Novela japonesa, Música se centra en el Tokio de los años sesenta. A través de los apuntes personales de un psicoanalista, tenemos noticias del caso de una paciente para quien la música es una metáfora del placer sexual, de suerte que no puede «oír» música durante sus relaciones sexuales, esto es, no conoce el orgasmo. Paciente y médico establecen una relación sensualmente detectivesca que constituye una crítica del psicoanálisis establecido y, al mismo tiempo, un ambicioso intento de revisar mediante ejemplos concretos, fruto de la imaginación e inquietud del autor, qué significa el concepto de amor absoluto. Con esta obra, Mishima intenta, además, exponer la cara y la cruz de la relación entre lo sagrado y lo indebido en el incesto, idea remota y obsesiva de la humanidad. La sutil expresión de Mishima, que apela tanto a la inteligencia del lector como a sus sentidos, nos depara en Música una singular muestra de su arte consumado.
Yukio Mishima
Música
ePub r1.1
mandius11.02.14
Título original: Ongaku
Yukio Mishima, 1964
Traducción: Sanako Isisu
Editor digital: mandius
ePub base r1.0
Prefacio
Éste es el informe del doctor Kazunori Shiomi sobre un caso concreto de frigidez femenina. El trabajo se ha titulado Música y recoge toda una serie de anotaciones curiosas donde se unen, por un lado, la reflexión humana y serena del hombre y, por el otro, su investigación médico científica.
La memoria se basa en hechos reales, ocultando por ello todos los nombres de quienes protagonizan el caso.
Cuando el borrador llegó a nuestras manos, a pesar de no existir ningún motivo que impidiese su edición, pensamos en la advertencia obligada para el público, ya que nos pareció parte de nuestro deber recalcar dos puntos de vital importancia para el lector. A estos puntos nos referiremos a continuación.
Una de nuestras dos preocupaciones, por así decirlo, va destinada al público femenino, que puede llegar a criticar, por tratarse en todo momento de un informe científico, el trato que recibe la sexualidad femenina, duro y sin miramientos.
Si se tratase de una obra literaria, el sexo se hubiera tratado de otra forma, como un objeto envuelto en un hermoso velo. Ese estilo, sin duda, hubiese estimulado la imaginación de los lectores; sin embargo, este trabajo carece de atenciones de ese tipo y si en algún momento el doctor Shiomi utiliza cualquier tipo de simbología más o menos atractiva o sugerente, siempre es porque su paciente así lo ha querido a través de la lógica de su relato médico.
Nuestra segunda preocupación hace referencia a la posible crítica o valoración de la memoria, por ello desearíamos una visión madura y coherente que no permita definirla como «disparate».
Hay que tener en cuenta que la protagonista-paciente no es una mujer normal, de sexualidad corriente y sensata.
Ante todo, debemos respetar estos hechos reales y dejar que ellos mismos nos conduzcan a la inmensidad del mundo de los sentidos humanos. Y aunque la lectura de dicho caso no nos resulte siempre agradable, hay que tener en cuenta que nos puede ocurrir lo mismo a cualquiera de nosotros, y sobre todo a ustedes, queridas lectoras.
MÚSICA
Una interpretación psicoanalítica de un caso de frigidez femenina
1
Desde que abrí una clínica en el cuarto piso de un edificio de Hibiya ya han pasado cinco años. ¡El tiempo pasa muy rápido!
En un principio la profesión de psicoanalista era desconocida para todo el mundo, pero, poco a poco, la gente se ha ido acostumbrando a ella, y mi negocio ya empieza a funcionar. Así, ya puedo pagar el caro alquiler del centro de la ciudad. Desde luego que no se puede comparar el éxito del psicoanálisis en América con el del Japón, pero para mí es sumamente grato el disfrutar de los avances en este campo.
Lo primero que hice al abrir la clínica fue crear un ambiente que invitase a cualquier persona a entrar fácilmente y a contar su historia personal, a mí me parece que esta familiaridad fue la clave del éxito. No resulta nada extraño que las secretarias o los oficinistas me visiten improvisadamente después del trabajo, como si de mostrar las rayas de la mano se tratase. A decir verdad, resulta difícil ocultar cualquier conflicto que surja de lo más íntimo del alma. La sociedad del progreso está estructurada de manera tal que los individuos no son más que las piezas dentadas de un enorme engranaje, por ello es lógico que mis pacientes aumenten de manera proporcionada a tal estructura organizativa. Los japoneses, a diferencia de los americanos, no sufren conflictos interiores por causa de una severa conciencia puritana, pero sí muestran sus neurosis provocadas por el particular sistema de vida en las ciudades.
Como ya he dicho antes, entre mis pacientes hay empleados y secretarias, pero también personajes de night-club, personas ricas y trabajadoras, productores de televisión, jugadores profesionales de baseball y en la práctica, gente de todas las profesiones más modernas.
Ninguna de las profesiones de vanguardia queda excluida de mi negocio. Hay personas que llegan hasta mí por recomendación de otro paciente u otro médico que conoce mis métodos, pero también hay quien viene sin contactos previos.
Afortunadamente, los trastornos psicológicos han dejado de tratarse en los manicomios y ya nadie habla de vergüenza o deshonra al referirse a cualquiera de estos casos. Desde luego que es distinto que acudir al dentista, porque aún la mayoría de mis pacientes temen las miradas de la gente y llegan a mí aturdidos y ruborizados. Sin embargo, hay un punto que acapara toda mi atención y que me preocupa notablemente. Se trata de casos de chicas jóvenes que acuden a mí para satisfacer su exhibicionismo mental, confesando inútilmente todo tipo de manías.
Yo les cobro, naturalmente, los honorarios establecidos. También esto forma parte de la terapia psicoanalítica, ajustando la mente con la economía. Tal y como me decía mi amigo y colega, el doctor F., el cliente debe pagar en mano y en efectivo, sin aceptar crédito alguno por nuestra parte, el importe de la visita, al darse ésta por concluida.
Durante estos cinco años, de entre mis múltiples y numerosas visitas, hay una sumamente interesante, la de Reiko Yumikawa. Ella llegó hasta mí con un terrible problema, desconcertándome acerca del misterio del cuerpo y la mente humana. Como psicoanalista he tratado casos parecidos y creía estar familiarizado con ellos y no ser capaz de sorprenderme ya por nada. Sin embargo, cuanto más investigo en este trabajo, más me doy cuenta de que el mundo de la sexualidad humana es infinito y complejo. En el sexo no existe una única felicidad. Quiero que los lectores recuerden bien este último punto.
3
Le rogué que me explicara con claridad lo que le pasaba. Me dijo lo siguiente:
«Por ejemplo, si escucho un programa dramático en la radio, entiendo y oigo perfectamente la parte dialogada, pero la música de fondo desaparece, como si el sol, de repente, escondiera las nubes.»
Yo le pregunté: «¿Y qué sucede en los programas íntegramente musicales?»
Ella continuó: «Pues, que me ilusiono y pienso “ahora empieza la música”, aumento el volumen del aparato y finalmente no consigo oírla. Cuando vuelve a intervenir el locutor, escucho la voz con normalidad.» El solo hecho de pensar en la música la hacía desaparecer. El concepto de la música anulaba en ella a la música misma.