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Érase una vez un abuelo que encantó a sus nietos contando historias; tan poderoso fue aquel embrujo que ni la muerte rompió el hechizo y los afortunados nietos vivieron agradecidos para siempre.
A la memoria de Enrique Arceo, un gran conversador.
Érase una vez México
E sta serie de tres volúmenes recorre la historia de México desde el primer homo sapiens que pisó nuestro territorio hasta los millones de ciudadanos, libres y censados, que ahora somos.
Sin pretensiones ni mitos, pero con veracidad y una seria investigación histórica , Érase una vez México interpreta con desenfado e irreverencia los grandes acontecimientos de la historia nacional: desde las primeras civilizaciones hasta el virreinato; desde el Grito de Independencia hasta el dictador que zarpó en el Ipiranga; desde la democracia trucada en 1913 hasta la pedacería democrática que tenemos hoy, transitando entre anécdotas, curiosidades, pequeños y grandes sucesos de la vida cotidiana, desastres naturales y calamidades humanas. Incluso provocamos que los grandes protagonistas compartan páginas con algunos otros individuos, casi anónimos.
Érase una vez México es una manera distinta de descubrir o redescubrir el pasado mexicano. Con esta serie buscamos despertar la curiosidad del lector, emocionarlo y divertirlo sin frivolidades ni alegorías, y provocar un sano interés en nuestro pasado sin la distorsión de los mitos, sin el enorme peso del resentimiento, sin odios heredados y sin la “patriota” obligación de enjuiciar lapidariamente a quienes ya fueron condenados. Quizás así, de una vez por todas, logremos entender de dónde venimos para intentar saber hacia dónde vamos.
Érase un vez que todos los que entonces fueron y todos los que ahora somos… seguimos construyendo nuestra historia.
Érase una vez...
…un grupo de hombres que decidió cruzar el estrecho de Bering aprovechando que estaba congelado, sin saber qué encontrarían del otro lado. Poco les importaba; cualquier cosa era mejor que sentir el rigor de la última glaciación en las regiones más al norte del planeta.
Así llegaron a lo que en el futuro sería conocido como América. Sin saber nada de ese territorio, aprendieron a sobrevivir moviéndose de un lado a otro, cazando, recolectando, pescando y, mientras más avanzaban hacia el Sur, encontraron mejores condiciones climáticas; incluso se dieron tiempo para dejar testimonio de sus andanzas, en algo parecido a dibujos, en las paredes de las cavernas que ocupaban por corto tiempo.
Se multiplicaron, siguieron su camino durante miles de años más hasta que se dieron cuenta de lo agotador que resultaba andar de arriba para abajo, así que decidieron echar raíces y volverse sedentarios en un lugar que sería llamado Mesoamérica.
Los pobladores se organizaron en pequeños grupos; pero aumentó la población y tuvieron que organizarse aún más, hasta que los más vivos se dieron cuenta de que no todos eran iguales, o no todos debían serlo, de manera que crearon jerarquías, concibieron el poder, aprendieron a ejercerlo, hicieron la guerra, crearon ciudades, levantaron centros ceremoniales, diseñaron pirámides y le dieron vida a una serie de dioses para explicárselo todo.
Civilizaciones fueron, civilizaciones vinieron, hasta que surgió una a la cual también le dio por caminar durante casi dos siglos porque tenía que encontrar un águila posada en un nopal devorando una serpiente. Cuando dio con ella, fundó una ciudad que se convirtió en un gran imperio, sometió a todos los pueblos de la comarca y sacó corazones a diestra y siniestra, hasta que del Oriente llegaron hombres blancos y barbados con artefactos que escupían fuego, montados sobre monstruosos cuadrúpedos para imponerse a sangre y fuego.
Ambas civilizaciones se dieron con todo y al final surgió una sociedad distinta en la que se fundió lo mejor y lo peor de las dos. Los antiguos dioses fueron desterrados, se destruyeron los ídolos, se construyeron nuevas ciudades bajo la cruz de una sola religión y todos aprendieron el mismo lenguaje. Los unos transmitieron sus secretos ancestrales a los otros y viceversa. Se descubrieron más territorios y se generó una nueva cultura, que provenía de ambas civilizaciones y que se había gestado a través de miles de años.
De eso trata el primer volumen de Érase una vez México . Una narración detallada de todo ese largo proceso, que comienza en la época de las cavernas y concluye con el fin del periodo virreinal. A través de estas páginas, la historia de miles de años toma forma, adquiere nombres propios, pone rostro a los personajes y revela numerosos detalles de nuestro pasado, tan presentes en la actualidad que resultan sorprendentes.
Octubre de 2013
S ANDRA M OLINA A RCEO
A LEJANDRO R OSAS
Cuatro mil años
nos contemplan
México en el tiempo
“
N o somos nada” es una frase que podría definirnos al tratar de ubicar lo que hoy llamamos México dentro del tiempo y el espacio en la evolución de la Tierra y del hombre. Somos tan jóvenes en cuanto a la historia del mundo, incluso respecto de Europa, Asia y África, que pensar en millones de años, o en cientos de miles, o simplemente en milenios, se vuelve avasallante o cuando menos provoca angustia.
Juguemos un poco con el tiempo. Si nos permitimos establecer que la historia de México —como una línea continua— comienza con la fundación de Tenochtitlán en 1325 y llega hasta nuestros días (más lo que venga), podemos afirmar que hoy, en el 2013, tenemos una larguísima historia de 688 años y que llegaremos a los 700 años en el 2025, si antes no se acaba el mundo.
Sin embargo, nuestra “larga” historia se reduce a nada cuando le agregamos algunos cuantos miles de años. Por ejemplo, podríamos sumarle 3825 años que corresponden al periodo en el que surgieron, se desarrollaron, alcanzaron su auge y desaparecieron las principales civilizaciones prehispánicas, mismas que también son parte de nuestra formación histórico-cultural. Entre ellas podemos citar a los olmecas, cuicuilcas, zapotecas, mixtecos, mayas, Teotihuacános y toltecas, entre muchos otros pueblos que sería imposible enumerar en estas páginas.
De ese modo, nuestra historia all inclusive (todo incluido), está constituida de la siguiente manera: es decir, civilizaciones prehispánicas + el imperio azteca + la conquista y la dominación española + el México independiente + el siglo XX + lo que venga, nos arroja una suma de 4513 años, de los cuales, 4021 corresponden exclusivamente a los asuntos prehispánicos (2500 a.C.-1521 d.C.) y 492 a México (1521-2013), si consideramos que la conquista fue el acontecimiento que marcó el inicio del proceso que ha implicado la construcción de la nación mexicana.
Cuatro milenios de historia prehispánica no son muchos, si tomamos en cuenta que el hombre ya hacía de las suyas, en lo que hoy es el territorio mexicano, 35 mil años antes de Cristo, aunque de una manera sumamente silvestre, por no decir salvaje. En su defensa hay que decir que ya era homo sapiens ; es decir, ya contaba con la misma anatomía que el hombre actual.