Cuando los ingredientes de la pócima del rock and roll se mezclaron, las mujeres ya estaban allí. Lo malo es que cuando se escribió esa historia, nadie se acordó de mencionarlas o apenas les dedicaron unas líneas. Nadie parecía tener interés en tomar nota. Pero estaban, han estado y estarán ahí.
El rock no es sólo cosa de hombres y quién diga lo contrario se equivoca. Las grandes voces del género que han triunfado a lo largo de décadas y décadas así lo atestiguan. La sociedad, para qué negarlo, es tremendamente machista y tiende a escribir su historia con los hombres como protagonistas. Durante décadas se consideró a la mujer como hija, esposa o madre, y todo lo que se saliera de ese papel era rechazado y estigmatizado. Por eso, muchas mujeres que a principios de los años cincuenta decidieron que la música era lo suyo y además que el rock and roll era su vida, tuvieron que luchar contra los estereotipos y los prejuicios. Incluso antes de que esos estereotipos existieran. ¿Quién decidió que el rock era cosa de hombres? Ellas no, desde luego y con su música demostraron todo lo contrario.
Desde el blues, el R&B, el country o el gospel se fueron conjuntando los sonidos que crearían el rock tal y como lo conocemos en nuestros días. Esos fueron los primeros balbuceos del rock antes del rock. Las primeras mujeres que se atrevieron a subirse a un escenario para dedicarse en cuerpo y alma a ese género, crecieron cantando en el coro de sus iglesias. Pero ese cantarle a Dios se les quedó pequeño y buscaron su propio camino. Les esperaban el blues, el R&B y el gospel. Se fueron de casa y se lanzaron a la carretera. Mujeres como Lavern Baker o Ruth Brown son buenos ejemplos de esas artistas que cambiaron el camino del señor por el de la música. Cantar en antros de mala muerte y clubs nocturnos no era demasiado respetable. Y mientras las mujeres blancas se tenían que quedar encerradas en casa cuidando de sus familias, ellas se atrevían a empuñar guitarras como Sister Rosetta Tharpe y cantar la música del diablo como Big Mama Thornton. En aquellos primeros años tuvieron que luchar contra muchos estereotipos y prejuicios, pero, ¿acaso no siguen haciéndolo hoy en día?
Durante aquellos primeros años nacieron grandes canciones, que fueron verdaderos éxitos en las manos de sus compañeros blancos. Aunque el rock and roll era visto como la música del diablo, las discográficas no querían perder el empujón de ventas que suponía, por eso no dudaron en aprovechar sus canciones cantadas (eso si, por voces blancas). Algunas con más suerte que otras, pero siempre dejando de lado a las grandes voces negras que en realidad las popularizaron. Casos como Big Mama Thornton son un buen ejemplo. Ella fue una de las pioneras del rock antes del rock. La primera en popularizar el “Hound Dog” antes de que Elvis se hiciera con ella y se convirtiera en leyenda. Lo mismo le pasaba a los hombres, Chuck Berry por ejemplo. Las raíces del rock and roll también bebieron del blues o del jazz, de voces como Bessie Smith, Memphis Minnie o Billie Holiday. No hay cantante de rock que se precie que no la cite como referente imprescindible. Sin ellas, la historia del género no sería la misma. En aquellos años el rock comenzaba a gestarse.
El rock and roll era un género fogoso y sexual, algo que en la década de los cincuenta era impensable que una mujer pudiese representar. Incluso los hombres como Elvis sufrían la censura. En televisión, las caderas del Rey no podían aparecer en pantalla. Demasiado pecaminoso. Si ya era difícil que se aceptase en un hombre, en una mujer era imposible. Pero en aquellos años en los que la sociedad era tan sumamente puritana, surgieron algunas de las voces más rebeldes que ha dado el rock. Y lo hicieron desde el country, uno de los géneros más anquilosados, tradicionalistas y machistas. Wanda Jackson se erigió como una de las grandes cantantes del rockabilly. Se subía a los escenarios como un volcán explosivo y su voz rasgada hacía historia. Mientras desde el R&B, Ruth Brown levantaba el sello Atlantic a golpe de hit y se convertía en una de las primeras cantantes de rock and roll que acumulaba éxito tras éxito en las listas. Lástima que les escatimaran los beneficios que los sellos se llevaban gracias a sus canciones. Muchas de aquellas mujeres tuvieron que luchar no sólo por ser respetadas como cantantes, también por no ser discriminadas por su raza o su sexo. Brown fue una de aquellas mujeres que no se dejó amilanar y se enfrentó años después a su compañía por sus derechos. Ganó.
A principios de los sesenta los grupos femeninos arrasaban en las listas. En aquella época, las mujeres no tenían papeles preeminentes como compositoras y no solían cantar sus propias composiciones. La excepción era Carole King que componía junto a su marido Gerry Goffin, pero en aquella época King aún no se había atrevido a dar el paso como cantante. O Ellie Greenwich, otra de las compositoras surgidas del famoso Brill Building que escribía canciones para The Ronettes o The Crystals. Aunque la mayoría de compositores eran hombres y las pocas mujeres que había solían componer en pareja con sus maridos. De la factoría del Brill Building surgieron algunos de los grandes éxitos de grupos femeninos como The Shangri-Las o The Shirelles. Phil Spector y sus Ronettes aterrizaban en escena y empezaban los años dorados de la Motown con The Supremes y Martha & The Vandellas. Eran todos grupos dirigidos por hombres, productores, dueños de discográficas o compositores que daban voz a mujeres. En aquellos años, pocas de ellas, por no decir casi ninguna, podían cantar lo que sentían, sino que otros escribían sus anhelos y sentimientos, principalmente hombres.
La de los sesenta fue una de las décadas más prolíficas y el inicio de muchos cambios. Los grupos de chicas, como he mencionado, eran dirigidos en su mayoría por hombres que les decían hasta qué tenían que decir, cómo vestirse o cómo actuar. Las cosas empezaron a cambiar. Aquellas mujeres perfectas y conjuntadas que cantaban melodías preciosistas daban paso a mujeres temperamentales que querían escribir su propio camino. Mujeres como Tina Turner, un desatado volcán sobre el escenario. La moral temblaba cuando Tina movía las caderas. Por fin, las mujeres podían mostrar el fuego que llevaban dentro y el rock era el medio perfecto para hacerlo.
Aquellos años también vieron como del folk aparecían las primeras cantautoras, mujeres que no sólo cantaban sus canciones sino que se atrevían a escribirlas. Escuchábamos por fin temas escritos desde el punto de vista femenino. Mujeres que usaban su música para concienciar y remover a las masas, como Joan Baez. U otras que experimentaban con las melodías y las letras como Joni Mitchell. Voces como la de Aretha Franklin rompían barreras de género. Nacían verdaderas leyendas.
Mientras tanto, la música se desataba y el rock explotaba. A finales de los setenta, San Francisco era un crisol de paz, amor y psicodelia. Llegaba el verano del amor. Eran los años de las grandes voces de rock psicodélico como Grace Slick, de Jefferson Airplane. Pero también del gran descubrimiento, Janis Joplin. Hubo un antes y un después de Janis en la historia del rock. Las mujeres empezaban a liderar sus propias bandas. Tenían poderosas presencias escénicas y se desataban en directo. Decidían lo que querían cantar, cómo cantarlo y con quién cantarlo. Ya no eran meras comparsas. Tenían personalidad propia, carisma, carácter y no tenían miedo de mostrar su sexualidad. La liberación había llegado. ¿Para quedarse? El verano del amor se acabó pronto y lo hizo en decepción. La muerte de Janis dejó al rock huérfano.
En Nueva York la Velvet Underground nos descubría que otro tipo de mujer también era posible. La frialdad y la oscuridad de Nico y la andrógina Moe Tucker se conjugaban en el primer álbum de la banda. El famoso disco del plátano obra de Andy Warhol. El arte y el rock cruzaban su camino: Nueva York siempre fue a otro ritmo. Mientras, en Inglaterra Sandy Denny revolucionaba el folk rock junto a Fairport Convention. Cada mujer encontraba su camino, distinto y único. Por fin, la homogeneidad de los grupos de chicas, todas perfectas e idénticas, con los mismos peinados, los mismos vestidos y las mismas canciones, daba paso a mujeres tan diferentes como Laura Nyro o Cass Elliott. La individualidad de sus personas por encima del grupo. Las mujeres habían conseguido meter un pie en el mundo del rock, dominado por los hombres, y lo habían hecho con paso firme y decidido, reclamando su sitio como iguales. Aunque tuvieran que sufrir ser vilipendiadas, como le pasó a Yoko Ono. Aún hoy se la sigue acusando de acabar con los Beatles, pero Ono ya era una artista de vanguardia mucho antes de conocer a Lennon.
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