De la mujer en el siglo XXI
De la mujer en el siglo XXI
SHAMI CHAKRABARTI
Traducción de Clara Stern Rodríguez
Primera edición, 2018
Primera edición en inglés, 2017
Título original: Of Women
Copyright © 2017, Shami Chakrabarti
All rights reserved
Traducción: Clara Stern Rodríguez
Diseño de portada: León Muñoz Santini
Fotografía de solapa: CC BY 2.0
Vivienne Westwood in Conversation with Shami Chakrabarti, Southbank Centre, 2014
D. R. © 2018, Libros Grano de Sal, SA de CV
Av. Casa de Moneda, edif. 12-B, int. 4, Lomas de Sotelo,
11200, Miguel Hidalgo, Ciudad de México, México
www.granodesal.com GranodeSal LibrosGranodeSal
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ISBN 978-607-98249-3-8
Impreso en México • Printed in Mexico
Índice
Para ti, cariño;
a la memoria de mi madre
y para los hijos e hijas
de las mujeres del mundo
Otra vez es otoño. No debería importar pero, de alguna forma, importa. En muchos aspectos somos criaturas sofisticadas, aunque preservamos algo del respeto primitivo a los días y a los años, como marcos de fotos o desenlaces de libros que nos ayudan a lidiar con los recuerdos, el tiempo y el espacio. Así que el nuevo cambio de estación inevitablemente nos lleva a reflexionar y a ponderar. Para algunos este ejercicio quizá resulte por demás cercano y práctico. ¿Cuánto crecieron los niños? ¿Qué tan grande es nuestra deuda? ¿Nos alcanza para pagar la renta?, ¿la hipoteca? ¿Habrá que limpiar la habitación?, ¿recortar el jardín? Y, sin embargo, los acontecimientos radicales de los últimos tiempos desafiarían incluso la atención del alma más volcada en sí misma. Pues estamos ante un momento extraordinario. Ante el nuevo milenio, las crisis de seguridad, economía y clima han generado en todo el mundo una sed de diversas clases de radicalismo. Esto trae consigo tanto grandes retos como oportunidades para los valores progresistas. ¿Caeremos en la profundización del nacionalismo, el racismo y una guerra permanente? ¿O más bien volveremos a confiar en que habrá una respuesta internacional a los problemas globales comunes? ¿Acaso las crecientes olas de ira ante el incremento de la desigualdad, generada por las élites políticas desde la década de 1980 encausarán el éxito de los movimientos populares de izquierda o de derecha? Y, en particular, ¿el reciente resurgimiento del interés por la causa de la mujer se volverá parte de una lucha más amplia por la justicia social, o se fragmentará en forma de nicho o de una causa única que quedará en el olvido?
Las elecciones de 2017 en Holanda, Francia y el Reino Unido brindan algún motivo de esperanza. Los tres procesos electorales atestiguaron un rechazo definitivo a la xenofobia de extrema derecha del Partij voor de Vrijheid [Partido por la Libertad] (PVV), el Frente Nacional y el United Kingdom Independence Party [Partido de la Independencia del Reino Unido] (UKIP). El Partido Laborista británico, encabezado por Jeremy Corbyn, venció el cinismo de sus críticos y forzó al confiado liderazgo conservador de derecha a ocupar una minoría en el gobierno. Llevó la representación de la mujer en la Cámara de los Comunes a su más alta proporción, si bien sólo llegó a 32 por ciento. Otorgó un gabinete en la sombra constituido en 50 por ciento por mujeres, con Emily Thornberry, Diane Abbott, Nia Griffiths y Rebecca Long-Bailey a cargo de las carteras baluarte en asuntos exteriores e internos, defensa y comercio, tradicionalmente atendidas por hombres. Igual importancia tuvo, tanto en sustancia como en tono, la naturaleza positiva de la campaña laborista contra la austeridad y la desigualdad, en claro contraste con las difamaciones, los ataques personales y los mensajes encubiertos de la derecha. Sin embargo, el Parlamento sin mayoría absoluta que resultó de la elección dejó a los conservadores con una posición débil, no del todo en el poder, y apoyados esta vez por el Partido Unionista Democrático de Irlanda del Norte, con su postura reaccionaria, sobre todo, en torno a los derechos reproductivos de la mujer. El nuevo foco de atención sobre las fuerzas socialmente conservadoras en la política del Reino Unido es un recordatorio de que ningún credo ni país tiene un monopolio de virtud en lo que concierne al lugar de la mujer.
Imagínate que esta noche cae un marciano a la Tierra. Digamos que los marcianos son asexuales y que en su propio planeta están totalmente desacostumbrados a las diferenciales de género. Nuestro amigo alienígena podría llegar a cualquier lugar del mundo, a cualquier continente, a un ambiente rico o pobre, urbano o rural. ¿Qué diferencia, discriminación u opresión notaría por doquier, sobre cualquier otra cosa? Seguro que no dejaría de notar que cerca de la mitad de la especie humana desdeña a la otra mitad de una manera quizá sutil, pero real. Observa las tasas de suicidio, sobre todo las de hombres jóvenes. Míralos por todo el mundo, yendo y viniendo de las guerras, el crimen organizado y la carcel. Ve a sus propios hijos, hermanos, esposos y amantes gentiles, inteligentes y cordiales, y las presiones que pueden convertirlos en los invulnerables y cerrados hostigadores que las maltrataron la primera vez. Potencial desperdiciado. Felicidad perdida. Vida desperdiciada.
No quiero decir que el vaso esté medio vacío, pero el ritmo al que se llena sin duda es demasiado lento. Hace 20 años pensaba que estábamos en una transición positiva inevitable. Revitalizada por el alivio y la seguridad de haber recibido una educación superior estatal completamente gratis y relativamente equitativa, tenía todo el tiempo del mundo y pensaba que no lo necesitaría. Ahora no estoy tan segura, al menos a corto plazo. Tenía tanta fe en mi generación de hombres y mujeres jóvenes con una educación similar, con quienes había compartido clases, libros y sueños; pero crecimos para traicionarnos los unos a los otros y a nosotros mismos, con una crisis económica, guerras ilegales y con un mundo más desigual fabricado por nosotros mismos. ¿Qué pensaría una Pankhurst o una de Beauvoir acerca de mi generación de feministas? Sin duda habría algún motivo de celebración, pero seguramente se silenciarían las festividades. Las mujeres votan, luchan y poseen propiedades y poder en muchas partes del mundo pero, sea como sea, un misógino indoblegable le arrebató las llaves de la Casa Blanca a una mujer que alguna vez parecía estar destinada a ser la primera mujer líder del “mundo libre”. Sin embargo, en muchos lugares las mujeres aprenden, ganan, ejercen influencia y gobiernan menos, y sufren más, ya sea por las nimias pero deshumanizantes humillaciones de la cosificación y la discriminación triviales o por la violencia emocional y física que entorpece e incluso apaga muchas de sus vidas demasiado pronto.
La inequidad de género es quizás el mayor abuso de derechos humanos en el planeta. Asola al primer mundo y al mundo en desarrollo, a las mujeres ricas y pobres en todos los contextos de salud, riqueza, educación, representación, oportunidad y seguridad. No es una exageración describirla como un apartheid, pero sin estar limitado a un país o periodo histórico, pues este mal permanente tiene una duración milenaria y un alcance global. Sólo las soluciones radicales pueden, si acaso, rozar su superficie pero el premio es muy grande por los enormes beneficios colaterales de paz, prosperidad, sostenibilidad y felicidad humana en general. Todo esto se debe a que estamos todos interconectados, y a que todos los hombres son también “de la mujer”.