ADAM HOCHSCHILD
ESPAÑA EN EL CORAZÓN
LA HISTORIA DE LOS BRIGADISTAS AMERICANOS EN LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA
TRADUCCIÓN DE MARIANO LÓPEZ
Para Rosa y Sonia
© Adam Hochschild, 2016
Publicado con el acuerdo de Georges Borchardt, Inc. e International Editors Co.
© Traducción: Mariano López
© Mapas: Mapping Specialists, Ltd., Fitchburg, Wisconsin
© Malpaso Ediciones, S. L. U.
Gran Via de les Corts Catalanes, 657, entresuelo
08010 Barcelona
www.malpasoed.com
Título original: Spain in Our Hearts
ISBN: 978-84-17081-79-9
Primera edición: abril de 2018
Imagen de cubierta: © Malpaso Ediciones, S. L. U.
El autor agradece la autorización para citar los siguientes textos: The Complete Works of George Orwell , editado por Peter Davison, Herederos de Sonia Brownell Orwell, reproducido con permiso de The Random House Group, Ltd.; Crusade in Spain , de Jason Gurney, Judith Gurney, 1974, todos los derechos reservados, reproducido con permiso de Faber and Faber Limited; Looking for Trouble , de Virginia Cowles, reproducido con permiso de Harriet Crawley; War Is Beautiful , de James Neugass, cortesía de American Lincoln Brigade Archives (ALBA).
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PRÓLOGO
LEJOS DE CASA
Al alba del de abril de 1938 , temblando, exhaustos y desnudos, dos nadadores empapados salen del agua helada y trepan por la ribera del Ebro, que viene crecido por la nieve derretida de los Pirineos. Ambos son estadounidenses.
El país está en llamas. Durante casi dos años, el turbulento, aunque democráticamente elegido, gobierno de la República Española en dos el territorio que todavía conserva la República.
El prolongado combate de Franco para tomar el poder es el conflicto más feroz que tiene lugar en Europa desde la Primera Guerra Mundial, una contienda marcada por un vengativo salvajismo no visto ni siquiera entonces. Sus fuerzas han bombardeado ciudades hasta reducirlas a escombros, han torturado a oponentes políticos y asesinado a personas solo por pertenecer a un sindicato, han ametrallado salas de hospital atestadas de heridos, marcado el pecho de mujeres republicanas con el emblema de su movimiento y ejecutado sentencias de muerte a garrote vil, un collar de hierro medieval utilizado para estrangular a las víctimas.
Arrollados por la nueva ofensiva, los soldados republicanos se retiran caóticamente hacia el este ante el avance de las tropas, los tanques y los bombarderos de Franco. En algunos sitios, el avance ha sido tan rápido que las unidades franquistas los han sobrepasado. Las fuerzas republicanas incluyen a miles de voluntarios de otros países, muchos de ellos estadounidenses, algunos de los cuales ya han sido ejecutados. Franco ha declarado que todo voluntario extranjero hecho prisionero será fusilado.
A través del accidentado y montañoso paisaje del nordeste español, el caudaloso Ebro, el río más largo del país, marca la frontera entre la muerte y la salvación, pues la ribera oriental todavía se encuentra en manos republicanas. Pequeñas bolsas de voluntarios estadounidenses, atrapados tras las líneas enemigas, han conseguido por la noche deslizarse entre las tropas franquistas orientándose con la estrella polar. Después de tres días prácticamente sin dormir, perseguidos por soldados, tanques y caballería dirigidos por aviones de reconocimiento que vuelan en círculo sobre sus cabezas, consiguen llegar al Ebro antes del amanecer, cerca de un lugar donde, según el mapa, hay un puente. Pero descubren que el puente ha sido volado y que no hay botes para cruzarlo. Unos cuantos desesperados que no saben nadar arrancan la puerta de una masía abandonada para usarla de balsa; otros, que tampoco nadan, se meten en el río agarrados a un tronco. Arrastrados por la corriente, al menos seis, cuatro de ellos heridos, mueren ahogados.
Tres de los estadounidenses restantes, que sí saben nadar, se quitan las botas y la ropa, y se sumergen en el agua helada. Uno de ellos toca tierra aguas abajo, pero Cuando alcanzamos la carretera tiritábamos de frío y teníamos los pies en carne viva. […] Un camión se acercó y yo me pregunté qué le debería de estar pasando por la cabeza al conductor al ver a dos hombres desnudos parados en medio de la carretera. Nos dio un par de mantas y siguió su camino.»
Gates recuerda de este modo lo que pasa después: «Hambriento y exhausto, sentía que no podría dar ni un paso más. […] Nos tumbamos al lado de la carretera, sin tener ni idea de quién podría venir, demasiado agotados para preocuparnos. […] De pronto apareció un coche, se detuvo y se bajaron dos hombres. Nunca me había alegrado tanto de ver a alguien en mi vida. […] Nos abrazamos».
En el Matford negro biplaza van Herbert de ellos. Muchos están en ese momento desaparecidos, entre ellos, el comandante californiano Robert Merriman, jefe del Estado Mayor de la XV Brigada Internacional, visto por última vez a unos quince kilómetros, al mando de un grupo de soldados, a punto de ser cercado por las tropas franquistas. Ninguno de los cuatro hombres sabe cuál ha sido su suerte.
«Todavía hay cientos de hombres al otro lo recordaba Gates—, Hemingway sacudió el robusto puño. “Fascistas hijos de puta, todavía no habéis ganado —gritó—. ¡Os vais a enterar!”.»
La guerra en la que coincidieron aquellos cuatro americanos junto a la orilla de un río tan lejano de su tierra natal fue un acontecimiento crucial en la historia de España, y en su época fue considerado también como una piedra de toque moral y política, una guerra mundial embrionaria, en una Europa ensombrecida por el vertiginoso ascenso del fascismo.
En la Guerra Civil Española lucharon alrededor de . estadounidenses, en los que le rogaban que enviara armas a los republicanos.
La Segunda Guerra Mundial ha eclipsado en nuestra memoria colectiva ese conflicto anterior, pero decenas de millones de estadounidenses siguieron a intervenir en España, muchos estadounidenses, partidarios de ambos bandos, se sentían profundamente implicados. Por ejemplo, el combustible para que los aviones nazis bombardearan y ametrallaran a los voluntarios estadounidenses provenía de Texas y fue vendido a Franco por un magnate del petróleo estadounidense con debilidad por las bravatas y los dictadores derechistas.
Mi propio acercamiento cómo veía la guerra en retrospectiva. Por encima del estrépito de las máquinas de escribir y los teletipos y el zumbido de los tubos neumáticos que transportaban las crónicas a los tipógrafos, me contestó emocionado, en un tono muy distinto al jactancioso que solía emplear en la sala de redacción: «Ojalá hubiéramos ganado».
Como es sabido, la República Española perdió la guerra, y desde entonces dicha derrota ha ido arrojando sombras sobre el conflicto. La sensación de que todo acabaría descalabrándose impregna la conocida novela de Hemingway Por quién doblan las campanas , publicada un año después de la victoria de Franco. Más que cualquier otro acontecimiento de nuestra época, la Guerra Civil Española invita a preguntas del tipo «¿Qué habría pasado si […]?». ¿Qué habría pasado si las democracias occidentales hubieran vendido las armas que la República Española trató repetida y desesperadamente de comprar? ¿Habría sido suficiente para derrotar a los aviones, los submarinos y las tropas enviadas por Hitler y Mussolini? Y en tal caso, ¿habría mandado Hitler, a pesar de todo, tropas a Austria, Checoslovaquia y a otros países? ¿Se podría haber evitado la Segunda Guerra Mundial con sus decenas de millones de muertos y su indecible sufrimiento? ¿O quizá se habría desarrollado de una forma diferente y más limitada?