Con un lenguaje ameno, la edición de Viaje a Yucatán (primera parte), verdadera guía de las antiguas ciudades mayas, nos describe minuciosamente no sólo los innumerables restos arqueológicos que contempla a su paso, sino que refleja con bastante detalle el difícil panorama social y político en que se hallaba inmerso el Yucatán de mediados del siglo XIX. Pero, sin lugar a dudas, su máxima y más importante aportación es la de haber dado a conocer, y demostrado a los hombres de ciencia de su tiempo, el carácter autóctono de las construcciones existentes en esa parte de la América tropical, desafiando las fantásticas teorías dominantes en su época.
Estas acertadas conclusiones contribuyeron, a su vez, a que las mentes más abiertas de su tiempo desterrasen de su pensamiento la denigrante imagen que el indígena americano ha arrastrado durante siglos y comenzasen a verle como el auténtico descendiente de aquellos hombres que lograron crear una de las más grandes civilizaciones de la América antigua.
John Lloyd Stephens
Viaje a Yucatán - Volumen I
ePub r1.0
Watcher 14.08.16
Título original: Incidents of Travel in Yucatán, Vols. I
John Lloyd Stephens, 1843
Traducción: Justo Sierra O’Reilly
Retoque de cubierta: Watcher, orhi
Editor digital: Watcher
Gracias a (Sedna, Near y Tragabuches) por ayudarme a traer este, mi primer aporte a EPL
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Introducción
No es aventurado afirmar que la arqueología maya y el interés por el conocimiento de esta apasionante cultura nacieron, a pesar de la existencia de varias exploraciones y trabajos anteriores, con los viajes que John Lloyd Stephens y Frederick Catherwood efectuaron, por tierras mexicanas y centroamericanas, a mediados del siglo XIX. A ellos se debe la recuperación para la historia del pasado de un pueblo que, hasta esas fechas, había permanecido totalmente ignorado. Durante muchos siglos, una de las más complejas civilizaciones de la América indígena, que alcanzó su máximo esplendor y desarrollo durante el Período Clásico (300-900) , en un ambiente ecológico verdaderamente hostil; esperaba pacientemente, en ruinas, cubierta por la vegetación y el abandono, ser rescatada y ocupar un lugar de privilegio entre las grandes civilizaciones que a lo largo de su historia ha creado la humanidad. Bernal Díaz del Castillo, testigo presencial de la entrada de Cortés en Tenochtitlan y de la conquista de México, nos habla de la fabulosa capital azteca en los siguientes términos: «Y de que vimos cosas tan admirables, no sabíamos qué nos decir, o si era verdad lo que por delante parecía, que por una parte en tierra había grandes ciudades, y en la laguna otras muchas, e lo veíamos todo lleno de canoas, y en la calzada muchos puentes de trecho a trecho. ¿Quién podrá decir la multitud de hombres y mujeres y muchachos que estaban en las calles y azoteas y en canoas en aquellas acequias, que nos salían a mirar? Era cosa de notar, que ahora que lo estoy escribiendo se me representa todo delante de mis ojos como si ayer fuera cuando esto pasó» (1984: 312-315 ). Estas descripciones de primera mano, que fueron negadas, o tachadas de exageradas, por los eruditos durante mucho tiempo, no existen para el área maya; pues los grandes centros que poblaron su territorio cayeron en decadencia mucho antes de la llegada de los conquistadores; aunque Tayasal, último reducto maya, se rinde a los españoles en 1697.
Los Mayas.
En líneas generales, Guatemala, Belice, el oeste de Honduras y El Salvador, y los Estados mexicanos de Campeche, Yucatán, Quintana Roo, Chiapas y parte del Tabasco forman el área donde se desarrolló la cultura y la civilización maya. El hombre la ocupó quizás hace unos 10 000 años, como así parecen confirmarlo los trabajos efectuados en Los Tapiales, en las Tierras Altas de Guatemala, lugar en el que se halló un pequeño campamento de cazadores asociado a una importante muestra de material lítico, a base de raspadores, puntas tipo Clovis, hojas, etcétera. Pero las continuas excavaciones amplían esta temprana presencia a otras partes de su territorio. El abrigo rocoso de Santa Marta Ocozocoautla en Chiapas, la Gruta de Loltún en Yucatán, y algunos sitios de Belice nos ponen en contacto con gentes que utilizaban los refugios naturales como lugar de habitación, y participaban de una tradición lítica iniciada con los cazadores superiores que poblaron América del Norte durante los periodos.
Lítico hasta el 7500 a. C.
Arcaico 7500 - 2500 a. C.
Formativo Temprano 2000 - 800a. C.
Formativo Intermedio 800 - 300 a. C.
Formativo Tardío 300 a. C. 150 d . C.
Protoclásico 150 - 300.
Clásico Temprano 300 - 600.
Clásico Tardío 600 - 900.
Postclásico Temprano 900 - 1200.
Postclásico Tardío 1200 - 1530.
Hacia el 2500 a. C. se producen una serie de transformaciones que van a dar origen a lo que más tarde iba a ser una de las más fascinantes civilizaciones de toda la América antigua. En esta época comienzan a aparecer en algunos sitios de Belice pequeñas estructuras domésticas de forma rectangular, que descansaban sobre plataformas de escasa altura, asociadas a diversos materiales cerámicos, manos y metates, y restos de diferentes animales. Otras estructuras de planta circular tal vez nos pongan en conexión con edificios destinados a algún tipo de práctica religiosa. La agricultura se extendió firmemente por todo el territorio, y en las etapas media y final de este Período Formativo comienzan a surgir y a asentarse los rasgos que van a definir el complejo mundo cultural de los mayas, como son la erección de pirámides y estelas.
Es en el Período Protoclásico cuando se produce un gran aumento de la población, que se va a concentrar junto a los centros nacidos en la etapa anterior. La sociedad maya aparece ya fuertemente estratificada, y a la cabeza de ella se encuentran una serie de jefes sacerdotales que imponen su autoridad y conocimientos sobre el resto de la población. El dominio de los resortes del poder y de los medios de producción de esta sociedad teocrática va a provocar la creación de poderosos centros y un florecimiento intelectual, artístico y económico sin precedentes, en lo que en la actualidad se conoce como Período Clásico. El calendario, la erección de estelas, la religión alcanzan un gran desarrollo, y se levantan las más bellas muestras de la arquitectura maya: Palenque, Bonampak, Uxmal y los Templos de Tikal, entre otros ejemplos. Pero, en el siglo IX de nuestra era, toda esta actividad creadora se interrumpe de forma dramática. Es lo que se conoce con el nombre de colapso maya, fenómeno que se ha tratado de explicar desde muy diversas vertientes, hablándose de accidentes meteorológicos, como erupciones volcánicas o terremotos; o, por el contrario, centrándose en otro tipo de cuestiones como las revueltas campesinas, invasiones de pueblos extranjeros, aumento dela población o guerras civiles.
Sea como fuere, a partir del año 900 son visibles en la sociedad maya una serie de transformaciones importantes, que nos introducen en el Período Postclásico. Los putunes, gentes procedentes del sur de Campeche y del delta del Usumacinta, van a potenciar las vías marítimas alrededor de la Península de Yucatán, con lo que los centros del interior pierden importancia en beneficio de los asentamientos costeros. Chichén Itzá es en esta época el centro de mayor importancia, y lugar en el que los itzáes, grupo procedente del centro de México, imponen su dominio, costumbres e influencias que tanto se dejarán sentir en esta parte de la Península. Hacia el 1250 comienza el predominio de la ciudad de Mayapán, con la caída del poder de los itzáes, que deberán emigrar hacia el interior del Petén, instalándose en la ciudad de Tayasal. Esta situación se mantendrá durante varios siglos, hasta que una serie de revueltas civiles, dirigidas por los Xiu de Mayapán, acabarán con el poder del linaje Cocom, gobernante de la ciudad en 1441. Desde esta fecha, en la que el poder centralizado desaparece, y hasta la llegada de los españoles, Yucatán aparece dividida en diecinueve unidades políticas, que van a alcanzar un elevado grado de organización autonómica, siendo éste el panorama de disgregación, decadencia y enfrentamientos que se encuentran los españoles a su llegada a estas tierras.