¿Ha oído usted hablar del misterioso manuscrito Voynich cuya escritura aún hoy sigue sin ser descifrada? ¿Sabe que en el Libro de Enoch, un apócrifo del Antiguo Testamento, se habla de seres celestes que deciden bajar a la Tierra para mantener relaciones sexuales con las hijas de los hombres? ¿Sabe que en una cueva de Ecuador un sacerdote encontró un tesoro tan insólito como extraordinario respecto a lo que sabemos de nuestro pasado? ¿Sabe que las últimas investigaciones sobre las líneas de Nazca han aportado aún más interrogantes que respuestas?
Con nuevas investigaciones y datos sobre estos y otros temas igual de apasionantes, en esta nueva y polémica obra, Erich von Däniken continua con su tarea de demostrar que en un pasado la Tierra fue visitada por seres de otro planeta y que hay muchos testimonios y pruebas que lo demuestran. Pruebas que, según von Däniken, han sido y son olvidadas cuando no ocultadas por la historia oficial, ¿por qué?
Con su estilo claro, directo, irónico y provocador von Däniken da una nueva vuelta de tuerca a sus hipótesis en esta obra apasionante logrando dejar en el aire una duda demoledora para nuestra visión del hombre y la historia.
Erich Von Däniken
La historia miente
ePub r1.1
XcUiDi 18.05.15
Título original: History is wrong
Erich Von Däniken, 2010
Traducción: Paloma Sánchez Criado
Editor digital: XcUiDi
Corrección de erratas: Mozartillo
ePub base r1.2
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Prólogo
EL AMIGO DE ENOC.
JAVIER SIERRA .
DENTRO de tres o cuatro siglos libros, impresos como este se admirarán en una nueva clase de museos públicos: las bibliotecas. Estoy casi seguro de que solo entonces los estudiosos estarán en disposición de valorar un ensayo como La Historia miente. Y es que, créase o no, su autor es uno de esos polémicos escritores, aventureros y pensadores que ha redactado el conjunto de su obra —veintinueve libros hasta la fecha— teniendo su mente más puesta en el día de mañana que en el de hoy. Y por una razón: en el mundo que le ha tocado vivir, el peso de los dogmas religiosos nos ha oprimido de tal forma que nuestro apego a las creencias ha pesado siempre más que nuestra necesidad de saber. Nuestra civilización teme a la verdad. Es un hecho. Pero, sobre todo, teme a las ideas novedosas.
Muchas de las que expone en este libro se incubaron a finales de los años sesenta del siglo XX, cuando los Estados Unidos estaban a punto de poner un hombre en la Luna y los telediarios informaban constantemente de los progresos de la llamada «carrera espacial». Fue entonces cuando el autor de Recuerdos del futuro, Regreso a las estrellas o El oro de los dioses hizo algo que muchos aún no le perdonan: se atrevió a releer nuestro pasado en clave «tecnológica».
Con un desparpajo envidiable y sin complejo alguno, aseguraba que los rutilantes motores de propulsión nuclear, las escafandras de visor tornasolado, los satélites geoestacionarios, las explosiones atómicas o las bases orbitales no eran un producto original de la ciencia moderna. Que bastaba con echar un vistazo a los textos sagrados para descubrir «naves espaciales» escondidas tras los vimanas de cinco mil años de antigüedad de los Vedas, e incluso tras la Gloria de Yahvé con la que Ezequiel se tropezó a orillas del río Kebar, en Babilonia, y que describió con esmero en el capítulo primero del libro veterotestamentario que lleva su nombre.
Däniken nunca ha ocultado que él es sólo un aficionado a la Historia. Un amateur sin prejuicios que se ha atrevido a traducir a lenguaje moderno las metáforas empleadas por nuestros antepasados para describir lo que su corto vocabulario no les permitía definir mejor. Admite haberse equivocado en ciertos detalles, pero no en su idea esencial. Desde su óptica, los carros voladores, las columnas de fuego, las zarzas ardientes, los rayos devastadores o los resplandores como cien mil soles de los que están preñados los libros santos cobran un sentido que trasciende a lo místico. Son, dice, alusiones a contactos —a veces, a encontronazos— con una tecnología superior de origen extraterrestre.
¿Podemos, entonces, reinterpretar nuestras Biblias para verlas como relatos fragmentarios de un paleocontacto olvidado con una civilización alienígena? Däniken lleva cuatro décadas pidiéndolo a gritos, con un entusiasmo conmovedor. Es de los pocos que ha hecho suya la máxima del autor de 2001: Una Odisea del Espacio, Arthur C. Clarke, «cualquier tecnología superior es indistinguible de la magia», sin dejar que sus ideas se estanquen en lo anecdótico. Inspirado en el concepto judeocristiano de que Dios nos creó a su imagen y semejanza, ha propuesto incluso que aquellos dioses astronautas fueron los responsables de la «construcción» del ser humano. Que modificaron genéticamente ciertas especies animales para dotarnos de inteligencia, creando así una suerte de «esclavo» superior con el que dominar esta perla azul perdida en medio de la Galaxia.
Sus dioses-astronautas son, pues, desde su óptica, Dios mismo. O, al menos, el Dios de nuestros libros sagrados.
La polémica que levantan semejantes conceptos sigue hoy más que viva. Máxime en un tiempo en el que las ideas sobre la aparición del ser humano aún basculan entre creacionistas y defensores de un «diseño inteligente» de origen divino. Unos y otros prefieren ignorar que las fuentes en las que bebe Erich von Däniken para desarrollar sus ideas son impecables. El autor de La Historia miente se apoya en textos antiquísimos que toma al pie de la letra y que describen divinidades con atributos que parecen de ciencia-ficción. A esos textos milenarios no ha dudado en sumarles proezas arquitectónicas remotas e inexplicables —como las losas de Baalbek en Líbano, de dos mil toneladas, que nadie es capaz de mover hoy—, o figurillas de esos dioses que parecen sacadas de un catálogo de la NASA. En su defensa, Däniken argumenta que nada de eso se lo ha inventado él. Y tiene razón. Todo estaba ahí, delante de nuestros ojos, pero no nos habíamos fijado antes.
Ahora, tras cuatro décadas de éxitos editoriales ininterrumpidos, el autor de este libro —al que conozco y leo desde sus inicios— se ha visto abocado a proponer más argumentos para defender su hipótesis. Este libro forma parte de esa estrategia.
Después de exprimir hasta la extenuación las rarezas ocultas en la Biblia, el Mahabharata o el Baghavad Gita hindúes, la Epopeya de Gilgamesh sumeria y hasta el Popol Vuh maya, ha encontrado nuevos argumentos en legajos cada vez más raros y desconocidos. Uno de ellos es el Libro de Enoc, un texto precristiano en el que se detallan las incursiones de un grupo de ángeles a la Tierra, sus devaneos sexuales con las «hijas de los hombres» y el nacimiento de la estirpe de humanos maldita que pereció en el Diluvio. Su relato tiene al menos quince siglos de antigüedad, está narrado en una cautivadora primera persona y pertenece a un profeta que no conoció la muerte porque, según dejó escrito, fue arrebatado por uno de esos carros de los dioses y llevado a las moradas del Altísimo.