Notas
Se trata de una revisión sobre los siglos XVIII y XIX, con nuevas aportaciones, del trabajo más ex tenso «De la mano de los diccionarios andaluces», pendiente de publicación en el Boletín de la RealAcademia de Ciencias, Bellas Arte y Buenas Letras «Luis Vélez de Guevara» de Écija (Sevilla).
Otra cosa es el interés que la lexicografía general haya mostrado por las variedades dialectales. Desde Antonio de Nebrija, esto es, casi desde los mismos orígenes de nuestra lexicografía, podríamos encontrar referencias a determinadas voces que se sienten como exclusivamente andaluzas (Moreno, 2007).
Se conservan en dos copias. Una de ellas en la Biblioteca Nacional de España, la otra en la Biblioteca de Palacio (Madrid). El interés por la primera de ellas nace por figurar entre los papeles del ilustrado benedictino fr. Martín Sarmiento y por habérsela atribuido erróneamente (cf. Pensado, 1982). Con un precedente así, no cabe duda del interés de la segunda, cuando con toda probabilidad pueda ser la originaria (cf. Barba/Pons, 2003). La mayor información de esta última así parece apuntarlo.
El vocabulario forma parte de la obra, en este caso bajo la firma de Cristóbal Medina Conde,Conversaciones históricas malagueñas o materiales de noticias seguras para formar la historia civil, natural y eclesiástica de la M. I. ciudad de Málaga, Málaga, en la Oficina del Impresor de la Dignidad Episcopal, 1789.
Su obra manuscrita se conserva en el Archivo del Real Jardín Botánico de Madrid. Y corre desde Viaje a los reinos de Granada (1804-05) y Sevilla (1809) hasta la Fauna bética o la Zoología bética. En cuanto a su obra impresa, son de sobra conocidos su Ensayo sobre las variedades de la vid común que vegetan en Andalucía (Madrid, 1807) y su Memoria sobre el cultivo y cosecha del algodón en general y con aplicación a España, particularmente a Motril (Madrid, 1818).
La edición con notas que presento de estos cinco artículos corresponde a mi trabajo «Los Provincialismos de Andalucía de Simón de Rojas Clemente y Rubio (c 1826). Estudio y edición» (en prensa).
El dramaturgo español Juan Eugenio de Hartzenbusch, consejero y amigo de Fernán Caballero, no era partidario de la abundante presencia de léxico andaluz ni en Clemencia ni en el resto de la producción narrativa de nuestro autor. La «Tabla en que se expresa el significado de algunas palabras andaluzas» ─así lo entiendo─ fue el argumento empleado por Fernán Caballero para que la mano fi rme de Hartzenbusch ejecutara los menos andalucismos posibles (cf. Ahumada, 2004: 68).
La biblioteca y el archivo de nuestro lexicógrafo se conservan en los fondos de la Biblioteca Tomás Navarro Tomás del Centro de Ciencias Humanas y Sociales (Madrid), del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Cuantas citas hago sobre el Ensayo de Diccionario corresponden a los papeles sueltos que se conservan en la Caja 14 (I.4) de su archivo (cf. Herrera, 1996).
Arco/Libros, Madrid.
«Evocación y sucesos del Tesoro léxico de las hablas andaluzas», en Ignacio Ahumada (ed.), Lexicografía regional del español. VI Seminario de Lexicografía Hispánica. Jaén, 19 al 21 de noviembre de 2003, Universidad de Jaén, Jaén, 2004, págs. 37-55; la cita procede de la pág. 53.
Lidio Nieto Jiménez y Manuel Alvar Ezquerra, Nuevo Tesoro Lexicográfico del Español (s.XIV-1726), 11 volúmenes, Arco/Libros-Real Academia Española, Madrid, 2007.
Diccionario de madrileñismos. Voces patrimoniales y populares de la Comunidad de Madrid, Ediciones La librería, Madrid, 2011.
Véase, por ejemplo, María del Pilar Nuño Álvarez y Manuel Alvar Ezquerra, «Vocabulario de la costura y de las prendas de vestir en Huéscar (Granada)», en prensa en el homenaje a Antonio García Berrio, Universidad Complutense de Madrid.
Por ejemplo, mi trabajo sobre «El léxico de un molino de agua en Alhaurín el Grande (Málaga)», en Manuel Alvar Ezquerra y Gloria Corpas Pastor (coords.), Diccionarios, frases, palabras, Universidad de Málaga, Málaga, 1998, págs. 127-145; o Manuel Alvar Ezquerra y María del Pilar Nuño Álvarez, «Léxico de Huéscar», en M.ª Auxiliadora Castillo Carballo y Juan Manuel García Platero (coords.), Las hablas andaluzas. Problemas y perspectivas, Signatura ediciones, Sevilla, 2001, págs. 71-94.
Pienso en trabajos como «El vocabulario andaluz», en Antonio Narbona Jiménez y Miguel Ropero Núñez (eds.), Actas del Congreso del Habla Andaluza [Sevilla, 4-7 de marzo de 1997], Seminario Permanente del Habla Andaluza, Sevilla, 1997, págs. 253-276; «Voces usadas en Andalucía con otras localizaciones en el DRAE», La Torre. Revista de la Universidad de Puerto Rico, Tercera Época, núm. 7-8, enero-junio 1998, págs. 229-244; «Pervivencia de los andalucismos del DRAE», en Amparo Morales, Julia Cardona, Humberto López Morales y Eduardo Forastieri (eds.), Estudios de lingüística hispánica. Homenaje a María Vaquero, Universiad de Puerto Rico, San Juan de Puerto Rico, 1999, págs. 56-72; «El léxico de las hablas andaluzas a través de sus repertorios», en Actas. V Simposio regional de actualización científica y didáctica de lengua española y literatura. «Literatura culta y popular en Andalucía» (Huelva, del 4 al 7 de marzo de 1999), Asociación Andaluza de Profesores de Español «Elio Antonio de Nebrija»-Excma. Diputación Provincial de Huelva, Sevilla, 2002, págs. 35-56; «Cambios fonéticos, variantes, cruces, motivaciones y otros fenómenos en el léxico andaluz», en Antonio Martínez González (ed.), Las hablas andaluzas ante el siglo XXI, Instituto de Estudios Almerienses-Diputación de Almería, Almería, 2002, págs. 13-43; «Variedad y riqueza en el léxico andaluz», en Actas de las II Jornadas sobre el habla andaluza. El español hablado en Andalucía (21, 22 y 23 de febrero, 2002), Ilmo. Ayuntamiento de Estepa, Estepa, 2003, págs. 201-236.
Hay que entender el término en un sentido restrictivo, es decir, no como un uso discriminatorio en situaciones de bilingüismo, sino como una caracterización manifiesta de desigualdad entre distintas lenguas funcionales pertenecientes a una misma lengua histórica.
La propuesta de Muñoz Núñez (1999) se centra en la variación diastrático y/o diafásica. Esta autora defiende la consideración de invariante de contenido para todo sentido consolidado que presenta esta marcación, siempre y cuando se caracterice por su frecuencia elevada (que puede sobrepasar, incluso, a la catalogada como de uso general). La extensión al ámbito de la diatopía léxica nos permite acudir a planteamientos similares.
En adelante DRAE.
La marcación que se utiliza en el diccionario responde a los siguientes criterios:
Acepciones con la marca anticuado o antiguo (abreviada en «ant.»), cuando su última documentación no es posterior a 1500.
Acepciones con la marca desusado («desus.»), cuya última documentación es posterior a 1500, pero no a 1900.
Acepciones con la marca poco usado («p. us.»), todavía empleadas después de 1900, pero cuyo uso actual es difícil o imposible de documentar. En este caso, la marca puede responder, más que a un criterio estrictamente cronológico, a otro de frecuencia de uso.
Acepciones con la marca germanía («germ.»), correspondientes a los usos de este código socialmente restringido, empleado durante el Siglo de Oro. (DRAE, 2001: XXIV).
Véase lo indicado en la nota 1.
Basta un dato: la otra gran obra del siglo XVIII, el Diccionario castellano con las voces deciencias y artes, de Estaban de Terreros y Pando, que no vio la luz hasta 1987, en una edición facsimilar al cuidado de Alvar Ezquerra, incorpora veinte mil vocablos no incluidos en el diccionario de la Academia, entre los que, al margen de términos científicos y técnicos, no faltan regionalismos y americanismos. Y también, como todos, es un repertorio que ha de desechar unidades léxicas y acepciones. Ya en el siglo XIX, el lexicógrafo valenciano Vicente Salvá, gran admirador de la labor académica, abogaba por la inclusión de más voces americanas en los diccionarios, pues consideraba que los vocablos regionales peninsulares estaban ampliamente representados. Así, en 1846 publicó el