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Lord Byron - Diarios

Aquí puedes leer online Lord Byron - Diarios texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 2018, Editor: Galaxia Gutenberg, Género: Historia. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

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    Diarios
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    Galaxia Gutenberg
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    2018
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Diarios: resumen, descripción y anotación

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Quizá nadie haya personificado la figura del poeta romántico como George Gordon Byron (1788-1824), sexto barón de Byron, cuya singular y repentina celebridad surcó el firmamento cultural europeo como un cometa. Su linaje aristocrático, su tumultuosa vida en Londres y en Venecia, sus simpatías revolucionarias y su temprana muerte en Grecia sellaron la identificación del autor con unos personajes –Childe Harold, El corsario, Manfred– que parecían encarnar ese oscuro impulso de libertad y rebeldía nihilista del espíritu moderno. La realidad, sin embargo, es más compleja y a la vez más fascinante, como demuestran su ingente correspondencia y estos Diarios que ahora damos al lector en la edición modélica del escritor Lorenzo Luengo. En ellos comparece un Byron más íntimo y cercano, que se vuelca por igual en el apunte costumbrista, las notas de viaje, el retrato del natural, la reflexión de índole moral o la introspección biográfica, capaz en ocasiones de un enorme candor. Por la vivacidad de su estilo, su penetración psicológica y su cautivadora franqueza, estas páginas son lo más parecido que tenemos a un autorretrato del poeta.

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Lord Byron

George Gordon, sexto lord Byron, murió en la ciudad griega de Missolonghi el 19 de abril de 1824, sangrado por «tres médicos incapaces» que, a fuerza de cortes y sanguijuelas, trataban de curarle unas fiebres. Aunque simpatizaba más con los turcos, había marchado a Grecia para unirse a la lucha por la liberación de un país que «ya era un honor sólo haber visitado», así como había tratado de liberar Italia (donde escribió el inacabado poema narrativo Don Juan) de «esos malditos carniceros de la corona y el sable» que constituían los poderes políticos y las autoridades pontificias. Allí había conocido a Teresa Guiccioli, una joven condesa para la que ejerció de «cavalier servente», o amante con permiso oficial, desde sus primeros encuentros en el carnaval de 1819, y de la que reconoció estar tan «furiosamente enamorado» como para abandonar por ella «todo concubinato promiscuo».

Curiosamente, aquellas disipaciones que habían jalonado su estancia en Venecia sirvieron para dar a sus obras un giro más reflexivo, vitalista y maduro, lejos del fantástico colorido de sus poemas anteriores –los célebres «cuentos turcos»–, de los que ya se había apartado definitivamente en 1816, en parte cansado de «adulterar el gusto de una época», en parte influido por sus conversaciones con el poeta Shelley en las proximidades del romántico «bosquet de Julie» paseado y soñado por Rousseau.

Bruselas y Suiza fueron los primeros paisajes que acogieron su exilio: sin embargo, ni el imponente escenario alpino ni la sensación de reconquistada libertad lograron atenuar el odio que sentía hacia su ex-mujer, Annabella Milbanke, la «Clitemnestra moral que destruyó mi fama», ni el cálido pero doloroso recuerdo de su hermana Augusta, con quien mantuvo una relación no sólo fraternal, y tal vez no tan secreta, en su época de mayor esplendor, cuando la demente enamorada Caroline Lamb lo definió como «mad, bad and dangerous to know» (malo, loco y peligroso de conocer). Para entonces, Byron disfrutaba del éxito gracias a obras como El corsario y Las peregrinaciones de Childe Harold, una especie de autoficción en rima spenseriana que moldeó su controvertida y, por lo general, mal entendida leyenda.

Fue un joven de «pasiones tumultuosas», siempre en busca de calma para sus encrespados paisajes interiores, pero condenado a verse una y otra vez a merced de la marea. Estudió en Cambridge acompañado por un oso amaestrado, practicó boxeo, natación y esgrima, protagonizó varias obras de teatro, fue un abnegado jugador de cricket y un nostálgico frecuentador de cementerios, donde nacerían los primeros versos que escribió, inspirados por la muerte de su prima Margaret. Educado en el calvinismo, lord sin tierras que adquirió el título por vía indirecta, hijo único de una rica heredera de tortuoso carácter y un disipado capitán conocido como Jack «el Loco», Byron nació en Londres el 22 de enero de 1788.

L ORENZO L UENGO

Quizá nadie haya personificado la figura del poeta romántico como George Gordon Byron (1788-1824), sexto barón de Byron, cuya singular y repentina celebridad surcó el firmamento cultural europeo como un cometa. Su linaje aristocrático, su tumultuosa vida en Londres y en Venecia, sus simpatías revolucionarias y su temprana muerte en Grecia sellaron la identificación del autor con unos personajes –Childe Harold, El corsario, Manfred– que parecían encarnar ese oscuro impulso de libertad y rebeldía nihilista del espíritu moderno.

La realidad, sin embargo, es más compleja y a la vez más fascinante, como demuestran su ingente correspondencia y estos Diarios que ahora damos al lector en la edición modélica del escritor Lorenzo Luengo. En ellos comparece un Byron más íntimo y cercano, que se vuelca por igual en el apunte costumbrista, las notas de viaje, el retrato del natural, la reflexión de índole moral o la introspección biográfica, capaz en ocasiones de un enorme candor. Por la vivacidad de su estilo, su penetración psicológica y su cautivadora franqueza, estas páginas son lo más parecido que tenemos a un autorretrato del poeta.

En la lucidez irónica, en el infalible sentido de la comedia mundana, en la capacidad de sátira y a la vez de humana simpatía encontró Byron la inmortalidad.

Jaime Gil de Biedma

Edición al cuidado de Jordi Doce

Traducción del inglés: Lorenzo Luengo Regalado

Publicado por:

Galaxia Gutenberg, S.L.

Av. Diagonal, 361, 2.º 1.ª

08037-Barcelona

info@galaxiagutenberg.com

www.galaxiagutenberg.com

Edición en formato digital: septiembre de 2018

© de la traducción, la introducción y las notas: Lorenzo Luengo, 2018

c/o DOSPASSOS Agencia Literaria

© Galaxia Gutenberg, S.L., 2018

Imagen de portada: Richard Westall, George Gordon Byron,
6th Baron Byron, 1813
Óleo sobre lienzo. 91.4 x 71.1 cm
National Portrait Gallery, Londres

Conversión a formato digital: Maria Garcia

ISBN : 978-84-17355-83-8

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede realizarse con la autorización de sus titulares, aparte las excepciones previstas por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita reproducir algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 45)

Introducción

HAMLET EN EL CAMERINO

Para comprender al Byron escritor de diarios (no al poeta ni al poseur, sino al hombre sentado en camisón ante su mesa) lo mejor es que nos acerquemos un momento al Byron escritor, prolífico escritor, de cartas, al huraño retratista amigo de la espuma y del trazo espontáneo al que tanto divertía su falta de cuidado.

El cuidado, de hecho, no es algo que Byron apreciara o aprendiera con los años. Desde muy joven, sus cartas abundan en indiscreciones, confidencias y salidas de tono que no sólo lo comprometen a él, sagaz y hasta implacable narrador de los hechos, sino también a la fauna social que conforma el amplísimo mosaico de sus corresponsales. A la rapidez con que respondía a cada nueva entrega postal atribuía el poeta Thomas Moore –amigo íntimo y uno de los nombres más asiduos de su epistolario– la virtud de que sus cartas poseyeran un refrescante tono conversacional, esa familiaridad inmediata que envolvía a sus lectores en una telaraña de paradojas frívolas, hallazgos metafóricos, golpes de puro ingenio, citas literarias adaptadas para la ocasión y observaciones de especie epigramática, juegos cosméticos, generalmente encontrados por detrás de un comentario pasajero o al azar de una frase, que en manos de Byron no encubren las debilidades propias o ajenas, sino que parecen tener más bien el propósito de realzarlas. Enredados en ese encantamiento, sus corresponsales se nos muestran muchas veces igualmente proclives a la falta de cautela, aplicados en el minucioso desglose de sus almas con una ingenuidad que Byron destila a conciencia para extraer sus gotas más secretas y edificantes. Así, maridos engañados, doncellas –y no tan doncellas– de todo escalafón social, políticos y poetas laureados, ya sea de ofrendas florales o meras cornamentas, desfilan ante el curioso lector desprovistos de blindaje, configurando un zoológico humano en el que las criaturas que lo habitan se entremezclan sin concesiones a la alcurnia, unidas por el rasero común de sus debilidades y contradicciones, sus entrañables vilezas y sus flaquezas demasiado humanas. Al igual que Proust, Byron consideraba que un secreto compartido es un secreto que aspira a ser revelado, y a esa voluntad de exponer al aire libre la lavandería íntima de sus corresponsales y la suya propia debemos el que tanto sus cartas como sus diarios, además de seducir, sorprender y divertir a sus lectores, compongan un delicioso fresco de la sociedad de la Regencia y un admirable retrato en primera persona en el que su autor –en su siempre obstinado y muchas veces doloroso esfuerzo por buscar la verdad– prefiere mostrarse menos «complaciente que fidedigno»: «¡Cómo me divierte observar la vida tal y como es! Y yo mismo, al cabo, soy el peor de todos. Pero no importa: debo evitar el egotismo, que en este caso no significaría vanidad».

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