Juan Velarde
Testigo del gran cambio
Conversaciones con Mikel Buesa y Thomas Baumert
© Los autores y Ediciones Encuentro, S. A., Madrid, 2016
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Colección Nuevo Ensayo, nº 6
Fotocomposición: Encuentro-Madrid ISBN: 978-84-9055-799-0
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Verachtet mir die Meister nicht und ehrt mir ihre Kunst!
[¡No despreciéis a los maestros y honrad su arte!]
Richard Wagner, Meistersinger , 4 acto, aria de Hans Sachs A sentir, a pensar de ti lo enseñado, Obra soy tuya y de tu noble ejemplo.
Juan Meléndez Valdés, Epístola II a Jovino [Jovellanos].
El aseguramiento de los nuevos conocimientos no puede emprenderse más que sobre los cimientos de las viejas
verdades. Y los viejos maestros no sólo son venerables:
ahora como antes, en lo esencial, tienen razón.
Heinrich von Stackelberg, Interés y Dinero.
A Alicia Valiente,
por demostrar que Schumpeter en ocasiones se equivocaba...
INTRODUCCIÓN
Una mañana, estando en mi despacho del Tribunal de Cuentas, llamó a la puerta el inspector de la Policía Nacional al cargo de la seguridad del edificio. Por su expresión supe enseguida que sucedía algo extraño.
—¿Qué ocurre? —inquirí—. ¿Pasa algo?
—Hay un paquete abajo en la entrada que, en el escáner, se ve como una pasta con puntos negros incrustados. Todo apunta a que pudiera ser material explosivo, un paquete-bomba. Se trata de un bulto envuelto en el que sólo figura su nombre. No lleva remite, ha sido entregado por mensajería, y el mensajero se ha dado a la fuga. Es todo muy sospechoso, así que hemos llamado a los TEDAX, que ya están en camino, para que liquiden el paquete, y hemos procedido a acordonar la zona. Por favor, no salga de su despacho.
Mientras me decía esto, podía oír el sonido del helicóptero —intuí que de la Policía— que se acercaba y comenzaba a dar vueltas encima del edificio que alberga el Tribunal de Cuentas. Comenzó entonces a apoderarse de mí una sensación extraña…
*
El anterior es sólo uno de los episodios menos conocidos de la vida del profesor Velarde que revela en las páginas de este libro, cuyo origen se encuentra en el encargo a quienes firman estas líneas de realizar una entrevista con él para el volumen La hora de los economistas . para una publicación independiente que, en lugar de una síntesis, permitiera dar a conocer de forma extensa y pormenorizada las vivencias del decano de los economistas españoles.
Se gestó así el libro que ahora ofrecemos al público. En él los lectores pueden asistir, de la mano de don Juan, a las clases de Valentín Andrés Álvarez, tienen ocasión de participar en el seminario madrileño impartido por Heinrich von Stackelberg, de pasear por las calles cercanas a la vieja Facultad de Económicas con Luis de Olariaga, de visitar en su casa a Pío Baroja, de entrar en la tienda de campaña de Enrique Fuentes Quintana durante su servicio militar, de acompañar —haciendo de guía turístico— a Simon Kuznets por el viejo Madrid, de salvar para el patrimonio nacional un emblemático cuadro de Goya, de socorrer a un judío perseguido en los años de la Segunda Guerra Mundial, de ver cómo se promovieron el Plan de Estabilización Nacional de 1959 y el Pacto de la Moncloa, y de revelar cómo se gestionó la infiltración de un espía español en Gibraltar.
Los anteriores son únicamente unos pocos ejemplos de la amplia variedad de recuerdos que desfilan por estas páginas, pues Juan Velarde no sólo ha sido y es un intelectual prestigioso, un profesor ocupado en difundir sus amplísimos conocimientos, sino también un economista que ha participado en la gestación de los principales cambios que, en su proceso de desarrollo, ha experimentado España desde los ya lejanos años en los que, allá por 1947, acabara sus estudios —siendo el alumno más joven— en la primera promoción de licenciados de la Facultad de Ciencias Políticas, Económicas y Comerciales de la entonces Universidad Central de Madrid. Recordando a aquel don Juan aún no veinteañero, su compañero y amigo Enrique Fuentes Quintana escribió:
[…] pronto se ganaría la simpatía de sus compañeros, por la juventud insultante de su apariencia, por la cordialidad de sus gestos y trato y, sobre todo, por la erudición y extensión sorprendente de sus conocimientos […].
Una vida profesional tan dilatada como la del profesor Velarde, incluso para una personalidad bondadosa y desprendida como la suya, podría haber dado lugar a algunos descontentos. Empero no ha sido así; y somos testigos de la amplitud de adhesiones que despierta su figura. Baste recordar —y nos limitamos a un ejemplo entre muchos que cabría citar— que Fabián Estapé, al saber de nuestro propósito de publicar un libro extenso de entrevistas con don Juan, nos solicitó, como favor, el que le permitiéramos contribuir con un prólogo a modo de homenaje a su amigo. Los diversos avatares que han demorado la finalización de este proyecto han hecho que fuera imposible el que pudiera ver cumplido este deseo. Valga, pues, recordar al menos las palabras que en uno de sus escritos biográficos dedicó a Juan Velarde:
[...] de los amigos de juventud conservo algunos economistas, la gente del ramo, entre los que quisiera destacar la figura de Juan Velarde [...]. Es, sin duda, el catedrático que mejor ha analizado los problemas de la economía española. Es el único falangista ilustrado que he conocido en mi vida, y un profesional con un sentido de la honestidad que va más allá de los partidos políticos que gobiernan. Siempre se ha sentido atraído por lo que puede aportar un economista a la resolución de los problemas del país, independientemente del color del gobierno. […] Yo, que estoy tan de acuerdo con muchas de las tesis de Ortega y Gasset, hay un tema en el que discrepo con él: decía que el andaluz es el tipo de español más válido, más selecto. Pues yo puedo decir que al menos en economía se equivocaba. Los mejores economistas son los asturianos, y si no, fijémonos en los ilustrados de finales del XVIII y en el propio Juan Velarde.
Ciertamente, don Juan se inserta —y nos sentimos tentados a decir que culmina— una larga tradición de economistas asturianos de corte liberal, que se inicia con Jovellanos y se extiende hasta Valentín Andrés Álvarez, dos figuras claves —el primero como referente histórico, el segundo como maestro y amigo— en la evolución intelectual de nuestro entrevistado. Y fue precisamente don Valentín quien, con cierto guiño irónico, reprochara a Velarde su «afán enciclopedista» capacidad de lectura y el hecho de ser un infatigable trabajador de actividad fecunda, incluso en su senectud, le ha permitido ir añadiendo, como un viejo roble, año tras año, anillo sobre anillo, un acervo de conocimientos lentamente sedimentados, que lo han convertido en uno de los intelectuales españoles más destacados de nuestro tiempo. Muestra de ello son un número ingente de premios, distinciones y condecoraciones que, sin embargo —y a diferencia de muchos otros que apenas cuentan con una fracción de ellas—, don Juan jamás luce sobre su traje ni toga académica. Y es que otra de las características de Velarde es su sincera y profunda humildad.
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