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F. Javier Gómez Espelosín - Viajeros de la Antigüedad

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F. Javier Gómez Espelosín Viajeros de la Antigüedad

Viajeros de la Antigüedad: resumen, descripción y anotación

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Entrega n.º 218 de la colección Cuadernos Historia 16 dedicado a los viajes y exploraciones comerciales en tiempos antiguos.

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Viajeros de la Antigüedad — leer online gratis el libro completo

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La primera noticia de un naufragio

Y O había partido hacia las minas del rey en un barco de 54 m de largo por 18 de ancho; tenía una tripulación de 120 hombres, lo mejor de Egipto. Se desató una tormenta cuando aún estábamos en el mar; volábamos viento en popa; el barco se hundió; de todos los que íbamos en él sólo yo sobreviví. Fui a dar en una isla y pasé allí tres día sólo. Me mantuve a la sombra. Luego me interné para encontrar algo que comer. Hallé higos y uva, hermosos puerros de toda clase, frutos diversos y pepinos. Había peces y aves; allí se encontraba de todo. Me satisfice y todavía me sobró. Preparé un taladro de encender fuego y lo encendí y quemé ofrendas a los dioses. Luego oí el sonido del trueno y pensé que era una ola; los árboles se rompían y la tierra temblaba. Yo descubrí mi rostro y descubrí que una serpiente se me había aproximado. Tenía trece metros de largo y su barba era de 60 cm. Su cuerpo estaba cubierto de oro y sus cejas eran de verdadero lapislázuli. (A. ERMAN, The Literature of the Ancient Egyptians, Londres, 1927).

Una aventura marina: una razzia …

H ABIA permanecido sólo un mes complaciéndome con mis hijos y mi legítima esposa, cuando mi ánimo me impulsó a hacer una expedición a Egipto después de equipar bien mis naves en compañía de mis divinos compañeros. Equipé nueve naves y enseguida se congregó la dotación. Durante seis días comieron en mi casa mis leales compañeros; les ofrecí numerosas víctimas para que las sacrificasen en honor de los dioses y prepararan comida para sí. Conque al séptimo día zarpamos tranquilamente de la extensa Creta impulsados por un Bóreas fresco, agradable, como si navegáramos por una corriente. Ninguna nave se dañó, nosotros estábamos sanos y salvos, y a las naves las dirigía el viento y los pilotos. A los cinco días llegamos a Egipto de buena corriente y atraqué mis bien equilibradas naves en ese río. Entonces ordené a mis leales compañeros que se quedaran junto a ellas para vigilarlas y envié espías a lugares de observación con orden de que regresaran, pero éstos, cediendo a su ambición y dejándose arrastrar por sus impulsos, saquearon los hermosos campos de los egipcios, se llevaron a las mujeres y niños y mataron a los hombres. (HOMERO, Odisea, 14, 244 y ss).

…y un naufrago

E STE me convenció para marchar a Fenicia, donde tenía su casa y posesiones. Allí permanecí durante un año completo junto a él pero cuando pasaron meses y días en el ciclo del año y pasaron las estaciones, me envió a Libia en una nave surcadora del Ponto, tramando falacias para que llevara con él una mercancía, pero en realidad con intención de venderme y cobrar inmensa fortuna. Le seguí en la nave a la fuerza —pues ya barruntaba yo algo—. Esta corría impulsada por un Bóreas fresco, agradable a la altura del centro de Creta. Y Zeus nos preparaba la perdición. Cuando por fin dejamos atrás Creta y no se veía tierra alguna, sino sólo cielo y mar, el Cronida puso una oscura nube sobre la cóncava nave y bajo ella se oscureció el Ponto. Y Zeus tronó al tiempo que lanzaba un rayo contra la nave. Revolvióse toda ella tocada del rayo de Zeus y se llenó de azufre. Todos cayeron fuera de la nave y, semejantes a las cornejas, eran arrastrados por las olas en torno a la nave. Y la divinidad les arrebató el regreso. En cuanto a mí […], afligido como estaba, el mismo Zeus puso entre mis manos el mástil gigantesco de la nave de azuloscura proa para que escapara una vez más de la perdición, así que trabado al mástil, me dejaba llevar de los funestos vientos. Durante nueve días me dejé llevar y al décimo una gran ola rodante me acercó —era noche cerrada— a la tierra de los Tesprotos, donde me acogió sin pagar precio el héroe Fidón, el rey de los Tesprotos. (HOMERO, Odisea, 14, 290 y ss).

Una curiosa forma de intercambio

L OS cartagineses cuentan también la siguiente historia: En Libia, allende las columnas de Heracles, hay cierto lugar que se encuentra habitado; cuando arriban a ese paraje, descargan sus mercancías y las dejan alineadas a lo largo de la playa y acto seguido se embarcan en sus naves y hacen señales de humo. Entonces los indígenas al ver el humo acuden a la orilla del mar y, sin pérdida de tiempo, dejan oro como pago de las mercancías y se alejan bastante de las mismas. Por su parte los cartagineses desembarcan y examinan el oro; y si les parece un justo precio por las mercancías, lo cogen y se van; en cambio si no lo estiman justo, vuelven a embarcarse en las naves y permanecen a la expectativa. Entonces los nativos, por lo general, se acercan y siguen añadiendo más oro, hasta que los dejan satisfechos. Y ni unos ni otros faltan a la justicia; pues ni los cartagineses tocan el oro, hasta que a su juicio haya igualado el valor de las mercancías, ni los indígenas tocan las mercancías antes de que los mercaderes hayan cogido el oro. (HERODOTO, IV, 196, trad. de C. Schrader, Madrid, Gredos, 1979).

Los grandes exploraciones

E N sentido es evidente que Libia está rodeada de agua por todas partes, salvo por el lado en que confina con Asia; que nosotros sepamos el rey de Egipto Neco fue el primero que lo demostró, ya que, tras interrumpir la excavación del canal que, desde el Nilo se dirigía al golfo arábigo, envió en unos navíos a ciertos fenicios, con la orden de que, a su regreso, atravesaran las columnas de Heracles hasta alcanzar el mar del Norte y llegar de esta manera a Egipto. Los fenicios, pues, partieron del mar eritreo y navegaron por el mar del sur. Y cuando llegaba el final del otoño, atracaban en el lugar de Libia en que, en el curso de su travesía, a la sazón se encontraran, sembraban la tierra y aguardaban hasta la siega. Y, una vez recogida la cosecha, reemprendían la navegación, de manera que, cuando habían transcurrido dos años, en el tercer año de travesía doblaron las columnas de Heracles y arribaron a Egipto. Y contaban —cosa que a mi juicio no es digna de crédito aunque puede que lo sea para alguna otra persona— que al contornear Libia, habían tenido el sol a mano derecha.

[…] el aqueménida Sataspes, hijo de Teaspis, en el curso de su travesía no logró contornear Libia, pese a que se le había enviado con ese objetivo. Al contrario, por el temor que le inspiraba la magnitud y la soledad del viaje, volvió sobre sus pasos sin haber llevado a cabo la empresa que le había impuesto su madre […]

[…] entonces Staspes se llegó a Egipto, fletó una nave con marineros de esa nacionalidad y se hizo a la mar con rumbo a las columnas de Heracles. Tras haberlas flanqueado y haber doblado el cabo de Libia cuyo nombre es Solunte, puso proa hacia el sur. Al cabo de muchos meses llevaba recorrida por la superficie del mar, una considerable distancia, pero, en vista de que siempre faltaba un trayecto superior, viró de bordo poniendo rumbo a Egipto.

[…] Respecto a Asia, la mayor parte de los descubrimientos se llevaron a cabo por orden de Darlo, quien, con el propósito de saber, por lo que al río Indo se refiere, en qué parte del mar desemboca dicho río —que, de todos los ríos del mundo, es uno de los dos que presenta cocodrilos— despachó a bordo de unos navíos a varios exploradores, que le merecían garantías de que le iban a decir la verdad, y entre ellos, a Escilax de Carianda. Los exploradores partieron de la ciudad de Caspatiro y de la región Páctica y navegaron, río abajo, en dirección al Lejano Oriente, hasta llegar al mar. Luego navegaron por el mar con rumbo oeste y, al cabo de treinta meses, llegaron al mismo lugar desde el que el rey de Egipto había hecho emprender la circunnavegación de Libia a los fenicios que mencioné anteriormente. (Los tres textos, de HERODOTO, IV, 42, 43 y 44 resp., trad. C. Schrader. Madrid, Gredos, 1979).

El Periplo de Hannón

S E decidió por parte de los cartagineses que Hannón navegaría más allá de las columnas de Heracles e instalaría colonias de Libiofénices. Se puso en marcha con sesenta navíos de cincuenta remos, llevando consigo cerca de treinta mil hombres y mujeres, provisiones y todos los demás artilugios […]

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