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Sinopsis
Brujas literarias es una reivindicación y celebración de las mujeres escritoras que a lo largo de la historia han sido ignoradas y rechazadas, tal y como se hizo con las brujas. Así, las autoras han querido dignificar el término bruja usándolo para describir el talento de escritoras excepcionales que han sido además símbolo de fuerza, sabiduría y poder.
A través de sus hipnóticos textos y maravillosas ilustraciones, nos presentan a treinta autoras que han dejado escritas grandes páginas de narrativa y poesía.
Autoras de cualquier época, etnia, clase, sensibilidad o religión, desde figuras reconocidas como Toni Morrison, Emily Dickinson o Agatha Christie, hasta otras más desconocidas como Janet Frame o Yumiko Kurahashi.
Textos de Taisia Kitaiskaia Ilustrado por Katy Horan
BRUJAS
LITERARIAS
30 escritoras que conjuraron la magia de la literatura
PREFACIO
¿POR QUÉ OSAMOS LLAMAR A ALGUIEN BRUJA LITERARIA?
Porque todas las artistas son magas y las brujas tienen una magia especial. Tanto las brujas como las mujeres escritoras habitan en la creatividad, el misterio y otros mundos. No temen estar solas en los bosques de su imaginación ni vivir en cabañas construidas por ellas mismas. No temen a la oscuridad.
Por eso considerar bruja literaria a una autora es el más alto honor que podemos concederle. Las treinta escritoras que incluimos aquí nos inspiran profundamente y nos animan a ser valientes y creativas. Hemos confeccionado sus retratos mediante el arte y la escritura para rendir homenaje a su presencia y con nuestros medios acercarnos a su espíritu.
Por cuestiones de tiempo, espacio y antigüedad (las que son brujas desde hace mucho tiempo deben mencionarse antes que las recién iniciadas), las autoras que aquí encontrarás ocupan apenas una repisa de nuestra biblioteca de modelos que imitar. Esperamos que las disfrutes con nosotras, que leas sus obras y luego crees tu propio elenco de brujas literarias.
HECHICERAMENTE
Taisia y Katy
PRÓLOGO
La palabra bruja se usa mucho en estos días: como un insulto, un símbolo o una medalla. Cuando pensamos en una bruja nos la imaginamos en su multiplicidad: es una mujer horrenda con un sombrero puntiagudo. Una sibila que se mece entre visiones proféticas. Una esposa del demonio. Una devota de la divinidad femenina. Una vecina de Salem. Una herbolaria. Una seductora. Una moradora de una cabaña del bosque hecha de ramas, patas de pollo o caramelos. Una adolescente de los noventa rodeada de pentagramas y vestida con ropa de cuadros escoceses. Pero ¿qué significa la palabra bruja? Y, quizá más importante, ¿qué significa cuando la usamos nosotras?
Su origen no está claro. Un poco de investigación te dirá que probablemente deriva de antiguas palabras germánicas que podrían traducirse como «sabia», «doblarse» o «sauce». Las tres opciones me gustan, en especial si se toman juntas. Me hacen pensar en alguien hábil en el arte de cambiar de forma, alguien conectada a una corriente ancestral, alguien maleable no por resignación sino por supervivencia, en un ser fuerte e inteligente que cambia con el tiempo y el tiempo cambia con ella.
Una cosa es segura: una bruja es casi siempre un «ella». Y me he dado cuenta de que la bruja es tal vez el único arquetipo femenino que tiene poder por sí mismo; no está definida por nadie más. Esposa, hermana, madre, virgen, prostituta: estos arquetipos basan su sentido en las relaciones con los demás. Pero la bruja es una mujer que funciona por sí sola. Con frecuencia se aísla y su don es la transformación. Es un agente de cambio y su trabajo arranca con el lenguaje: un conjuro, un hechizo, una bendición, una maldición.
¿Quién es más digno de este nombre que las escritoras, que con sus palabras conjuran mundos? Sin duda tienen mucho en común con las brujas: a las mujeres que crean algo más que niños aún se las considera peligrosas. Se las margina, se las trivializa e incluso se las ignora por completo. Se las suele excluir del canon artístico, pero aun así se las estigmatiza.
Recordemos que muchos términos ocultistas están conectados con términos lingüísticos: en inglés, spelling (deletreo) y spells (hechizos); en español, gramática y grimorio. Se cree que abracadabra deriva de una frase del arameo que podría traducirse por «creo como la palabra». Visto así, escribir es hacer magia. Y, por tanto, ser escritora es realmente ser una especie de bruja.
Este libro que tienes en las manos oculta infinidades: sirve para corregir el rumbo, es una pócima para la inspiración y un dosier místico. Leer Brujas literarias es como escalar el árbol genealógico feminista, con sus raíces retorcidas, sus ramas cargadas de frutos y páginas colmadas de letras que ofrecen sustento y refugio.
A través de este luminoso volumen rastreamos la herencia del lenguaje mediante el género y no mediante la genética. Esta obra presenta a las autoras como integrantes de un aquelarre, en el que Mirabai, Mary Shelley, Octavia Butler y María Sabina van teniendo una a una su momento en el centro del círculo. Y a nosotras, las lectoras, también se nos permite entrar. Nuestra ofrenda es la atención que prestamos a cada una de las brillantes vidas que encontramos aquí.
Taisia Kitaiskaia nos entrega un libro de hechizos. Los tres párrafos sobre cada bruja escritora deben leerse como invocaciones surrealistas. Taisia entreteje las biografías con sus propias visiones y en su bola de cristal van surgiendo hermosas y singulares imágenes; en su pócima mezcla lo factual con lo verdadero, elevando así a cada una de las mujeres al reino de la leyenda.
Cuenta que Virginia Woolf «salta con agilidad de un estanque de conciencia a otro», lo que nos hace pensar de manera simultánea en la señora Dalloway y en una suma sacerdotisa en trance.
De Audre Lorde nos dice que «en el bosque secreto de la noche, donde las mujeres van a comerse su propio corazón, Audre es una diosa que emerge de un lago de lava». Yo misma atestiguo que la obra de Lorde enciende un fuego en mi interior, y que la he adorado en su altar en muchos momentos oscuros.