PHILIP HOARE (Southampton, 1958), es un ensayista y periodista inglés. Comenzó en el mundo de la música formando parte del movimiento punk de Londres de la década de 1970. Pero decidió cambiar la música por las letras y con Leviatán o la ballena ganó el premio BBC Samuel Johnson de 2009 al mejor libro de No Ficción publicado en Reino Unido. Esta obra junto con El mar interior (2013) y El alma del mar (2018) conforman su Trilogía marítima.
A Theresa
Título original: Leviathan, or The Whale
Philip Hoare, 2009
Traducción: Joan Eloi Roca
Editor digital: Titivillus
ePub base r2.1
Notas
[1] En el original «Docklands», denominación semioficial de la antigua zona de muelles del puerto de Londres, hoy dedicada mayoritariamente a uso comercial y residencial. (N. del T.)
[2] Rama de los cuáqueros que recibe este nombre porque tiemblan («to shake» en inglés significa temblar) y luego giran y bailan durante sus servicios religiosos, impulsados por la influencia del Espíritu Santo. (N. del T.)
[3] Juego de palabras. En inglés sotana se escribe «cassock». Beaver se refiere a que «cassock» la palabra «ass» («culo») está dentro de la palabra «cock» (pene). (N. del T.)
[4] Especie de tienda de campaña. (N. del T.)
[5] Juego de palabras intraducibie. Históricamente se llamaba a los marineros estadounidenses «Bully Boys» en referencia a que en su menú había muchas veces una cecina de ternera llamada «bully beef». Así pues, quería decir, simplemente, comedores de ternera. Hoy en día, sin embargo, significa «matón». (N. del T.)
[6] Equivalente a unos 30 metros de longitud. (N. del T.)
[7] Equivalente a 15 metros de longitud. (N. del T.)
[8] Equivalente a 10 metros de longitud. (N. del T.)
[9] Equivalente a unos 15 metros. (N. del T.)
[10] Equivalente a unos 3 metros. (N. del T.)
[11] Equivalente a unos 5 metros. (N. del T.)
[12]Blubber es «grasa de ballena»: el pueblo quedaba informalmente bautizado con ese nombre. (N. del T.)
[13]Aimwell significa «buena puntería», de ahí lo de desafortunado. (N. del T.)
[14] Barrio del este de Londres. (N. del T.)
[15] Diecisiete metros y medio. (N. del T.)
[16] Cuatro metros con ochenta centímetros. (N. del T.)
[17] Nombre peyorativo para referirse a Londres acuñado por William Cobbett en la década de 1820. Cobbett consideraba Londres una pústula que crecía incontroladamente en el rostro de la nación. (N. del T.)
[18] Acrónimo de la Royal Society for the Prevention of Cruelty to Animals, Sociedad Real para la Prevención de la Crueldad hacia los Animales. (N. del T.)
[19] Juego de palabras: existe una especie de ocas que en inglés se llaman «barnacle goose», «oca percebe», a causa de su plumaje negro y de la forma de sus patas. (N. del T.)
[20] Juego de palabras. Doll significa muñeca, y bull, que significa toro. (N. del T.)
[21]Shear significa «cortar» y water «agua», así que son pájaros «cortadores de agua». (N. del T.)
[22]Branded es el nombre que el autor sugiere, que quiere decir «marcado». (N. del T.)
Premio, Samuel Johnson al mejor libro de No Ficción.
La obsesión de Philip Hoare por las ballenas empezó con una maqueta gigante de una ballena azul que vio de niño en el Museo de Historia Natural de Londres. Como adulto, ha ido al encuentro de las ballenas en libertad en las aguas del Atlántico. Leviatán o la ballena es el resultado de una vida dedicada a estudiar a esos titanes de las profundidades y a intentar comprender el secreto de la fascinación que ejercen sobre nosotros.
Adentrándose en los dominios de estas misteriosas criaturas, Hoare las muestra como nunca antes las hemos visto. El autor explora la tormentosa relación del hombre con las ballenas, visita legendarias zonas balleneras como New Bedford, Nantucket y las Azores, y traza una historia cultural de la ballena que va desde Jonás hasta Liberad a Willy y pasa por la obra de escritores como Hawthorne, Thoreau o, sobre todo, Herman Melville y su Moby Dick.
Este ensayo es una auténtica joya que combina historia, biología y literatura con un estilo tan cautivador que su embrujo perdurará en el lector mucho después de haberlo terminado.
Philip Hoare
Leviatán o la ballena
ePub r1.0
Titivillus 24.04.2021
I
Profundidades
El principal de estos motivos era la abrumadora idea de la propia gran ballena. Un monstruo tan portentoso y enigmático despertaba mi curiosidad.
Espejismos, Moby Dick
Era mi primer viaje a Estados Unidos. Era enero y no conocía a nadie en Nueva York. Por los cañones que formaban los edificios del centro de la ciudad soplaban vientos helados. Sin rumbo y añorando mi hogar, tomé el metro hasta el final de la línea. Al salir de la estación en Coney Island me encontré con siluetas de formas extrañas, versiones espectrales del perfil de los rascacielos de Manhattan que había dejado atrás: una sinuosa montaña rusa en hibernación y otra máquina de diversión que parecía una especie de gigantesco instrumento ginecológico. Encontré el camino al acuario y paseé por su desierto interior, estremeciéndome al pasar entre tanques llenos de peces. Había algo patético en aquel lugar fuera de temporada, una sensación de abandono que soplaba desde el triste paseo marítimo y el suburbano mar.
En las paredes blancas había una ventana lo bastante gruesa como para resistir la presión de toneladas de agua. Me recordó a los ojos de buey de los baños de Southampton, donde los niños pegaban sus blandas caras al cristal; pero aquel panel sucio mostraba un espectáculo mucho más espectral. Llamándome desde el otro lado de la ventana, vertical en toda su longitud como si se elevara para saludarme, había una ballena beluga. Debía medir unos tres metros y medio desde su bulbosa cabeza hasta las pequeñas aletas de la cola; era un enorme y fantasmal bebé que me dejó clavado en el suelo con su mirada penetrante.
Aunque una ballena en Nueva York parecía completamente fuera de lugar, de hecho había precedentes históricos. En 1861 Phineas T. Barnum importó un par de belugas para su Museo Americano en Broadway. Las ballenas, pescadas en las aguas frente a Labrador y traídas en cajas herméticamente cerradas y forradas por dentro con una capa de algas, medían siete y cinco metros y medio respectivamente. El tanque en el que las alojaron en el sótano medía diecisiete metros y medio por siete metros y medio, pero tenía una profundidad de apenas dos metros diez centímetros y además fue llenado con agua dulce. En él, las ballenas nadaban pegadas como amantes, e incluso su dueño estaba convencido de que su carrera sería muy corta. «He aquí una auténtica “sensación”», se maravillaba el New York Tribune, imaginando que «la iniciativa del señor Barnum no se detendrá en las ballenas blancas. Incluirá también cachalotes y sirenas y abrazará cuantos seres extraños nadan, vuelan o reptan en el planeta, hasta que el Museo se convierta en un gran microcosmos de la creación animal.»