejas historias bélicas y sentimentales no valen más que esas fotos familiares descoloridas de algún tiempo pasado que se encuentran en el trastero, se miran con curiosidad, no se sabe quiénes son los retratados y se olvidan poco rato después.
Por otro lado, considero que para las nuevas generaciones de españoles nacidos después de la Transición, y dada la mentalidad política imperante,la Guerra Civil española es otro lamentable capítulo más de la Historia deEspaña, esa asignatura casi descartada en la actual enseñanza y que paramuchos no tiene especial interés. Sin embargo, creo que es importante querecordemos aquella época tal como pasamos por ella los que la vivimos,sentimos y sufrimos, porque supuso un conflicto que enfrentó a los españolesen una lucha despiadada y cruel en la que participamos todos de un modo ú otro. Así que al final decidí que mi nieta podía tener razón y contando con su ayuda comencé la búsqueda en el cajón de los recuerdos y los fui ordenando.De tal manera he compuesto mi relato, recopilando las memorias de un puñado de compatriotas, uno de ellos yo mismo, adscritos a diferentesbandos en aquella confrontación y reuniéndolos, puesto que todos mis personajesse relacionaron entre ellos.
He hecho verdaderos esfuerzos en pos del equilibrio, tratando, por un lado de ajustarme a la estricta verdad y por otro de comprender la mentalidad de ‘los de enfrente’. He de confesar que a pesar de mi esfuerzo la mayor parte de las veces sigo sin encontrar la bondad de las ideas de la izquierda. Trate de comprender El capital de Karl Marx y leí a Engels, Krivitski y más tarde a Honecker y a Gramsci, pero no lograron convencerme. Incluso pensé que después de la caída del muro de Berlín y la auto-extinción de la Rusia Socialista Soviética, apenas quedarían quienes defendieran las ideas socialistas. Es evidente que me equivoqué: aún quedan muchos, que sin apenas autocrítica sobre su historia, forman parte del antiguo partido de Pablo Iglesias.
He tenido buenos amigos republicanos y de izquierdas con los que siempre me he entendido bien, porque probablemente amaban a España tanto como yo. En estos últimos meses varios de ellos escucharon y admitieron de buen grado la realidad de mis relatos. Este libro trata de la Guerra Civil vista y vivida por mí y sospecho que a muchos les van a sorprender mis opiniones y mi visión de los hechos, en muchos casos diferentes de las que defienden los que tienen fama de ser historiadores “serios” de izquierdas.
He ser yo, único vivo hoy del grupo de mis personajes coetáneos, el que cuente lo que acaeció en la vida de cuatro personas, protagonistas principales de mi relato y comparsas activos en el gran drama nacional que supuso aquella contienda. Todas ellas eran hombres y mujeres muy jóvenes, casi adolescentes en los días en que comenzó a representarse la tragedia en la escena española: Helena, la más temeraria, fue agente de los servicios de información nacionales; Amparo fue testigo participante en lo que pudiera llamarse crónica oculta del conflicto y los dos hombres fueron pilotos de guerra, Juan en el bando rojo y Enrique en el nacional.
Es curioso que en los años treinta, cuando ni se sospechaba la existencia de ordenadores, alguien oprimió en muchas ocasiones en mi memoria la tecla Guardar y de ahí que hoy sea capaz de recordar mejor lo que sucedió en aquellos años que lo que me ha pasado más recientemente. Podría ser, sin embargo, que puesto que se basa esencialmente en mis recuerdos, pudieran existir algunos datos erróneos. He intentado contrastar fechas y nombres en la hemeroteca pero ha habido momentos en los que me ha faltado tiempo, ánimo o testigos para ratificarlos.
Vamos a empezar a trabajar mi sonriente y animosa nieta Marieta y yo. Lo que salga será obra de ambos, como Dios quiera que resulte. Deseo suerte para quien lo empiece a leer y tenga la paciencia de terminarlo.
Madrid, junio del 2008
Enrique de la Gándara Guzmán, General del Aire de España
PRIMERA PARTE
“Tengo cinco columnas para tomar Madrid. Cuatro de ellas rodean la ciudad, la quinta ya está dentro.”
General Mola, al comienzo del asedio de Madrid en el verano de 1936.
Capitulo 1
M e llamo Enrique de la Gándara y Guzmán y nací en Madrid el veintiocho de junio de 1919. Mi padre, Jesús de la Gándara Errasti, era también madrileño, aunque de familia mitad cántabra y mitad navarra. Hacia 1916 se encontraba estudiando en Pamplona la carrera de ingeniero de Caminos, Canales y Puertos y allí conoció a Cristina, una preciosa navarrica que le encandiló por completo, dada su simpatía, agudeza, inteligencia y sentido del humor admirable. Hacía poco que ella había vuelto de Francia donde, por tradición familiar, había hecho sus estudios secundarios, con lo que hablaba un francés perfecto. Entre ellos dos surgió un chispazo mágico que los unió de tal forma que ya no pudieran vivir separados el resto de sus vidas: el amor, en una palabra. Su noviazgo duró, según la costumbre de aquella época, algo más de dos años, una larga temporada que a ambos les pareció interminable. Por fin, él acabó brillantemente los estudios y, ya con el título debidamente enmarcado, se casaron a mediados de un dorado septiembre del año 1918. La boda tuvo lugar en la capilla de una de las fincas que tenían los Guzmán en Tudela, ya que la novia pertenecía a esa familia, ilustre en otros tiempos, ahora un tanto deslustrada por la decadencia económica.
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