El último viaje
A veces, en mi condición de historiador de la psique, es como si un reflejo autobiográfico me llevara a querer identificar en el mundo figurativo la esquizofrenia de Occidente; por un lado, la ninfa estática (maníaca) y, por otro, la divinidad fluvial de luto (deprimido) como dos polos entre los cuales la persona sensible busca en la creación su estilo. El antiguo juego del contraste: vida activa y vida contemplativa.
Así, en una anotación del 3 de abril de 1929 en Roma, Aby Warburg confiesa con lúcida impiedad su índole humana e intelectual. Quizá se trate de su última reflexión introspectiva, ya que, a los pocos meses, la muerte lo sorprendió una fría mañana del 16 de octubre de 1929, mientras seguía meditando sobre nuevos proyectos: «4 de la madrugada: “Perseo” o “Estética energética como función lógica en relación con la idea de orientación en Giordano Bruno”... Así debería sonar mi conferencia inaugural».
El fragmento citado al principio pertenece al llamado Diario romano, que publicamos aquí, y este, a su vez, constituye la parte del Tagebuch der Kulturwissenschaftliche Bibliothek (1926-1929) dedicada a la estancia en Roma de Aby Warburg y Gertrud Bing, que transcurrió entre mediados de noviembre de 1928 y finales de abril de 1929.
En 2001, la editorial berlinesa Akademie Verlag publicó una edición completa del Tagebuch der Kulturwissenschaftliche Bibliothek a cargo de Karen Michels y Charlotte Schoell-Glass. La presente traducción se basa en dicha edición, si bien hemos corregido y enmendado en varios puntos la transcripción gracias al cotejo con el manuscrito conservado en el archivo del Warburg Institut de Londres. Conviene señalar que Björn Biester, en un trabajo que se publicará próximamente, también se ha propuesto integrar y corregir las numerosas erratas y lagunas que presenta la edición alemana del Tagebuch.
El manuscrito de 1926 a 1928 está ordenado en varios cuadernos (el que aquí se publica es el séptimo), en los que escriben tanto Gertrud Bing como Aby Warburg, a menudo intercalando sus apuntes. En el nuevo cotejo de textos, hemos seguido el autógrafo y respetado los espacios, incluso cuando se trataba de un discurso seguido.
El texto se presenta como una especie de diálogo sobre temas muy variados: cuestiones privadas; la biblioteca de Hamburgo; los conocidos de Roma; severas, y a veces amargas, opiniones sobre personajes italianos y alemanes; impresiones sobre visitas a monumentos e iglesias y excursiones... También se registran con precisión determinados actos, como la ceremonia de bendición que se realizó en el Vaticano después de la firma del Concordato, un episodio que podría ser un ejemplo emblemático de cómo interpretaban estos dos expertos en la Antigüedad unos ritos que recordaban a los antiguos fastos paganos.
Por otra parte, el Diario romano constituye un importante testimonio de una fase muy delicada en la investigación de Warburg: la primera presentación pública en la Biblioteca Hertziana del Atlas de las imágenes (Mnemosyne); la conferencia, todavía inédita, sobre el taller de Ghirlandaio; el estudio sobre Le déjeuner sur l’herbe de Manet y, sobre todo, los proyectos inacabados sobre Giordano Bruno. Gracias a la correspondencia con Ernst Cassirer, sabemos que estos últimos ocuparon intensamente las últimas fases de la vida de Warburg.
Esta suerte de caleidoscopio coincide con una serie de reflexiones sobre el fascismo y Mussolini, y también sobre la exaltación del nacionalismo alemán. Además, el intelectual hamburgués siente mucha curiosidad por Gentile y, sobre todo, por Croce, a quien conoce en Roma y sobre el cual no podemos dejar de señalar un artículo de Giovanni Mastroianni publicado en el Giornale critico della Filosofia italiana (2003, pp. 355-382).
Asimismo, el diario incluye importantes consideraciones sobre el ambiente de los intelectuales vaticanos y la generosa implicación de Warburg en las instituciones culturales alemanas de Italia (en especial la Biblioteca Hertziana, el Kunsthistorisches Institut de Florencia y el Instituto Arqueológico Alemán de Roma) y con los personajes y estudiosos vinculados a ellas. Sirva como ejemplo el caso del arqueólogo alemán Ludwig Curtius, director del Instituto Arqueológico Alemán de Roma entre 1928 y 1937, quien dedicó partes del Deutsche und Antike Welt (Stuttgart, 1950) a su experiencia italiana, partes que podrían leerse comparándolas con estas páginas del Tagebuch.
En definitiva, el Diario romano es un reflejo del microcosmos cultural en el que vivieron y trabajaron Aby Warburg y Gertrud Bing en unos años decisivos para sus investigaciones y para la cultura italiana, y, a la vez, es un testimonio directo de una investigación coherente, realizada día tras día para rescatar la condición humana, una investigación en la cual subyace de modo implícito una lección de estilo. En realidad, el esfuerzo de Warburg —aunque sea a través de anotaciones rapsódicas— por encontrar y recuperar huellas del pasado va estrechamente vinculado a una idea de la cultura que ya no es concebida de manera autófaga o autorreferencial, sino como una cultura animi.
Habría mucho que decir acerca de estas páginas, donde las afirmaciones telegráficas se alternan con pasajes de alto valor literario, y podría aportarse numerosa documentación para arrojar luz sobre muchas afirmaciones de Warburg y Bing. Además, sería interesante leer a contraluz toda la correspondencia de este período entre Warburg y Fritz Saxl, de la que Dorothea McEwan ha publicado una sucinta antología (Wanderstrassen der Kultur. Die Aby Warburg-Fritz Saxl Korrespondenz 1920 bis 1929, Hamburgo, 2004).
No obstante, preferimos dejar que la sensibilidad de cada lector elija el punto de vista desde el cual prefiere leer estos recuerdos, que se presentan como una especie de fragmentos del alma.
Por nuestra parte, solo hemos tratado de facilitar la comprensión del texto con un índice onomástico razonado de los personajes citados, y hemos marcado con los signos <...?> y
DIARIO
DE LA KULTURWISSENSCHAFTLICHE
BIBLIOTHEK WARBURG