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Giambattista Vico - Autobiografía de Giambattista Vico

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Giambattista Vico Autobiografía de Giambattista Vico
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    Autobiografía de Giambattista Vico
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    Lectulandia
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Autobiografía de Giambattista Vico: resumen, descripción y anotación

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Giambattista Vico (1668-1744) escribe su autobiografía como historiador y como filósofo, y las dos perspectivas se funden —como se preconiza como método de su Ciencia Nueva— para alcanzar la verdad de su vida literaria que halla en la conjunción de la conciencia de lo cierto y de la ciencia de lo verdadero, en la coherencia de lo hecho y lo razonado. Si la Ciencia Nueva es, en metáfora viquiana, el espejo donde la mente universal se ve a sí misma en su devenir, del texto autobiográfico viquiano podemos decir que es el espejo donde la mente del napolitano se ve reflejada en su devenir, ofreciéndonos tres sucesivas objetivaciones de su autoconciencia en tres momentos cruciales de su vida intelectual que conformaron su Ciencia Nueva. Con formulación irónica podríamos decir que la existencia de la autobiografía nos muestra cómo su providencia, la de Vico, se ocupó —forzando su voluntad— de que quedara para tiempos postreros este relato de la génesis o esta autoaplicación de su obra teórica mayor que, ahora, nos atreveríamos a ver como exigidos, tanto el uno como la otra, por necesidad interna de sus propios postulados teóricos. El presente volumen ha sido prologado, traducido y anotado por Josep Martínez Bisbal (Universitat de Valencia) y Moisés González García (UNED) a partir del texto establecido para la edición crítica de la obra viquiana y con la colaboración del Centro di Studi Vichiani de Nápoles.

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6. Adición

Hasta aquí se ha escrito la vida literaria de Vico que está en el tomo primero de la Raccolta degli Opuscoli Eruditi del padre Calogerá, impresa en Venecia, la cual ahora de muchísimos y a menudo graves errores de imprenta ha sido corregida y, en algunos lugares, mejorada y aumentada. Ahora se completará el resto.

Salida a la luz la Ciencia Nueva, entre otros tuvo cuidado el autor de mandarla al señor Jean Leclerc y eligió como vía más segura Livorno, a donde, con una carta a él dirigida, la envió en un paquete al señor Giuseppe Attias, con quien había entablado amistad aquí en Nápoles y que es el más docto y reputado entre los hebreos de estos tiempos en la ciencia de la lengua santa, como lo demuestra el Testamento Vecchio con la di lui Lezione impreso en Amsterdam, obra que se ha hecho célebre en la república de las letras, el cual con la siguiente respuesta recibió gentilmente el encargo:

«No sabría expresar el placer que he sentido al recibir la gentilísima carta de Vuestra Señoría del 3 de Noviembre que me ha renovado el recuerdo de mi feliz estancia en esa amenísima ciudad; baste decir que me encontré siempre colmado de favores y de gracias concedidas por sus célebres literatos y, particularmente, por su gentilísima persona que me ha honrado con sus excelentes y sublimes obras; de ello presumo con los amigos con quienes converso y con los literatos que después he frecuentado en mis viajes por Italia y Francia. Mandaré el paquete y la carta del señor Leclerc para que le sea entregada en propia mano por un amigo mío de Amsterdam, y entonces habré cumplido mi deber al ejecutar las apreciadas órdenes de Vuestra Señoría, a cuya gentileza rindo infinitas gracias por el ejemplar que me da, el cual ha sido leído en nuestra tertulia y se ha admirado la sublimidad de la materia y la abundancia de nuevos pensamientos que, como dice el señor Leclerc (lo cual debe haber leído en la referida Biblioteca)».

Pero ni siquiera de esta Vico tuvo ninguna noticia, quizás porque el señor Leclerc hubiese muerto o, debido a la vejez, hubiese renunciado a las letras y a la correspondencia literaria.

Entre estos estudios severos no le faltaron a Vico ocasiones de ejercitarse también en los amenos, como cuando vino a Nápoles el rey Felipe V y recibió orden del señor duque de Escalona, entonces gobernador del ejército imperial en este Reino, con esta honorabilísima carta recibió la siguiente orden:

«Muy magnífico señor Giovan Battista di Vico, catedrático en los reales Estudios de Nápoles: Habiéndome ordenado Su Majestad Católica (que Dios guarde) celebrar los funerales de los señores D. Giuseppe Capece y D. Carlo di Sangro, prior benedictino, que componga la oración fúnebre; y debiéndose hacer las otras composiciones para las inscripciones, persuadido del preciado estilo de Vuestra Señoría he pensado encargar a su probado ingenio tal materia, asegurándole que, además del honor que conseguirá con tal digna obra, me quedará viva la memoria de sus nobles esfuerzos; y deseando serle útil en cualquier necesidad, le deseo del cielo todo el bien.

De Vuestra Señoría muy magnífico señor

En este Palacio en Nápoles a 11 de Octubre de 1707

(de propia mano)

Afectísimo Servidor

Conde de Daun»

Así, Vico hizo las inscripciones, los emblemas y dichos sentenciosos y la relación de aquellos funerales, y el padre prior Laudati, hombre de áureas costumbres y muy docto en teología y cánones, recitó la oración. Todo está editado en un libro estampado en folio magníficamente impreso a cargo del real erario con el título Acta Funeris Caroli Sangri et Josep hi Capyci. No pasó mucho tiempo cuando por honorable encargo del señor conde Cario Borromeo, virrey, en los funerales de la emperatriz Leonor fue encargado de hacer las siguientes inscripciones, las cuales concibió de tal manera que cada una por separado tuviese significado por sí misma y que todas juntas compusiesen una oración fúnebre. La que debía colocarse sobre la puerta de la real capilla en la parte exterior contiene el proemio:

Helionorae Augustae

E Ducum Neoburgensium Domo

Leopoldi Caes. Uxori Lectissimae

Carolus VI. Austrius Rom. Imp. Hispan, et Neap. Rex

Parenti Optimae

Iusta Persolvit

Reip. Hilaritas Princeps

Luget

Huc

Publici Luctus Officia

Conferte

Cives.

La primera de las cuatro que debían fijarse sobre los cuatro arcos de la capilla, contiene las alabanzas:

Qui oculis hunc Tumulum inanem spectas

Re[m] mente inanem cogita

Namque inter Regiae Fortunae delicias fluxae voluptatis

Fuga In fastigio muliebris dignitatis sui ad imam usque

conditionem demissio

Inter Generis Humani Mortales cultus aeternarum rerum

diligentia

Quae

Helionora Augusta Defuncta

Ubique in Terris jacent

Heic

Supremis Honoribus cumulantur.

La segunda explica la grandeza de la pérdida:

Si digni in Terris Reges

Qui exemplis magis quam Legibus

Populorum ac gentium corruptos emendant mores

Et Rebuspp. Civilem conservant Felicitatem

Helionora

Ut Augusti conjugj sorte ita virtute

Foemina in Orbe Terrarum vere Primaria

quae Uxor Materq. Caesarum

Vitae sanctimonia Imperj Christiani beatitudini

Pro muliebri parte quamplurimum contulit

Animitus eheu dolenda Optimo cuique jactara!

La tercera despierta el dolor:

Qui summam

Ex Carolo Caesare Principe Optimo

Capitis Voluptatem

Cives

Ex Helionora ejus Augusta Matre defuncta

Aeque tantum capiatis dolorem

Quae felici Foecunditate

Quod erat optandum

Ex Austria Domo Vobis Principem dedit

Et raris ac praeclaris Regiarum Virtutum exemplis

Quod erat máxime optandum

Vobis Optimum dedit.

La cuarta y última ofrece la consolación:

Cum Lachrymis

Nuncupate conceptissima vota

Cives

Ut

Helionorae

Recepta Caelo Mens

Qualem ex se dedit Leopoldo

Talem ex Elisabeta Augusta Carolo Imp.

A Summo Numine

Impetret Sobolem

Ne sui desiderium perpetuo amarissimum

Christiano Terrarum orbi

Relinquat.

Tales inscripciones después no se pusieron. Pero, apenas había pasado el primer día de los funerales, cuando el señor D. Niccolò d’Afflitto , gentilísimo caballero napolitano, antes fecundo abogado y a la sazón auditor del ejército y al servicio del señor cardenal —cuya gran confidencia con las grandes tareas le llevó después a la muerte que fue lamentada por todos los hombres de bien—, quiso a toda costa que durante la tarde Vico estuviese en casa para hacerle una visita, en la cual le dijo estas palabras: «He dejado de tratar con el señor virrey un asunto gravísimo por venir aquí, y ahora enseguida volveré a palacio para retomarlo» y durante la conversación, que duró muy poco, le dijo: «el señor cardenal me ha dicho que le disgustaba en gran manera esta desgracia que os ha sucedido inmerecidamente», a lo que Vico respondió que rendía infinitas gracias al señor cardenal por tanta alteza de ánimo, propia de un grande, usada hacia un súbdito cuya mayor gloria es el respeto hacia el príncipe.

Entre estas muchas ocasiones luctuosas tuvo una agradable con ocasión de las bodas del Señor D. Giambattista Filomarino, caballero de piedad, de generosidad, de graves costumbres y muy buen sentido, con Dña. Maria Vittoria Caracciola de los marqueses de Sant’Eramo; y en la recopilación de las composiciones hechas por este motivo, impresa en cuarto, compuso un epitalamio de nueva idea, que es un poema dramático monódico con el título de Giunone in Danza, en el cual Juno, diosa de las bodas, sola, habla e invita a los otros dioses mayores a danzar, y a propósito del tema razona sobre los principios de la mitología histórica que está toda explicada en la Ciencia Nueva.

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