Prólogo
U NA PIEDRA EN EL ES TANQUE
La noche del 25 de mayo de 2014, tras haber logrado contra todo pronóstico y de forma sorprendente más de un millón doscientos mil votos y cinco eurodiputados, Pablo Iglesias, líder de Podemos, un partido fundado sólo unos meses antes, se dirigió a la multitud que le aclamaba entusiasmado por sus excelentes resultados y, saliéndose temporalmente de su papel de político y volviendo al de profesor, dijo: «Lo que hemos hecho aquí se estudiará en las facultades de Políticas de todo el mundo». El orgullo por lo logrado, aunque algo exagerado desde el punto de vista científico, pues los académicos son lentos en reaccionar y de difícil excitación, estaba sin embargo más que justificado desde el punto de vista político.
Sea de interés académico, periodístico o ciudadano, es evidente que lo que está ocurriendo en la política española es sumamente interesante, quizá lo más interesante que ha pasado desde 1982, cuando el PSOE logró una abrumadora mayoría absoluta y la UCD desapareció. La posibilidad de que nuestro país rompa con un sistema de partidos basado en dos grandes formaciones que ha estado con nosotros durante más de treinta años, o que simplemente esos dos partidos sean sustituidos por otros, con independencia de que al final se materialicen o no esas posibilidades, es lo suficiente interesante para interesarse por ello.
Desde el primer minuto, Podemos ha sido un fenómeno fascinante. Para unos se trata de algo sobredimensionado, un soufflé que se acabará desinflando como lo hicieron en su momento otros partidos que aprovecharon las elecciones europeas para recoger la indignación ciudadana con la política. Para otros, por el contrario, Podemos es un tsunami que se llevará por delante a todos los que estén cómodamente tumbados en la playa pensando que su existencia como fuerza política está garantizada de por vida.
Pero, como siempre, es posible encontrar una posición intermedia. Entre los impasibles y los apocalípticos, lo que resulta evidente es que Podemos es, como sus mismos líderes han dicho, el equivalente del lanzamiento de una piedra en un estanque. Una metáfora seguramente válida, porque en España y fuera de ella muchos teníamos la impresión de que la política estaba no sólo tranquila, sino demasiado tranquila. ¿No sería ésa la calma que precedía a la tempestad? Así fue, efectivamente. En menos de once meses y saliendo de la nada, Pablo Iglesias y su formación lograron no sólo dar la sorpresa en unas elecciones europeas sino situarse en los sondeos como fuerza política preferida de los españoles. Y aunque no todos los sondeos los situaran en primer lugar, incluso cuando aparecían como segundos o terceros, lo hacían con unos porcentajes de voto increíbles, superiores siempre al 25 por ciento.
La metáfora de la piedra en el estanque parece acertada, pero tiene una doble lectura no muy favorable para Podemos. Primero, porque la piedra lanzada en el estanque se hunde y desaparece. Y segundo, porque la fuerza de la onda que la piedra genera se debilita a medida que se aleja del lugar del impacto hasta desaparecer. ¿Será la metáfora tan literal en su aplicación? ¿Cuál es el futuro de esa gran bola de fuego llamada Podemos? ¿Asaltar los cielos? ¿O desintegrarse en el camino, víctima de ese mismo fuego que ha generado? Sinceramente, no me importa confesar que lo desconozco.
En mis años de formación como investigador en el Instituto Juan March de Estudios e Investigaciones me convertí por razones accidentales en el organizador de las porras electorales en las que los profesores y estudiantes de doctorado, todos politólogos y supuestamente escogidos y becados entre los mejores, intentaban poner en práctica sus conocimientos politológicos y predecir los resultados de las elecciones generales. Pero todos recibimos una divertida e inolvidable lección cuando el primer premio, llamado Ojo de Linz en honor de Juan Linz (1926-2013), uno de los politólogos españoles más influyentes, lo recibió la secretaria del director del centro, a mucha distancia de los politólogos que allí preparábamos nuestras tesis doctorales. Muchos de aquellos jóvenes politólogos son hoy profesores de prestigio, algunos de ellos incluso se citan en este libro y me han sido de gran utilidad a la hora de escribirlo (aunque, obviamente, no sean responsables de ninguno de mis errores). Pero, en su éxito como politólogos, seguramente se les ha olvidado que hay por ahí unas hojas de cálculo, que prometo no desvelar, que demuestran que nuestra probabilidad de acertar prediciendo resultados electorales está en algún lugar entre el azar estadístico y la media del común de los mortales.
Bromas aparte, lo cierto es que no tenemos una bola de cristal, así que no sabemos lo que va a pasar. Pero sí que sabemos de forma bastante aproximada cuáles son los factores que influirán en el éxito o fracaso de Podemos, es decir, adónde mirar. No sabemos si los líderes de Podemos llegarán al poder, ni si una vez allí, como advierten algunos, dejarán de ser corderos democráticos y se transmutarán en lobos revolucionarios, o si, por el contrario, les pasará como a todos sus predecesores, que antes de capturar al sistema serán capturados por él. Lo que sí sabemos es que ya han revolucionado la política española e introducido en ella una dinámica completamente nueva. Creo que ese trasfondo de curiosidad, ansiedad y ganas de saber más es el que nos mueve a todos a hablar de Podemos. A mí en particular es el que me ha animado a escribir este libro. Espero que a ustedes también a leerlo y que les sea útil para profundizar en el fenómeno Podemos y formar su propio juicio sobre él.
A SALTAR LOS CIELO S
Si he elegido ese título es porque refleja perfectamente el nivel de ambiciones, audacia y también de dificultades y obstáculos con los que se enfrenta Podemos. El título proviene de una frase que Pablo Iglesias utilizó en la asamblea ciudadana de Podemos, celebrada en el pabellón de Vista Alegre en octubre de 2014 para justificar su decisión de no aceptar las propuestas de integración y consenso presentadas por el sector crítico, que quería una organización más abierta, más descentralizada y con liderazgos compartidos y rotatorios. Pero Pablo Iglesias y su núcleo duro rechazaron las propuestas de integración y lanzaron un órdago: o se aceptaba su modelo de partido y de dirección o se marchaban. «El cielo no se toma por consenso —justificó Pablo Iglesias—, sino por asalto.» Esa frase, que encierra tanto toda la audacia de los líderes de Podemos («Queremos llegar al poder de golpe, y ya») como un pecado original («Si queremos ganar, tenemos que aceptar el liderazgo de unos pocos y renunciar a construir una organización que funcione de abajo arriba»), resume muy bien todas las fortalezas y debilidades de Podemos. Pero ¿de dónde viene esa expresión?
La expresión «asaltar los cielos» es una referencia clásica en la izquierda. Irene Falcón, secretaria de la histórica dirigente del PCE Dolores Ibárruri, la Pasionaria, empleó esa expresión para titular su libro de memorias, publicado en 1996. Y Javier Rioyo la retomó para titular así su documental sobre el asesinato de León Trotski. Pero fue Karl Marx el que la utilizó por primera vez para describir la audacia de los comuneros de París, protagonistas de la revolución popular que siguió a la caída del Segundo Imperio Francés (1852-1870). La Comuna de París, que se prolongó entre marzo y mayo de 1871, no sólo es mítica por la experiencia de autogestión popular y democrática que significó, sino porque fue la primera ocasión en que un movimiento popular y revolucionario enarboló una bandera roja.