Akal / A Fondo
Nazaret Castro
La dictadura de los supermercados
Cómo los grandes distribuidores deciden lo que consumimos
El modelo de la gran distribución moderna –hipermercados, supermercados, grandes almacenes– tiene una importancia central en el sistema capitalista de la globalización, y no sólo porque algunas empresas del sector se cuentan entre las mayores multinacionales del planeta.
Acostumbrarnos a comprar en este tipo de establecimientos, en detrimento del casi extinguido comercio tradicional de proximidad, ha modificado cómo y qué compramos: los pequeños proveedores muy difícilmente logran vender sus productos a las cadenas de supermercados, que se han convertido en verdaderos conformadores de precios y nos ofrecen productos cada vez más homogéneos, bajo una apariencia de colorida diversidad. El modelo de la gran distribución alimenta, pues, una cadena socialmente injusta y ambientalmente insostenible, basada en la deslocalización de la producción y en la externalización de los costos socioambientales. El pastel de la alimentación, el textil, los productos culturales y cada vez más sectores está en cada vez menos manos, que deciden qué consumimos, qué comemos y cómo habitamos el espacio. Sin embargo, surgen alternativas, como los grupos de consumo, las huertas urbanas o los mercados sociales, que aparecen como semillas de cambio que apuestan por otros mundos posibles.
Nazaret Castro es periodista. Desde 2008 ha sido corresponsal en América Latina, colaboradora de medios como Público, La Marea, Le Monde Diplomatique y Equal Times. Tiene un Master en Economía Social y Solidaria (Universidad Nacional General Sarmiento, Buenos Aires) y es doctoranda en Ciencias Sociales (IDES/UNGS). Es cofundadora del colectivo de periodismo de investigación independiente Carro de Combate, dedicado a investigar los impactos socioambientales de los productos que consumimos. Ha publicado, junto a Laura Villadiego, dos ensayos: Amarga dulzura. Una historia de los orígenes del azúcar (2013) y Carro de Combate. Consumir es un acto político (2014). Es asimismo autora de la investigación Cara y cruz de las multinacionales españolas en América Latina (2014).
Diseño de portada
RAG
Director de la colección
Pascual Serrano
Motivo de cubierta
Antonio Huelva Guerrero
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© Nazaret Castro, 2017
© Ediciones Akal, S. A., 2017
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28760 Tres Cantos
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Tel.: 918 061 996
Fax: 918 044 028
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ISBN: 978-84-460-4455-0
A mi madre, por estar siempre ahí, llena de enseñanzas; y a Jheisson, por el camino juntos
PRESENTACIÓN
Hasta hace poco siempre tuvimos claro que el principal coste que debíamos asumir en el pago de un kilo de naranjas, un abrigo o un ordenador era el que correspondía al agricultor que cultivaba la naranja, al modista que cosía el abrigo o al fabricante del ordenador. Este libro, La dictadura de los supermercados. Una mirada crítica sobre la oligopolización de la distribución, nos revela que ahora los costes de producción suponen en torno a un 1% de lo que pagamos por el producto. En cambio, la distribución y el marketing de una mercancía ya fabricada se lleva el 50% de lo que pagamos por él. Basta conocer el dato de que a los trabajadores de una camiseta de Zara, por poner un ejemplo, les toca entre un 0,6% y un 5% del precio final. En cuanto a los alimentos, el 60% de lo que pagamos por ellos se lo quedan las grandes distribuidoras, los súper e hipermercados, a pesar de que apenas asumen costes en la cadena de producción alimentaria. En el caso de la leche, los sindicatos ganaderos españoles denuncian que el 90% del beneficio es para el distribuidor. La diferencia media del precio de los alimentos en origen (campo) al destino (en la mesa) es del 390%. Existen casos en los que el consumidor llega a pagar un 2.000% más de lo que el distribuidor pagó al productor. No hace falta pensar mucho para percibir lo contra natura que es esa situación. Una economía que destina lo que pagamos por los productos no a quienes los elaboran sino a los buhoneros que los venden está enferma. Un sistema que desprecia al que cultiva los alimentos, al que teje y cose la ropa, y al que fabrica los productos y destina la gran parte del beneficio a quien se limita a ponerlo en las estanterías para que los compremos, es una aberración.
Este libro de la periodista Nazaret Castro desmonta incluso todos los argumentos que podrían esgrimir los neoliberales para defender el sistema actual de supermercados. Para empezar, porque no existe libre competencia. En la actualidad asistimos a un oligopolio muy concentrado en el que apenas unos pocos fabricantes controlan la oferta y, por tanto, los precios. No existe la regulación de un libre mercado. Pero es que, además, en el caso que nos ocupa –la distribución–, el oligopolio es doble porque también unos pocos compradores –las empresas intermediarias que distribuyen– controlan las mercancías que se compran a los productores.
Tampoco es verdad que haya mucha pluralidad en nuestros supermercados porque veamos muchas marcas: detrás de esa supuesta oferta hay muy pocas firmas y muy pocos distribuidores. Por ejemplo, sólo Nestlé posee 8.000 marcas diferentes en todo el mundo.
Por último, la supuesta competitividad y bajos precios que, se supone, ofertan los grandes distribuidores es a costa de la explotación laboral, la agresión a nuestra salud, el atropello medioambiental y la burla de impuestos. Por ejemplo, seis de los siete mayores productores de algodón del mundo utilizan para su recogida a menores de edad. Y producir unos pantalones vaqueros requiere 7.000 litros de agua, cuyo impacto medioambiental asumimos todos, no la empresa que los fabrica. La subcontratación impuesta por las grandes superficies en estos tiempos de globalización está suponiendo un coste medioambiental tremendo en términos de desplazamiento de materias primas y productos a la búsqueda de la mano de obra más barata. Así, los escoceses envían su propio bacalao a China, a 16.000 kilómetros, para que los chinos lo fileteen para después devolverlos de nuevo a Escocia. El combustible gastado y la contaminación generada por uno de esos buques gigantes de transporte que viaja desde Shanghái a España son tremendos.
En cuanto a la evasión fiscal, la cadena Ikea, mediante su compleja estructura accionarial, podría haberse ahorrado 2.200 millones de impuestos a lo largo de dos décadas. En España, el «cerebro» financiero de la trama «Gürtel» de corrupción, en su declaración judicial afirmó: «Conseguimos que Alcampo no pagara impuesto de sociedades durante veinte años».
Existe otra gran mentira consagrada en la información que se difunde sobre los supermercados, esa que dice, ante el anuncio de apertura de un nuevo centro, que Mercadona o El Corte Inglés creará X puestos de trabajo en determinada ciudad. No crea ninguno porque los productos que venderá ya los estaban comprando los vecinos antes de que llegara esa firma. Al contrario, los estudios revelan que la apertura de una gran superficie va acompañada de la pérdida de 276 puestos de trabajo y el cierre de pequeños comercios en un radio de 12 kilómetros.
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